—¡Ay Xime, me muero de la vergüenza! —exclamaba Alana.
Ximena también se moría, pero de la risa.—Ya no podré ni mirarlo, cada vez que lo haga me acordaré de sus ojitos rojos. El pobre no dejaba de llorar —lamentó Alana.—Demostraste que el energúmeno tiene lágrimas. ¡Es un gran logro! ¡Jajajajaja!—¿Y si queda ciego?—Si eso fuera posible saldría en las advertencias del spray y no lo dice, quédate tranquila. Es lo que se merece. Igual acabó en la enfermería contigo el mentiroso, es el karma ¡Jajajajaja!—Y lo peor es que no me bastó con el spray, también le di una patada. Y ahí abajo.—¡¿Qué?! ¡AJAJAJAJAJA! ¡Salvaste a Lucy de la invalidez! ¡Ay, Ay, me orino!En la residencia de hombres también había risas.—Admite que es gracioso —dijo Marcos.Damián se miraba al espejo, nada parecido a una risa había en su cara, todo lo contrario. Y no sólo sus ojos estaban rojos, toda la piel circundante se había irritado. Parecía un mapache. Le quemaba.—Ya ni siquiera puedo estar en paz porque me viene esa sensación de angustia que me guía hacia ella y luego ocurre esto. Es una clara señal de que esa mujer será mi ruina. Tengo que alejarme de ella.—Es todo lo contrario, tienes que acercarte a ella para asegurarte de que está bien. Sólo así recuperarás la paz, sólo así confirmarás que es tu mate.—¡¿Confirmarlo?! ¿Qué corra hacia ella cuando está en peligro no es suficiente confirmación? ¿Qué mi corazón lata como lo hace cuando está cerca no lo es? ¿O que me hierva la sangre cada vez que la veo?—Estás enamorado.—¡No! ¡Estoy enfermo! Así me siento, como un enfermo. Ella me enfermó, es... es peor que el Covid.Marcos estalló en carcajadas, mientras Damián no daba más con la angustia que le apretaba el pecho. Empezó a lagrimear.—No sé qué hacer... nunca me había sentido tan perdido... El corazón me duele más que las bolas que me pateó...Los intentos de Marcos por controlar sus carcajadas fallaron incluso con su primo llorando a mares. Se dio una bofetada.—Ya, Dami. Tranquilo.—Me arden los ojos...—Ay, jajaja... Ejem. Escucha, lo solucionaremos. Todo tiene solución, incluso los designios ineludibles del destino, que no te engañen las tragedias griegas, qué saben ellos. Lo resolveremos y empezaremos por ponerte las gotas que te recetaron para los ojos. Todo estará bien, ya verás... jajaja... 〜✿〜Nada como un fin de semana lejos de Alana para poner sus ideas en orden. Damián ni siquiera había pensado en ella, lo consideraba un éxito. Ahora, de vuelta en clases, se preguntaba a dónde habría ido ella en sus días libres. Él había salido a divertirse con Marcos, supuso que ella haría lo mismo. ¿Habría regresado a dormir por la noche?—Hola —lo saludó Alana, sobresaltándolo.No la sintió llegar, otra buena señal. Se sentía optimista.—Hola —respondió de mala gana. Ya casi le salía natural.Alana se sentó frente a él en la mesa de los jardines afuera del edificio de matemática.—Yo... no imaginas lo apenada que sigo por lo que ocurrió. Hice algo para ti, por favor, acéptalo.¿Ella había hecho algo para él? ¿Ella había pensado en él durante el fin de semana?Alana sacó una caja de la bolsa de tela que llevaba. Un suave aroma a limón, vainilla y chocolate anticipó la sorpresa. Eran galletas, hechas y decoradas por sus propias manos.—¿Tus ojos están mejor?—Sí. —Llevaba gafas de sol y no se molestó en quitárselas. Seguía mirando las galletas. Había una con forma de flor y los pétalos cubiertos de mermelada.—Qué bueno. Espero que las disfrutes y no te traiga problemas con tu novia.—No... —Claro que las disfrutaría, sólo sentir su aroma ya era un gozo indescriptible que le nublaba la cabeza—. Espera, ¿cuál novia?Alana ya iba a varios metros de distancia. Ni las gracias había alcanzado a darle.Todavía en estado de shock se fue al dormitorio, no tenía más clases en la tarde.