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XXXIII La verdad nos liberará

No hubo funeral para la abuela de Alana. El cuerpo fue entregado en un ataúd sellado con indicaciones de ser enviado a un crematatorio, pues la causa de muerte había sido meningitis meningocócica, enfermedad muy grave y contagiosa. Pedro hizo lo que los especialistas le dijeron, ya que lo último que había sabido de Alana era un escueto mensaje de texto. "Lo dejo todo en tus manos".

"¿Qué quieres hacer con las cenizas?", le había preguntado él.

Ella no contestó, tampoco estaba en su casa.

"Se fue de viaje", le había dicho Ximena. "Tiene tanto que procesar, necesita estar en paz".

Las cenizas de la abuela esperaban por Alana sobre la chimenea en casa de Pedro. Él y Ximena fueron interrogados por personal médico, que buscaba verificar el estado de salud del círculo social de la abuela para asegurarse que no hubiera un brote de meningitis. Ella les habló de Alana y Martín, pero no les mencionó su paradero pues no lo sabía.

"Si se contacta con ella, dígale que necesitamos hacerles un cheq
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