Alana llamó a la puerta de la habitación de los Zóster en la residencia de hombres, sin creer que sus pies la hubieran llevado hasta allí. A veces pensaba que Ximena se había equivocado de carrera. Una mujer con sus habilidades para la disuasión debía dedicarse a la política, al derecho, a la publicidad o por último a vender seguros. En la ingeniería su talento se desaprovechaba. De cualquier modo ya era tarde para arrepentirse, ya había llamado a la puerta, ya debían haberla oído y si salía corriendo creerían que andaba haciendo alguna broma o algo peor.
Inhalaba profundamente cuando la puerta se abrió. Contuvo la respiración al ver ante ella el cuerpo escultural de Damián Zóster, recién salido de la ducha, pero para su fortuna con un pantalón. De su cabello húmedo caían pequeñas gotas que resbalaban por el pecho desnudo, el mismo donde ella había apoyado la cabeza. Debía ser muy cómodo con lo grandotes que estaban sus pectorales, ni hablar del vientre. Nunca había visto tanto músculo junto.Era un hombre guapo, el más guapo que hubiera visto, eso le jugaría en contra más tarde.Exhaló por fin porque se estaba asfixiando mientras se deleitaba impúdicamente con el cuerpo de Damián, como si fuera una... ¡Una Ximena cualquiera!—Hola, yo...Damián entró, dejándola con la palabra en la boca. De su clóset sacó una camiseta y Alana sintió culpa de las indiscretas miradas que le daba. Sí que tenía una espalda para nadar en ella.¡Ojalá y los pensamientos de Ximena salieran de su cabeza!—¿Qué quieres? Tengo prisa.Ahí estaba. La demostración más contundente de que su amiga alucinaba y que Damián Zóster era un maleducado odioso que podía tener ligeras muestras de amabilidad durante la madrugada.—Yo...La mirada tan intensa que le daba el hombre era espeluznante. No estaba segura de si la detestaba, quería matarla o sólo destriparla para que muriera lentamente. Y ella no era indiferente, claro que no. La nuca le cosquilleaba como si fuera un ratón a punto de mordisquear el queso en la ratonera. Viendo esos ojos oscuros anticipaba algo que estaba por venir, pero que no llegaba, como un temor instintivo a un desastre inminente. Era una sensación enloquecedora. Era la advertencia que no supo interpretar.—Yo quería agradecerte por ayudarme anoche y...—Agradécele a Marcos, él te ayudó. Permiso.Alana se quitó de la puerta y él se fue por el pasillo, llevándose toda el aura de tensión que cargaba consigo. Hasta el aire le pareció más liviano cuando ya no estuvo cerca de él. Qué malas vibras le daba. Debía ser de esas personas que, cuando estaban estresadas, acababan estresando a todas las demás. Mientras más lejos estuviera de él, mejor, pensó en aquel momento.Al salir, en los estacionamientos frente a la residencia vio a Damián hablando con Marcos. Por sus gestos, parecían tener una acalorada discusión. Marcos la miró y se encaminó hacia ella, mientras Damián subía a su auto deportivo y se iba. ¿Quién tenía un auto deportivo en la universidad? La mayoría apenas y tenía bicicletas.—Hola, ¿estabas buscándome? Ya te ves mucho mejor. —Marcos sí que era un príncipe, tanto en modales como en educación. Su sincera sonrisa derretía glaciares y estaba llena de amabilidad. Definitivamente compartir sangre y genes no decía nada sobre el carácter de la gente. 〜✿〜—Pues ciertamente es extraño que Damián niegue lo que hizo, fue algo bueno —decía Ximena mientras repasaba su maquillaje ayudándose de su teléfono.Estaban en la terraza del bar a unas cuadras del campus. Era el sitio indiscutido para festejar cada fin de semestre o cuando se les diera la gana, siempre había una razón para festejar cuando se era joven y libre de mayores responsabilidades.—Es evidente que no quiere tener ningún tipo de vínculo conmigo, ni las gracias quiere que le dé y yo no voy a estorbarle. No lo quiero de enemigo —aseguró Alana.Ella apenas se maquillaba. Un bálsamo labial era su compañero inseparable porque los labios se le resecaban cuando se ponía ansiosa y le daba por humedecerlos o morderlos. Le gustaba ser natural, ya se maquillaría cuando empezaran a salirle arrugas.