—Ella es un encanto —reconoció Marcos—. A mí nunca me han dado galletas. Nunca una hembra me ha dado nada, siempre esperan que seamos nosotros los que dan. A mí también me gustan los chocolates y las flores.—No debí recibirlas.—Piensa que es tu compensación por casi quedarte ciego e impotente.—No me las voy a comer.—Pues no dejaré que se pongan rancias. —Marcos iba llevándose una a la boca cuando Damián se la quitó—. No comes, ni dejas comer. Te estás poniendo insoportable.—¡Estar cerca de ella me pone así! Ojalá y se fuera del campus y del país también. Y del planeta si fuera posible. ¡La quiero en Marte, en Júpiter!—Y acabarías volviéndote astronauta. Escucha, Damián. Cómete esas galletas y luego ve y cómetela a ella. Gózala, fóllala hasta cansarte. Tal vez sólo estás caliente. Sácate las ganas que le tienes y luego déjala. Fin del asunto.—Es un consejo espantoso.—¿Por qué? Es lo que haces con la rubia ¿no?—Sí, pero Lucy está en la misma onda que yo, ella tampoco quiere nada más.—¿Y piensas que Alana sí? Tal vez es una zorra y sólo se hace la inocente... —Todo el aire se le salió cuando Damián lo cogió de la camiseta y lo empujó contra el muro.Por poco y escupió un pulmón.—¡Nunca vuelvas a hablar así de ella!Marcos sonrió, Damián usó todo su autocontrol para no romperle la cara.—Así como expresas la ira deberías expresar lo que sientes por Alana. Es a ella a la que quieres tener contra el muro, no a mí.Damián lo soltó, hastiado.—Medítalo o ve preparándote para tener a un nuevo compañero de habitación porque ya me estás aburriendo. —Alcanzó a cerrar la puerta antes de que lo golpeara lo que Damián le lanzó. Esperaba que no fuera la caja de las galletas.Las galletas estaban intactas, Damián las miraba sentado en la cama. Sólo con el aroma se le hacía agua la boca. No era de comer cosas dulces, pero estas las había hecho ella. Cada ingrediente que mezcló, cada minuto que esperó mientras se horneaban, cada decoración que hizo fue pensando en él. Quería saborear toda esa dedicación, llenarse con sus sentimientos.Se comió una de limón, estaba deliciosa. Cogió una con chispas de chocolate. Era chocolate amargo, perfecto. Devoró la flor, que sabía a vainilla y fresa. Y siguió con las demás, preso de un éxtasis que lo tenía flotando, desbordado de felicidad, de una dicha que no parecía tener forma ni límites.Cuando volvió en sí se estaba comiendo las migajas, no dejó ninguna. Hasta la caja podría haberse comido de haberla hecho ella. Fue a lavarse los dientes y estuvo listo. Si tan increíble bienestar lo había invadido sólo por comerse sus galletas, no imaginaba qué pasaría si llegaba a besarla. O a hacerla suya.Marcos tenía razón, si no enfrentaba lo que sentía acabaría loco. Ya estaba medio loco, era la locura la que lo guiaba hacia la residencia de mujeres. Ni siquiera sabía cómo, pero estaba seguro de que la encontraría allí. ¿Y luego qué?Montones de ideas pasaban por su cabeza, enredadas como un plato de spaghetti. Alana era su enfermedad, pero empezaba a comprender que también sería su cura, ya enfrentarían las consecuencias después, ya habría tiempo para pensar, ahora dejaría que todo fluyera. Si el destino dictaba que ella era su mate, pues dejaría que se concretara. ¿Acaso se podía ir contra el destino? Dio la vuelta al edificio y allí estaba Alana en todo su esplendor, besándose con otro.Marcos entró al dormitorio cubriéndose la cabeza por si Damián le lanzaba algo. Su primo estaba en la cama, con cara de trauma junto a la caja de galletas vacía.—¿No me digas que estaban malas y te hicieron daño? Qué mata pasiones.—Estaban deliciosas. Fui para agradecerle y la vi besándose con otro.—¿Seguro que era ella?—Sí.—Tú también te besas con otra, están en igualdad de condiciones.