La fresca y liviana brisa otoñal empezó a espesarse como la crema batida, obra y gracia del señor del estrés y su asfixiante aura.
—¿Disculpa? —cuestionó Ximena, con los brazos en jarra.Sólo entonces Damián fue consciente del lío en el que se acababa de meter, ni siquiera sabía en qué momento había pasado de estar en la sexta fila a la orilla de la cancha. Y hablando más de la cuenta.—Me lo decía a mí —aclaró Marcos—. Mañana hay examen de álgebra y ya es tarde. Es bueno dormir bien antes de un examen.—Es cierto. Mejor lo dejamos para otro día —repuso Pedro.Se despidieron. Alana y Ximena partieron rumbo al área residencial, en compañía de Marcos. Damián caminaba a varios pasos tras ellos. De vez en cuando Alana se volvía a verlo con disimulo, él giraba el rostro.—Gracias por acompañarnos, Marcos. Falta seguridad en este lugar, anda un degenerado que se masturba mientras espía por las ventanas de los dormitorios de mujeres —comentó Ximena, con su voz de damisela en peligro.—¿De verdad?—Ximena lo vio, pero se escapó rápido —contó Alana.—Qué miserable. Con Damián estaremos atentos por si vemos algo. Tal vez sería bueno que intercambiáramos números, así, si pasa algo nos avisan y vamos. No se arriesguen a enfrentarlo ustedes solas.—Eres un ángel, Marcos. —Ximena le sonrió. Era la sonrisa coqueta edición especial.Las mujeres entraron a la residencia. Damián dio la vuelta en cuanto se encendió la luz de la habitación.—Te conseguí el número de tu chica, ¿qué me darás a cambio?—No es mi chica —aclaró Damián.—Tienes razón, acabará siendo del tal Pedro. ¿Vas a dejar que un coyote se quede con tu hembra? Eso no es de lobos recios como nosotros. Al menos enlázate con ella por la dignidad de nuestra especie, nos traerás mala fama.—¿No te cansas de decir estupideces?—Soy lo suficientemente valiente y seguro de mí mismo como para decirlas. Otros sólo las piensan.—Ya no quiero hablar de esa mujer, me pone de malas.—Pues te espera toda una vida estando de malas si no haces lo que tienes que hacer.En la entrada de la residencia de hombres, sentada en las escalinatas, esperaba una mujer rubia. Se levantó cuando ellos llegaron.—¿Me esperas a mí? —preguntó Marcos.Ella negó, sin dejar de mirar a Damián.—Entonces buenas noches. Recuerda que mañana hay examen.Marcos entró y la mujer llegó junto a Damián, con su andar bamboleante y coqueto.—Te vi en la cancha, pero no quise acercarme. Estabas demasiado atento al partido como para desconcentrarte con mi presencia.—Qué considerada, Lucy.—Mañana hay examen —dijo ella, jugueteando con los brillantes broches de la chaqueta de Damián— y pensé que podríamos repasar.—¿En tu habitación?—No, en un motel.Damián rio, la cogió de la cintura y subieron a su deportivo. Esto era lo que tenía que hacer, claro que sí, para arrancar de una vez a Alana de su cabeza. 〜✿〜—Reprobaré el examen —lamentó Damián en el comedor.Tenía ojeras de parrandero anémico.—Eso te pasa por irte de putas toda la noche y no invitarme. Yo nunca te haría algo así.Ojalá y fuera por eso. Él tenía excelentes habilidades para los cálculos, su cerebro era cien por ciento matemático, ni siquiera le hacía falta estudiar, pero ahora estaba poseído, infestado hasta la última neurona por la nefasta existencia de una mujer. Todos sus intentos por dejar de pensar en Alana habían acabado en fracasos. En cada cogida con la rubia de la noche anterior, él la había visualizado a ella entre sus brazos, su aroma, su calor, la suavidad de su piel. Probó una y otra vez, cambió de posición, de lugar y lo mismo. Estaba loco, era un loco psicótico y obsesionado.—Mira lo bellas que se ven hoy nuestras chicas —señaló Marcos—, son las más lindas del campus y vienen en par, perfectas para nosotros.Damián lo ignoró.—No había visto a Alana con vestido, qué piernas que tiene.Damián ya estaba con la cabeza al revés para mirarla. Llevaba pantalones.—Puto.Marcos rio de buena gana. Las mujeres se detuvieron junto a ellos con sus bandejas, Damián estaba listo para huir, pero ellas no se quedaron. Los saludaron y se fueron a instalar en los pastos del exterior, bajo la sombra de un roble. No había nada como comer en la naturaleza, gozando del equilibrio entre salvajismo y civilización y de la vida en todo su esplendor.