Para su cumpleaños número diez, Marcos quería un caballo. Uziel, que se esmeraba en satisfacer cada uno de sus caprichos, lo llevó a una granja. Allí aprendió a montar. Ahora Marcos volvía a ser Alex y ya no había caballos en la granja, cuyos terrenos habían sido vendidos para un proyecto de parque eólico, pero la casona principal seguía en pie y sería un muy buen escondite, al menos por un tiempo.Nuevamente Alex llegó tarde, aunque no en vano. Justo debajo de la manilla de la puerta de una de las habitaciones encontraron un pequeño sello circular, un dibujo de Martín. Iban por buen camino y seguirían hacia el sur.—Mi sobrino es muy listo. Y es el hijo de Damián, que es casi como mi hermano, el mundo es muy pequeño.—La inteligencia no la heredó de ese lado de la familia, el crédito es de Alana —señaló Ximena.Decirle que la búsqueda era peligrosa no sirvió para disuadirla de acompañarlo y Alex se rindió. Y estaba bien, agradecía tenerla cerca.—Mi madre horneaba unos panecillos du
Como transportada a sus peores pesadillas se sintió Alana, corriendo en el boscoso paisaje. El corazón le ardía dolorosamente, con la angustiante certeza de que ya nada volvería a ser igual.Aferrada de la peluda mano de Martín, como había estado de la de Alex, siguió corriendo hasta que alguien brincó por sobre ellos y se les apareció delante, bloqueándoles el camino.El hombre lobo, de lustroso pelaje y apariencia altiva y orgullosa, doblaba en tamaño a Martín, que no era un lobo completo ni sano, que más parecía presto a caer muerto en cualquier momento. Eso no lo detuvo, rugiendo y con la lengua colgando desde su hocico torcido, el niño se lanzó sobre el enemigo.Alana lloraba, histérica.Martín no sabía luchar. El lobo se preparó para recibir su ataque, pero el pequeño cayó entre sus patas y, metiéndosele por debajo, lo lanzó por los aires. Alana corrió, intentando aprovechar lo que tardara el lobo en incorporarse para huir y evitar un enfrentamiento que Martín no podría ganar.Y
Nunca antes en las oficinas del consejo hub0 tanto ajetreo. En los escritorios, los archivos con las causas contra Uziel y los suyos se apilaban por montones y Fermi no les daba tregua. Había sido el novato abogado quien se había contactado con los cazadores por indicaciones de Damián."Mi cliente no presentará cargos de secuestro y tortura contra ustedes si cooperan con los antecedentes que posean", les dijo. Llegaron con un camión con cajas y cajas de archivos. El crimen de la familia de Alana estaba lejos de ser el primero de Uziel, se sospechaba de muchos más y sería trabajo del consejo esclarecerlos. Y tendrían que lidiar también con todas las querellas que Fermi estaba interponiendo, donde los daños morales y la angustia mental eran los más leves, así que decidieron dejar a Damián en libertad mientras duraba la investigación en su contra para no seguir llenándose de querellas, a las que los abogados de Frank decidieron sumarse también.Ya libre, Damián se unió a la búsqueda de A
Pese al dolor y la tristeza la vida continuaba. El mundo seguía girando cuando la gente partía y había que ponerse en movimiento porque no se estaba solo, siempre había alguien más que dependía de uno.—Tengo una reunión espantosa en la empresa —contó Ximena mientras desayunaba con Alex—. Usualmente era Alana la que se encargaba de esas cosas.Un doloroso silencio se hizo entre ambos, Ximena había perdido a la que era prácticamente su hermana y Alex a la hermana que apenas había vuelto a recuperar. —¿Cenamos esta noche? —preguntó él.—Siempre y cuando prepares tú la cena, no tengo ganas de ir a ninguna parte.—Ordenaré algo. Me gustaría que el fin de semana saliéramos de la ciudad con Damián y Martín.—Tendrás suerte si lo convences. —El teléfono de Ximena vibró. Miró la pantalla y se apresuró a contestar.Alex no necesitaba suerte para convencer a Damián, necesitaba unas cervezas y vinilos de metal industrial.Ximena se levantó de un brinco, sobresaltándolo.—¡Alguien vio a Alana!M