—No es lo mismo. Alana no es del tipo de mujer que besaría a alguien sólo para sacarse la calentura. Si lo besó es porque lo ama —concluyó Damián.—Estás siendo muy dramático. Apenas y has hablado con ella, no la conoces. De todos modos, yo te lo advertí. Ella es guapa y tú tardaste demasiado. ¿Qué vas a hacer?—Nada. Al principio no entendí por qué se besaba con otro, pero es evidente. Ella es humana, los humanos no tienen mates, Alana no siente nada de lo que estoy sintiendo yo, ella no está enferma, mi sentir es completamente unilateral, soy el único maldit0 por el destino.—Tienes razón, no l
Alana avanzaba con dificultad, apoyándose del muro. Su lamentable estado empeoró cuando un pie se le dobló y se vio azotando la cara contra el suelo. Sólo se vio porque unos brazos alcanzaron a atraparla y la salvaron del desastre.—¿Damián?—Apenas y puedes mantenerte en pie, ¿cuánto bebiste?No podía creer que ella fuera tan irresponsable, tan indiferente con su propia seguridad y se expusiera de tal modo al peligro. Era una mujer delgada, frágil. Ni patadas podría dar así como estaba. Las ganas de regañarla eran tantas como las de echársela al hombro y llevársela de allí.—No estoy ebria, sólo tomé jugo. Ximena insistió en que usara sus tacones y rompí uno. ¿Me ayudas a llegar a la salida? Ya me aburrió el ruido de este lugar.Eso no tenía que pedírselo, él no iba a soltarla. Lo hizo al llegar a la calle, ella se sentó en el borde de la acera y se quitó los zapatos. Uno tenía el tacón suelto.—Me va a matar cuando lo vea. ¿Sabes si por aquí hay algún zapatero?—No estoy muy seguro d
Nada. En las grabación de seguridad no habían encontrado nada. Alana corría hacia la residencia de mujeres y de pronto se espantaba del aire, de alguna sombra que tal vez algún auto proyectó en el muro de la esquina, de las pesadillas que pululaban en su cabeza trastornada.—Me estoy volviendo loca.—No, claro que no. Estás nerviosa, tal vez algo paranoica, pero no loca. Lo que a mí me llama profundamente la atención es que Damián haya llegado. Te encontró cuando te desmayaste, cuando pensaste que te perseguían y ahora también. Es como tu Superman. Si no se anduviera cogiendo a Lucy sería perfecto.—Ya no quiero seguir así, no puedo más.Ni contarle que alguien había grabado una parte de su pequeño brote psicótico y ahora circulaba por internet. Esperaba que no se volviera viral.Alana y Ximena no asistieron a ninguna de las restantes clases aquel día."Si preguntas tú por ella será menos sospechoso a si lo hago yo", le dijo Damián a Marcos y allá fue él, como el buen beta que era. De
Alana no estuvo muy segura de si alegrarse de que nadie estuviera cerca para oír lo que Damián había dicho o preocuparse por estar a solas con él. Ni ella misma se creía sus palabras, pero estaba tomando con puntualidad sus antipsicóticos, así que debían ser ciertas.—¿Algo más? —preguntó.—¿Necesitas que te lo explique? Porque no tengo ningún problema en hacerlo. Me gustas.Alana se afirmó de la mesa, el piso se le movía. Tal vez debía llevar a Damián a su siguiente cita con el médico. —¿Yo te gusto? —le preguntó él. Ella intentaba que sus neuronas salieran del shock y se reconectaran, pero era difícil. —Vamos, Alana. Somos adultos, es una pregunta sencilla.—Sí, pero me toma por sorpresa. ¿Acaso le había faltado sutileza? —Era bastante evidente —señaló él.—¡¿En qué planeta?! Cuando te vi ahí parado creí que venías a matarme.—Es tensión sexual, Alana, no homicida. Son completamente diferentes.El hombre se le acababa de declarar y ya estaba hablando de sexo, Damián volaba y el