—¿No sientes que deberíamos estar allá afuera, comiendo junto a ellas y no aquí sentados y usando ropa? —cuestionó Marcos.Damián no contestó, estaba absorto en la contemplación de Alana y las verduras que se llevaba a la boca. Era increíble que algo tan banal y corriente pudiera sentirse como algo sublime. No era diferente a apreciar una obra de arte.Marcos suspiró, mirando con enfado sus cubiertos. ¿En qué momento habían dejado que la humanidad los privara de los pequeños placeres de la vida salvaje? ¿Cuándo habían abandonado sus costumbres sólo para encajar en la sociedad? Dejó su tenedor a un lado y se dio el gusto de comer con los dedos. Eso era apreciar sus orígenes.—¿Oíste el chisme? Dicen que Lucy anda con don amargado —comentó Ximena.—¿En serio?—Me lo contó Zulema y a esa no se le escapa una.—Es bastante chismosa. Y Lucy no parece encajar con Damián, que se ve tan serio —reflexionó Alana.—Él es un hombre guapo que sabe que es guapo, todas le sirven. Se fueron a un motel anoche. ¿No viste a Lucy cojeando? El musculoso debió darle hasta cansarse.Alana escupió la sopa sobre su bandeja y tosió entre risas. Qué manera de decir idioteces Ximena.—Admite de una vez que te gusta —le dijo Marcos a Damián, que seguía embobado mirando a Alana con una sonrisa resplandeciente, que le había devuelto su jovialidad, pese a las ojeras y su habitual mal humor.—Me pregunto qué le hace tanta gracia —dijo, sin perder detalle de ella gracias a los amplios ventanales.—Es bueno que hayas dejado de escuchar sus conversaciones. Tal vez Ximena le contó un chiste.Alana ya lloraba de la risa.—Espero y ahora a Damián se le quite esa cara de tener un palo metido en el cu...—¡Ya basta, Xime! Hay gente alrededor.—Pero es cierto. Yo le haré un altar a Lucy si se sigue ofreciendo de sacrificio a la bestia por el bien común. Y haré una colecta para comprarle la silla de ruedas.Alana se apretó el vientre por las violentas carcajadas.—¡Oh por Dios, Alana! ¡Míralo! ¡Se está riendo, alabado sea Dios! ¡Santa Lucy milagrosa!Alana miró hacia el interior del comedor. Efectivamente Damián sonreía mientras hablaba con Marcos. Al verlo, la misma sensación de paz de la otra noche la invadió, como si todo estuviera en su sitio luego de un horrendo caos.—Qué bien le hace a la gente el amor ¿no? Parece que eso era lo que él necesitaba —reflexionó.—¿De qué amor me hablas, Alana? Lo de esos dos es puro coger. Sexo duro, salvaje, sin compromisos. Y si te he visto, no me acuerdo. Así es Lucy y el otro debe ser igual. No sólo se vive de amor, el placer también es necesario.No importaba lo que fuera. Si hacía sonreír con tanta alegría a quien siempre parecía enojado, estaba bien. Siempre y cuando no fuera ilegal. 〜✿〜Era el cuarto libro que Alana revisaba. Vivía en la época de la informática y lo que necesitaba no lo había encontrado en la web, así que tuvo que hacerse el ánimo de revisar en los polvorientos libros. Eran pasadas las ocho y la biblioteca ya estaba casi vacía.La sensación de que alguien la observaba la hizo mirar en rededor. Había unas cuatro personas, todas ocupadas. Le sacó fotos a la información que había encontrado para revisarla en su habitación con más calma. Mientras devolvía los libros a los estantes, la inquietud que sentía se agudizó. No sólo alguien la miraba, también la seguía.Cruzó a paso rápido la plaza fuera de la biblioteca y siguió por la acera de la derecha. Se volvió a mirar varias veces. No hallar a nadie tras ella aumentó el pánico que la acometía. No veía a su perseguidor, pero lo sentía, acechándola como a una presa.Y no tardó en imaginarlo como al monstruo de sus pesadillas. Empezó a correr. Si cruzaba la arboleda llegaría más rápido a la residencia. Cuando iba por la mitad, la sensación cesó de golpe, como un ruido que se silenciaba o la luz que se iba al cerrar los ojos. Miró a su alrededor, con el corazón bombeándole en los oídos, con el pánico apretándole el cuello. Nada, sólo los árboles y sus sombras oscuras la rodeaban.Retrocedió, temiendo estar enloqueciendo cuando su espalda chocó con alguien. Y no reparó en ver quién era, en su estado de exaltación actuó por reflejo de supervivencia y cualquier extraño era un peligro. Le roció el spray anti violadores en toda la cara y lo hizo caer al suelo, entre gritos de dolor.