—Tal vez no quiere que se arruine su imagen de tipo rudo. De sólo recordar cómo te acurrucaba en su pecho se me derrite el corazón. Le gusta aparentar que es un despiadado lobo, pero en el fondo es una ovejita.Alana se puso pálida. En un segundo pasaron por su cabeza las peores imágenes de sus pesadillas y el miedo instintivo la sacudió en un escalofrío.—Ok, mala elección de palabras, lo lamento. Saber que voy a estar tan cerca de mi príncipe me pone nerviosa.—Pues prepárate porque ahí viene.Ximena no se aguantó y volteó a verlo, Marcos caminaba por la acera como si fuera un hombre más, pese a que el mundo se rendía a sus pies. Si hasta le pareció que el cielo se iluminaba con su presencia, como si trajera la primavera consigo y el otoño retrocediera, incapaz de hacerle frente a su incontenible energía.—Hola, chicas. ¿Cómo están?—Bien ¿Y tú? —preguntó Alana.—Genial, sobre todo si puedo pasar la tarde con dos chicas guapas y simpáticas.—Yo estoy de maravillas —dijo Ximena, jugueteando con sus rizos rojizos.Solía hacer eso cuando coqueteaba, Alana ya se sabía todos sus trucos.—Pues así te ves también —comentó Marcos.Eso le daría a la mujer material suficiente para fantasear por semanas. Su príncipe parecía bastante receptivo y Alana se preparó para lo que se le venía por delante. Ya sabía que sería el mal tercio cuando lo invitó a salir en agradecimiento, pero Ximena jamás le habría perdonado que no la invitara y ella no saldría sola con un chico que podría malinterpretar su gratitud, así que serían ella y su jugo de piña. Una buena cita. 〜✿〜Damián miró una vez más el reloj que estaba en su velador. Habían pasado apenas dos minutos desde la última vez que lo había hecho.Y Marcos todavía no volvía.Los indeseables pensamientos que lo acosaban sólo lo instaban a aumentar el rigor de sus ejercicios. Quemar grasa era la terapia perfecta para combatir la ansiedad y la frustración. Y la ira también. Su trabajado cuerpo decía mucho de lo frecuentes que eran tales sentimientos en él.El vientre ya le ardía. Dejó los abdominales y pasó a las flexiones de brazo, sin evitar mirar el reloj otra vez. Un minuto había pasado. Era increíble cómo se estiraba el tiempo cuando estaba hecho un energúmeno como ahora, que la sangre le hervía dentro de las venas hinchadas.Marcos llegó media hora después, muy sonriente. Olía a cerveza y a perfume de mujer.—Sí que tardaste. Debiste pasártelo muy bien —masculló Damián, estirando sus músculos fatigados o al día siguiente no se podría ni mover.—Me lo pasé de lujo, pero no me mires así. Pudiste ser tú y no quisiste.—No digas estupideces.—Tarde o temprano tendrás que hacerle frente a esto, Damián. Y creo que es mejor temprano. La chica es un encanto, dulce, simpática y con un inocente atractivo que podría abrir el apetito de cualquiera. Es perfecta para ti.—Cállate, no me interesa saberlo, no me interesa nada de ella. Sabía que era una mala idea venir a estudiar aquí, nunca debí hacerte caso. Desearía nunca haberla conocido.—Pues qué lástima porque es el destino que te tocó y lo sabes, hasta tu subconsciente lo sabe. ¿Por qué si no te despertaste como un loco y corriste hacia ella cuando se desmayó anoche? Yo te lo diré, Damián, porque es tu mate y la necesitas, porque es parte de tu ser, porque tu corazón la llama y el de ella a ti. —Le puso la palma en el pecho sólo para comprobar el estruendo que había allí dentro.Damián se la apartó con brusquedad. El hijo del alfa no podía acabar emparejado con una humana, eso era impensable, era una deshonra, una aberración inaceptable, puede que hasta un crimen, no estaba seguro.—Para variar bebiste demasiado —acusó.—Claro que no —aclaró Marcos—. Si estuviera ebrio me estaría revolcando con la amiga de tu chica. Esa mujer está como quiere y la traigo loca, pero no se lo dejaré tan fácil. Qué se esfuerce por mí, me lo merezco.Damián no estaba dispuesto a seguir oyendo las sandeces de un borracho. Se calzó una sudadera negra con capucha y salió. Que la suave brisa que convertía a los árboles en sonajeros le enfriara la cabeza para poder pensar con claridad. Eso necesitaba, recuperar la serenidad que había perdido al encontrarse con Alana y recuperar ese corazón traicionero que se agitaba como pez fuera del agua y que se sentía ajeno en su propio pecho cada vez que la veía. No quería creer que latía por ella, no quería aceptar que estaba ligado a ella, no a una humana, no a esa humana.Luego de mucho caminar, alzó la cabeza y se halló parado frente a la residencia de las mujeres, justo debajo de la ventana de Alana, que estaba en el segundo piso, en el extremo derecho. Allí se quedó porque sus pies no siguieron avanzando. Y no lo hicieron porque su cabeza no se los ordenó, la traidora esperaba, atenta a la cortina gris, donde la sombra de Alana podía proyectarse.