—¡¿Cómo que Damián te besó?! ¡Cuéntamelo todo! —Ximena casi había muerto de la impresión, se había atorado con las palomitas de maíz que comía al enterarse del chisme.—Pues eso, dijo que yo le gustaba, me preguntó si sentía lo mismo, ordenamos los libros y me besó por todas partes.—¡¿Que qué?! —Las palomitas que todavía le quedaban volaron por los aires cuando saltó a la cama de Alana—. ¡Alana Valencia! ¡¿Lo dejaste hacerte un oral en la biblioteca?!—¡No! ¡Por Dios! Hablo de la cara, por todas partes de la cara.Y la cara le ardía al imaginarse otra cosa. Muy en el fondo sabía que, en aquel momento de frenética calentura, si Damián hubiera ofrecido hacérselo, ella habría aceptado.Y tal vez se lo habría devuelto.Se cubrió la cara, dejándose caer en la cama. Quería gritar de la emoción.—¿Entonces te gusta?—¡Me encanta!Fue Ximena la que gritó por ella.—Esto es todo un acontecimiento, el tipo está bueno, pero debe ser fuego puro si derritió a la dama de hielo.—Es lindo. Me hizo
—¿Iremos muy lejos? —preguntó Alana al ver llegar a Damián en el deportivo. —No, no tanto.—Es una linda tarde para caminar.Alana mandaba y como Damián no quería hacer nada que opacara su primera cita, fue a dejar el auto a los estacionamientos.—Caminemos entonces. Nuevamente un silencio incómodo los acompañaba como una sombra. En el auto al menos podrían haber puesto música. Eran dos extraños que aparentemente se amaban por obra y gracia del destino, pero no dejaban de ser eso, extraños.—¿Qué tipo de música te gusta? —preguntó él.—El rock japonés es mi favorito.Nunca en su vida había él escuchado algo de eso. Tendría que aprender.—¿Y a ti?—El metal industrial y alternativo también —contó Damián.Una nueva oleada de silencio incómodo fue rota por la risa de Alana.—Somos muy diferentes —reconoció ella.—Sí, supongo que eso lo hará más interesante. Ya sabes lo que dicen, los polos opuestos se atraen.—Pero no somos imanes, eso aplica para el electromagnetismo y la electricidad
Además de Ximena y Damián, hub0 otra persona que más tarde influiría en la vida de Alana y a quien también conoció en la universidad, en un día lleno de altibajos y que comenzó con la clase de Finanzas. Ximena maldecía, mirando su teléfono.—¿Qué pasa? —le preguntó Alana.—Nada. Necesito encontrar a alguien que sepa de hackeo. Quiero eliminar un video que anda dando vueltas por ahí.—Espero que no sea un video sucio tuyo. —Las risas de Alana duraron hasta que una enorme mano peluda y con filosas garras le atrapó un hombro.El grito que dio no dejó a nadie en su puesto. Tal era el horror en su voz que algunos estuvieron a punto de salir corriendo.—¡¿Te crees muy chistoso?! —reclamó, Ximena, enfurecida con quien estaba tras su amiga y le jugaba la espantosa broma que la tenía presa del pánico.La mano de lobo era parte de un disfraz, pero enterarse de aquello no logró que regresaran a su sitio las imágenes de pesadilla que acosaron la mente de Alana: una mano como esa alzando a su mad
El semestre llegaba a su fin y, tras los últimos exámenes, venía el merecido descanso de dos semanas, algo breve, pero que aprovecharían lo mejor posible. Alana había planeado salir la primera semana con Ximena y la segunda pasarla en casa de su abuela, pero ahora debía incluir a su novio en sus planes.—¿Llevas bloqueador, gafas, un bikini minúsculo? —preguntó Ximena.—¿Como los que usas tú? Mejor voy desnuda de una vez. Quiero algo cómodo para nadar. —Alana metió lo que le faltaba en el bolso y estuvo lista. Damián la había invitado a pasar unos días en la playa, aprovechando que habría buen tiempo. Decir que estaba nerviosa era poco. Por primera vez dormiría afuera con un hombre y sospechaba que pasaría lo que debía pasar. La ansiedad se la comía. —¿Tus píldoras anticonceptivas? —preguntó Ximena.—Ya las guardé. Este mes he olvidado tres días tomármelas. —Pon una alarma. Y si se te olvida, aguántate aunque sea difícil.¿Por qué sería difícil?, se preguntaba Alana, si ya se había