Alana no estuvo muy segura de si alegrarse de que nadie estuviera cerca para oír lo que Damián había dicho o preocuparse por estar a solas con él. Ni ella misma se creía sus palabras, pero estaba tomando con puntualidad sus antipsicóticos, así que debían ser ciertas.—¿Algo más? —preguntó.—¿Necesitas que te lo explique? Porque no tengo ningún problema en hacerlo. Me gustas.Alana se afirmó de la mesa, el piso se le movía. Tal vez debía llevar a Damián a su siguiente cita con el médico. —¿Yo te gusto? —le preguntó él. Ella intentaba que sus neuronas salieran del shock y se reconectaran, pero era difícil. —Vamos, Alana. Somos adultos, es una pregunta sencilla.—Sí, pero me toma por sorpresa. ¿Acaso le había faltado sutileza? —Era bastante evidente —señaló él.—¡¿En qué planeta?! Cuando te vi ahí parado creí que venías a matarme.—Es tensión sexual, Alana, no homicida. Son completamente diferentes.El hombre se le acababa de declarar y ya estaba hablando de sexo, Damián volaba y el
—¡¿Cómo que Damián te besó?! ¡Cuéntamelo todo! —Ximena casi había muerto de la impresión, se había atorado con las palomitas de maíz que comía al enterarse del chisme.—Pues eso, dijo que yo le gustaba, me preguntó si sentía lo mismo, ordenamos los libros y me besó por todas partes.—¡¿Que qué?! —Las palomitas que todavía le quedaban volaron por los aires cuando saltó a la cama de Alana—. ¡Alana Valencia! ¡¿Lo dejaste hacerte un oral en la biblioteca?!—¡No! ¡Por Dios! Hablo de la cara, por todas partes de la cara.Y la cara le ardía al imaginarse otra cosa. Muy en el fondo sabía que, en aquel momento de frenética calentura, si Damián hubiera ofrecido hacérselo, ella habría aceptado.Y tal vez se lo habría devuelto.Se cubrió la cara, dejándose caer en la cama. Quería gritar de la emoción.—¿Entonces te gusta?—¡Me encanta!Fue Ximena la que gritó por ella.—Esto es todo un acontecimiento, el tipo está bueno, pero debe ser fuego puro si derritió a la dama de hielo.—Es lindo. Me hizo
—¿Iremos muy lejos? —preguntó Alana al ver llegar a Damián en el deportivo. —No, no tanto.—Es una linda tarde para caminar.Alana mandaba y como Damián no quería hacer nada que opacara su primera cita, fue a dejar el auto a los estacionamientos.—Caminemos entonces. Nuevamente un silencio incómodo los acompañaba como una sombra. En el auto al menos podrían haber puesto música. Eran dos extraños que aparentemente se amaban por obra y gracia del destino, pero no dejaban de ser eso, extraños.—¿Qué tipo de música te gusta? —preguntó él.—El rock japonés es mi favorito.Nunca en su vida había él escuchado algo de eso. Tendría que aprender.—¿Y a ti?—El metal industrial y alternativo también —contó Damián.Una nueva oleada de silencio incómodo fue rota por la risa de Alana.—Somos muy diferentes —reconoció ella.—Sí, supongo que eso lo hará más interesante. Ya sabes lo que dicen, los polos opuestos se atraen.—Pero no somos imanes, eso aplica para el electromagnetismo y la electricidad
Además de Ximena y Damián, hub0 otra persona que más tarde influiría en la vida de Alana y a quien también conoció en la universidad, en un día lleno de altibajos y que comenzó con la clase de Finanzas. Ximena maldecía, mirando su teléfono.—¿Qué pasa? —le preguntó Alana.—Nada. Necesito encontrar a alguien que sepa de hackeo. Quiero eliminar un video que anda dando vueltas por ahí.—Espero que no sea un video sucio tuyo. —Las risas de Alana duraron hasta que una enorme mano peluda y con filosas garras le atrapó un hombro.El grito que dio no dejó a nadie en su puesto. Tal era el horror en su voz que algunos estuvieron a punto de salir corriendo.—¡¿Te crees muy chistoso?! —reclamó, Ximena, enfurecida con quien estaba tras su amiga y le jugaba la espantosa broma que la tenía presa del pánico.La mano de lobo era parte de un disfraz, pero enterarse de aquello no logró que regresaran a su sitio las imágenes de pesadilla que acosaron la mente de Alana: una mano como esa alzando a su mad