—¡Pervertido! —le gritó, al ver que llevaba capucha igual que el hombre que había visto Ximena.Además de cegarlo con el spray de pimienta, le dio una patada en la entrepierna para que aprendiera que las mujeres podían asustarse, pero también defenderse.Iba a darle otra cuando el hombre habló.—¡Soy yo, Alana!—¿Damián?—¡Ay Xime, me muero de la vergüenza! —exclamaba Alana. Ximena también se moría, pero de la risa.—Ya no podré ni mirarlo, cada vez que lo haga me acordaré de sus ojitos rojos. El pobre no dejaba de llorar —lamentó Alana.—Demostraste que el energúmeno tiene lágrimas. ¡Es un gran logro! ¡Jajajajaja!—¿Y si queda ciego?—Si eso fuera posible saldría en las advertencias del spray y no lo dice, quédate tranquila. Es lo que se merece. Igual acabó en la enfermería contigo el mentiroso, es el karma ¡Jajajajaja!—Y lo peor es que no me bastó con el spray, también le di una patada. Y ahí abajo.—¡¿Qué?! ¡AJAJAJAJAJA! ¡Salvaste a Lucy de la invalidez! ¡Ay, Ay, me orino!En la residencia de hombres también había risas.—Admite que es gracioso —dijo Marcos.Damián se miraba al espejo, nada parecido a una risa había en su cara, todo lo contrario. Y no sólo sus ojos estaban rojos, toda la piel circundante se había irritado. Parecía un mapache. Le quemaba.—Ya ni siquiera puedo estar en paz porque
Marcos entró al dormitorio cubriéndose la cabeza por si Damián le lanzaba algo. Su primo estaba en la cama, con cara de trauma junto a la caja de galletas vacía.—¿No me digas que estaban malas y te hicieron daño? Qué mata pasiones.—Estaban deliciosas. Fui para agradecerle y la vi besándose con otro.—¿Seguro que era ella?—Sí.—Tú también te besas con otra, están en igualdad de condiciones.—No es lo mismo. Alana no es del tipo de mujer que besaría a alguien sólo para sacarse la calentura. Si lo besó es porque lo ama —concluyó Damián.—Estás siendo muy dramático. Apenas y has hablado con ella, no la conoces. De todos modos, yo te lo advertí. Ella es guapa y tú tardaste demasiado. ¿Qué vas a hacer?—Nada. Al principio no entendí por qué se besaba con otro, pero es evidente. Ella es humana, los humanos no tienen mates, Alana no siente nada de lo que estoy sintiendo yo, ella no está enferma, mi sentir es completamente unilateral, soy el único maldit0 por el destino.—Tienes razón, no l
Alana avanzaba con dificultad, apoyándose del muro. Su lamentable estado empeoró cuando un pie se le dobló y se vio azotando la cara contra el suelo. Sólo se vio porque unos brazos alcanzaron a atraparla y la salvaron del desastre.—¿Damián?—Apenas y puedes mantenerte en pie, ¿cuánto bebiste?No podía creer que ella fuera tan irresponsable, tan indiferente con su propia seguridad y se expusiera de tal modo al peligro. Era una mujer delgada, frágil. Ni patadas podría dar así como estaba. Las ganas de regañarla eran tantas como las de echársela al hombro y llevársela de allí.—No estoy ebria, sólo tomé jugo. Ximena insistió en que usara sus tacones y rompí uno. ¿Me ayudas a llegar a la salida? Ya me aburrió el ruido de este lugar.Eso no tenía que pedírselo, él no iba a soltarla. Lo hizo al llegar a la calle, ella se sentó en el borde de la acera y se quitó los zapatos. Uno tenía el tacón suelto.—Me va a matar cuando lo vea. ¿Sabes si por aquí hay algún zapatero?—No estoy muy seguro d
Nada. En las grabación de seguridad no habían encontrado nada. Alana corría hacia la residencia de mujeres y de pronto se espantaba del aire, de alguna sombra que tal vez algún auto proyectó en el muro de la esquina, de las pesadillas que pululaban en su cabeza trastornada.—Me estoy volviendo loca.—No, claro que no. Estás nerviosa, tal vez algo paranoica, pero no loca. Lo que a mí me llama profundamente la atención es que Damián haya llegado. Te encontró cuando te desmayaste, cuando pensaste que te perseguían y ahora también. Es como tu Superman. Si no se anduviera cogiendo a Lucy sería perfecto.—Ya no quiero seguir así, no puedo más.Ni contarle que alguien había grabado una parte de su pequeño brote psicótico y ahora circulaba por internet. Esperaba que no se volviera viral.Alana y Ximena no asistieron a ninguna de las restantes clases aquel día."Si preguntas tú por ella será menos sospechoso a si lo hago yo", le dijo Damián a Marcos y allá fue él, como el buen beta que era. De