—¿Amor, estás lista? —preguntó Damián.Alana acabó de vestirse y bajó a la sala. Martín, que dibujaba en su libreta, cogió un lápiz del mismo color de su vestido y le hizo un talismán en la mano.—Sí, ya estoy lista —dijo ella.Seis meses había durado la investigación del consejo y debían presentarse los tres en la audiencia."¿Qué es lo peor que podría pasar?", le había preguntado Alana a Fermi.Fermi no deseaba ni siquiera hacer el ejercicio de ponerse en tal posición porque atraería las malas vibras, pero tampoco iba a mentirle. Lo peor que podía pasar era que expulsaran a Damián de la manada, que anularan su matrimonio, sacrificaran al niño y dejaran a Uziel y a Mateo libres. "Eso nunca pasará", había asegurado él. "Tienen demasiada basura encima y necesitan limpiarse, sobre todo considerando que pronto habrá elecciones. Las elecciones siempre sacan lo mejor de cada uno y necesitan el apoyo de los alfas de las manadas. He ido a cenar con varios y están atentos al caso. Incluso los
Primera parte: "Los pecados de los padres se repiten en los hijos".Hace mucho tiempo, el caprichoso sentir de dos amantes desafió al destino y a la diosa luna; un hombre lobo y una mujer humana se enlazaron y de aquella unión prohibida nació una criatura híbrida a la que llamaron Azalea. Ella no halló cabida en la manada. Creció como una paria, sin hogar ni patria, sin encontrar su lugar entre los lobos e imposibilitada de buscarlo entre los humanos. Tenía a su favor el don de la belleza, que acabó convirtiéndose en m4ldición cuando el alfa de la manada la reclamó como suya. Azalea se negó a entregarse a quien no amaba, él le ofreció un trato: sería libre de irse a donde quisiera si el hijo que tuvieran resultaba ser un híbrido como ella; en cambio, si primaba su mitad bestia y tenían un lobo, allí se quedaría para siempre, como su esclava. Él no planeaba cumplir su promesa y eliminaría a la criatura híbrida junto con Azalea. Ella tampoco planeaba cumplir y cuando nació su primogéni
"Despierta".Damián Zóster, hijo del alfa de la manada Ojos carmesí y estudiante en el campus desde principios del semestre, se incorporó de golpe y se tocó el pecho. En sueños alguien acababa de atravesárselo y le ardía. Desde su llegada a Saint Roent, dormir ya no era lo mismo, alguien allí lo perturbaba y acaparaba sus pensamientos. De pronto, tuvo la aterradora sensación de que ya no tenía el corazón ahí dentro y salió de la cama en la residencia de hombres con la certeza de saber donde se hallaba. Cruzó a tientas la arboleda y cerca del final la vio. Alana Valencia, a quien sólo conocía de nombre, pero que le parecía conocer de toda la vida yacía desmayada. Con resquemor se atrevió a tocarla. La piel fría lo instaba a calentarla, era un mensaje a sus instintos mismos, al lobo que creía haber hallado lo que tanto anhelaba. No reparó en aquellos pensamientos y fue rápido por ayuda."Despierta".Alana abrió los ojos y se encontró en la enfermería, con la inquietante sensación de que
Alana llamó a la puerta de la habitación de los Zóster en la residencia de hombres, sin creer que sus pies la hubieran llevado hasta allí. A veces pensaba que Ximena se había equivocado de carrera. Una mujer con sus habilidades para la disuasión debía dedicarse a la política, al derecho, a la publicidad o por último a vender seguros. En la ingeniería su talento se desaprovechaba. De cualquier modo ya era tarde para arrepentirse, ya había llamado a la puerta, ya debían haberla oído y si salía corriendo creerían que andaba haciendo alguna broma o algo peor. Inhalaba profundamente cuando la puerta se abrió. Contuvo la respiración al ver ante ella el cuerpo escultural de Damián Zóster, recién salido de la ducha, pero para su fortuna con un pantalón. De su cabello húmedo caían pequeñas gotas que resbalaban por el pecho desnudo, el mismo donde ella había apoyado la cabeza. Debía ser muy cómodo con lo grandotes que estaban sus pectorales, ni hablar del vientre. Nunca había visto tanto múscu