El semestre llegaba a su fin y, tras los últimos exámenes, venía el merecido descanso de dos semanas, algo breve, pero que aprovecharían lo mejor posible. Alana había planeado salir la primera semana con Ximena y la segunda pasarla en casa de su abuela, pero ahora debía incluir a su novio en sus planes.—¿Llevas bloqueador, gafas, un bikini minúsculo? —preguntó Ximena.—¿Como los que usas tú? Mejor voy desnuda de una vez. Quiero algo cómodo para nadar. —Alana metió lo que le faltaba en el bolso y estuvo lista. Damián la había invitado a pasar unos días en la playa, aprovechando que habría buen tiempo. Decir que estaba nerviosa era poco. Por primera vez dormiría afuera con un hombre y sospechaba que pasaría lo que debía pasar. La ansiedad se la comía. —¿Tus píldoras anticonceptivas? —preguntó Ximena.—Ya las guardé. Este mes he olvidado tres días tomármelas. —Pon una alarma. Y si se te olvida, aguántate aunque sea difícil.¿Por qué sería difícil?, se preguntaba Alana, si ya se había
El segundo día más horrible de la vida de Alana y el primero de Damián comenzó cuando él no le contestó una llamada por la mañana. A dos días de que comenzaran las clases, saldrían juntos de compras y almorzarían fuera.Ximena todavía no regresaba de visitar a su familia. Lo llamó nuevamente. Que pudiera estar en la ducha le pareció bastante probable hasta que no llegó a la hora acordada. Fue a verlo temiendo que algo malo pudiera haberlo pasado. Quien abrió la puerta fue una mujer, cabello alborotado, rostro deslavado. Parecía recién salida de la cama y llevaba apenas una camiseta que dejaba afuera su hombro derecho. Su primer pensamiento fue que Marcos estaba engañando a Ximena y la furia por su amiga se convirtió en consternación cuando reconoció que la camiseta era de Damián.Se abrió paso y entró a la habitación, donde sólo estaba Damián, con el torso desnudo. Había lencería repartida por el suelo y la cama donde habían estado juntos tantas veces estaba toda revuelta.La mujer se
Segunda parte: "Contra un destino inevitable"Alana continuó con su vida alejada de los lobos, o eso creyó ella. La pesadilla donde habían muerto sus padres, fuera cual fuese la causa, ocupaba cada vez menos espacio en su cabeza. Ahora había otras preocupaciones, como compatibilizar sus estudios con la crianza de su hijo, para lo que Ximena fue un apoyo fundamental.Una noche, mientras repasaba para un examen, el pequeño Martín, de once meses, le dio un susto de muerte que la hizo lanzar sus apuntes por los aires. El niño aulló. Era una simple vocalización, igual que los "agú" habituales, pero que le puso la carne de gallina. Martín aullaba, gateando en la cama. Como madre primeriza, fue con sus inquietudes al médico. "Los bebés imitan los sonidos que escuchan", le dijo él. Alana no tenía televisión, ni perro, ni nada que hiciera un sonido similar. Fue cuando el miedo volvió y supo que jamás se iría. El miedo era cíclico, iba y venía como las olas y rogaba para que su bebé no la desp
—Pues es una coincidencia, nada más. No dejes que algo así perturbe tu merecido descanso —dijo Ximena luego de que Alana le contara sobre su encuentro con Mateo.—Hay algo en él que me inquieta, no sé qué sea. Tampoco sé cómo explicarlo. —Ten a mano tu spray y recuerda lo fuerte que eres, Alana. Que ningún hombrecito te asuste, tú puedes con cualquiera que se cruce por tu camino, tienes el poder de una mamá leona.Alana se despidió y se sirvió un té. Aprovechando que Martín dormía la siesta, fue a sentarse al pórtico. Desde los cerros, más allá del lago, densas masas de niebla venían descendiendo y la temperatura había bajado unos cuantos grados comparado con el día anterior. El aire olía a lluvia y, pese al frío, le fascinaba. Se ajustó la bufanda y bebió un sorbo de su té, mirando la calle por la que casi nadie transitaba y que desembocaba en un pequeño muelle, donde algunos viejos botes descansaban esperando que alguien los usara. Si al día siguiente había buen tiempo, conseguiría