Alana no estuvo muy segura de si alegrarse de que nadie estuviera cerca para oír lo que Damián había dicho o preocuparse por estar a solas con él. Ni ella misma se creía sus palabras, pero estaba tomando con puntualidad sus antipsicóticos, así que debían ser ciertas.—¿Algo más? —preguntó.—¿Necesitas que te lo explique? Porque no tengo ningún problema en hacerlo. Me gustas.Alana se afirmó de la mesa, el piso se le movía. Tal vez debía llevar a Damián a su siguiente cita con el médico. —¿Yo te gusto? —le preguntó él. Ella intentaba que sus neuronas salieran del shock y se reconectaran, pero era difícil. —Vamos, Alana. Somos adultos, es una pregunta sencilla.—Sí, pero me toma por sorpresa. ¿Acaso le había faltado sutileza? —Era bastante evidente —señaló él.—¡¿En qué planeta?! Cuando te vi ahí parado creí que venías a matarme.—Es tensión sexual, Alana, no homicida. Son completamente diferentes.El hombre se le acababa de declarar y ya estaba hablando de sexo, Damián volaba y el
—¡¿Cómo que Damián te besó?! ¡Cuéntamelo todo! —Ximena casi había muerto de la impresión, se había atorado con las palomitas de maíz que comía al enterarse del chisme.—Pues eso, dijo que yo le gustaba, me preguntó si sentía lo mismo, ordenamos los libros y me besó por todas partes.—¡¿Que qué?! —Las palomitas que todavía le quedaban volaron por los aires cuando saltó a la cama de Alana—. ¡Alana Valencia! ¡¿Lo dejaste hacerte un oral en la biblioteca?!—¡No! ¡Por Dios! Hablo de la cara, por todas partes de la cara.Y la cara le ardía al imaginarse otra cosa. Muy en el fondo sabía que, en aquel momento de frenética calentura, si Damián hubiera ofrecido hacérselo, ella habría aceptado.Y tal vez se lo habría devuelto.Se cubrió la cara, dejándose caer en la cama. Quería gritar de la emoción.—¿Entonces te gusta?—¡Me encanta!Fue Ximena la que gritó por ella.—Esto es todo un acontecimiento, el tipo está bueno, pero debe ser fuego puro si derritió a la dama de hielo.—Es lindo. Me hizo
—¿Iremos muy lejos? —preguntó Alana al ver llegar a Damián en el deportivo. —No, no tanto.—Es una linda tarde para caminar.Alana mandaba y como Damián no quería hacer nada que opacara su primera cita, fue a dejar el auto a los estacionamientos.—Caminemos entonces. Nuevamente un silencio incómodo los acompañaba como una sombra. En el auto al menos podrían haber puesto música. Eran dos extraños que aparentemente se amaban por obra y gracia del destino, pero no dejaban de ser eso, extraños.—¿Qué tipo de música te gusta? —preguntó él.—El rock japonés es mi favorito.Nunca en su vida había él escuchado algo de eso. Tendría que aprender.—¿Y a ti?—El metal industrial y alternativo también —contó Damián.Una nueva oleada de silencio incómodo fue rota por la risa de Alana.—Somos muy diferentes —reconoció ella.—Sí, supongo que eso lo hará más interesante. Ya sabes lo que dicen, los polos opuestos se atraen.—Pero no somos imanes, eso aplica para el electromagnetismo y la electricidad
Además de Ximena y Damián, hub0 otra persona que más tarde influiría en la vida de Alana y a quien también conoció en la universidad, en un día lleno de altibajos y que comenzó con la clase de Finanzas. Ximena maldecía, mirando su teléfono.—¿Qué pasa? —le preguntó Alana.—Nada. Necesito encontrar a alguien que sepa de hackeo. Quiero eliminar un video que anda dando vueltas por ahí.—Espero que no sea un video sucio tuyo. —Las risas de Alana duraron hasta que una enorme mano peluda y con filosas garras le atrapó un hombro.El grito que dio no dejó a nadie en su puesto. Tal era el horror en su voz que algunos estuvieron a punto de salir corriendo.—¡¿Te crees muy chistoso?! —reclamó, Ximena, enfurecida con quien estaba tras su amiga y le jugaba la espantosa broma que la tenía presa del pánico.La mano de lobo era parte de un disfraz, pero enterarse de aquello no logró que regresaran a su sitio las imágenes de pesadilla que acosaron la mente de Alana: una mano como esa alzando a su mad