¡Hasta su sombra anhelaba!Cuando por fin apareció, Damián supo, con aterradora certeza, que su corazón ya no latía por él. Y tuvo miedo.Había perdido la razón, eso concluyó Damián, con la cabeza a punto de estallar. Y le seguía el corazón, que estaba igual de alborotado y luego otras partes que no eran tan elegantes, pero que manifestaban con igual entusiasmo su sentir hacia Alana.Seguía mirando la sombra. ¿Qué era más etéreo e intangible que una sombra? ¿Qué era más absurdo que admirarla cuando había tanto para admirar a su alcance? Pero ahí seguía, con la ansiedad en aumento, acumulándose como la lava de un volcán, y la presión había aumentado mucho más después de haberse atrevido a cargarla en sus brazos, pero qué más podía hacer. Dejarla tirada en el suelo no era una opción. Y tocarla había puesto en marcha todo un cúmulo de sensaciones indeseadas que lo llevaban a tener unas ganas locas de meterse por esa ventana. Pero no lo haría porque intuía las nefastas consecuencias que habría para ambos. Debía huir, alejarse de ella, negar el deseo que lo estaba poseyendo, actuar con cordura, eso le decían siglos de superv
La fresca y liviana brisa otoñal empezó a espesarse como la crema batida, obra y gracia del señor del estrés y su asfixiante aura.—¿Disculpa? —cuestionó Ximena, con los brazos en jarra.Sólo entonces Damián fue consciente del lío en el que se acababa de meter, ni siquiera sabía en qué momento había pasado de estar en la sexta fila a la orilla de la cancha. Y hablando más de la cuenta. —Me lo decía a mí —aclaró Marcos—. Mañana hay examen de álgebra y ya es tarde. Es bueno dormir bien antes de un examen.—Es cierto. Mejor lo dejamos para otro día —repuso Pedro.Se despidieron. Alana y Ximena partieron rumbo al área residencial, en compañía de Marcos. Damián caminaba a varios pasos tras ellos. De vez en cuando Alana se volvía a verlo con disimulo, él giraba el rostro.—Gracias por acompañarnos, Marcos. Falta seguridad en este lugar, anda un degenerado que se masturba mientras espía por las ventanas de los dormitorios de mujeres —comentó Ximena, con su voz de damisela en peligro.—¿De v
—¡Ay Xime, me muero de la vergüenza! —exclamaba Alana. Ximena también se moría, pero de la risa.—Ya no podré ni mirarlo, cada vez que lo haga me acordaré de sus ojitos rojos. El pobre no dejaba de llorar —lamentó Alana.—Demostraste que el energúmeno tiene lágrimas. ¡Es un gran logro! ¡Jajajajaja!—¿Y si queda ciego?—Si eso fuera posible saldría en las advertencias del spray y no lo dice, quédate tranquila. Es lo que se merece. Igual acabó en la enfermería contigo el mentiroso, es el karma ¡Jajajajaja!—Y lo peor es que no me bastó con el spray, también le di una patada. Y ahí abajo.—¡¿Qué?! ¡AJAJAJAJAJA! ¡Salvaste a Lucy de la invalidez! ¡Ay, Ay, me orino!En la residencia de hombres también había risas.—Admite que es gracioso —dijo Marcos.Damián se miraba al espejo, nada parecido a una risa había en su cara, todo lo contrario. Y no sólo sus ojos estaban rojos, toda la piel circundante se había irritado. Parecía un mapache. Le quemaba.—Ya ni siquiera puedo estar en paz porque
Marcos entró al dormitorio cubriéndose la cabeza por si Damián le lanzaba algo. Su primo estaba en la cama, con cara de trauma junto a la caja de galletas vacía.—¿No me digas que estaban malas y te hicieron daño? Qué mata pasiones.—Estaban deliciosas. Fui para agradecerle y la vi besándose con otro.—¿Seguro que era ella?—Sí.—Tú también te besas con otra, están en igualdad de condiciones.—No es lo mismo. Alana no es del tipo de mujer que besaría a alguien sólo para sacarse la calentura. Si lo besó es porque lo ama —concluyó Damián.—Estás siendo muy dramático. Apenas y has hablado con ella, no la conoces. De todos modos, yo te lo advertí. Ella es guapa y tú tardaste demasiado. ¿Qué vas a hacer?—Nada. Al principio no entendí por qué se besaba con otro, pero es evidente. Ella es humana, los humanos no tienen mates, Alana no siente nada de lo que estoy sintiendo yo, ella no está enferma, mi sentir es completamente unilateral, soy el único maldit0 por el destino.—Tienes razón, no l
Alana avanzaba con dificultad, apoyándose del muro. Su lamentable estado empeoró cuando un pie se le dobló y se vio azotando la cara contra el suelo. Sólo se vio porque unos brazos alcanzaron a atraparla y la salvaron del desastre.—¿Damián?—Apenas y puedes mantenerte en pie, ¿cuánto bebiste?No podía creer que ella fuera tan irresponsable, tan indiferente con su propia seguridad y se expusiera de tal modo al peligro. Era una mujer delgada, frágil. Ni patadas podría dar así como estaba. Las ganas de regañarla eran tantas como las de echársela al hombro y llevársela de allí.—No estoy ebria, sólo tomé jugo. Ximena insistió en que usara sus tacones y rompí uno. ¿Me ayudas a llegar a la salida? Ya me aburrió el ruido de este lugar.Eso no tenía que pedírselo, él no iba a soltarla. Lo hizo al llegar a la calle, ella se sentó en el borde de la acera y se quitó los zapatos. Uno tenía el tacón suelto.—Me va a matar cuando lo vea. ¿Sabes si por aquí hay algún zapatero?—No estoy muy seguro d
Nada. En las grabación de seguridad no habían encontrado nada. Alana corría hacia la residencia de mujeres y de pronto se espantaba del aire, de alguna sombra que tal vez algún auto proyectó en el muro de la esquina, de las pesadillas que pululaban en su cabeza trastornada.—Me estoy volviendo loca.—No, claro que no. Estás nerviosa, tal vez algo paranoica, pero no loca. Lo que a mí me llama profundamente la atención es que Damián haya llegado. Te encontró cuando te desmayaste, cuando pensaste que te perseguían y ahora también. Es como tu Superman. Si no se anduviera cogiendo a Lucy sería perfecto.—Ya no quiero seguir así, no puedo más.Ni contarle que alguien había grabado una parte de su pequeño brote psicótico y ahora circulaba por internet. Esperaba que no se volviera viral.Alana y Ximena no asistieron a ninguna de las restantes clases aquel día."Si preguntas tú por ella será menos sospechoso a si lo hago yo", le dijo Damián a Marcos y allá fue él, como el buen beta que era. De
Alana no estuvo muy segura de si alegrarse de que nadie estuviera cerca para oír lo que Damián había dicho o preocuparse por estar a solas con él. Ni ella misma se creía sus palabras, pero estaba tomando con puntualidad sus antipsicóticos, así que debían ser ciertas.—¿Algo más? —preguntó.—¿Necesitas que te lo explique? Porque no tengo ningún problema en hacerlo. Me gustas.Alana se afirmó de la mesa, el piso se le movía. Tal vez debía llevar a Damián a su siguiente cita con el médico. —¿Yo te gusto? —le preguntó él. Ella intentaba que sus neuronas salieran del shock y se reconectaran, pero era difícil. —Vamos, Alana. Somos adultos, es una pregunta sencilla.—Sí, pero me toma por sorpresa. ¿Acaso le había faltado sutileza? —Era bastante evidente —señaló él.—¡¿En qué planeta?! Cuando te vi ahí parado creí que venías a matarme.—Es tensión sexual, Alana, no homicida. Son completamente diferentes.El hombre se le acababa de declarar y ya estaba hablando de sexo, Damián volaba y el
—¡¿Cómo que Damián te besó?! ¡Cuéntamelo todo! —Ximena casi había muerto de la impresión, se había atorado con las palomitas de maíz que comía al enterarse del chisme.—Pues eso, dijo que yo le gustaba, me preguntó si sentía lo mismo, ordenamos los libros y me besó por todas partes.—¡¿Que qué?! —Las palomitas que todavía le quedaban volaron por los aires cuando saltó a la cama de Alana—. ¡Alana Valencia! ¡¿Lo dejaste hacerte un oral en la biblioteca?!—¡No! ¡Por Dios! Hablo de la cara, por todas partes de la cara.Y la cara le ardía al imaginarse otra cosa. Muy en el fondo sabía que, en aquel momento de frenética calentura, si Damián hubiera ofrecido hacérselo, ella habría aceptado.Y tal vez se lo habría devuelto.Se cubrió la cara, dejándose caer en la cama. Quería gritar de la emoción.—¿Entonces te gusta?—¡Me encanta!Fue Ximena la que gritó por ella.—Esto es todo un acontecimiento, el tipo está bueno, pero debe ser fuego puro si derritió a la dama de hielo.—Es lindo. Me hizo