Capítulo 316
Gabriela pasó un buen rato en aquel pequeño patio, respondiendo uno a uno los mensajes que se habían acumulado durante el día.

La que más había escrito era Marcela, despotricando sin cesar contra su nuevo primer bailarín y rogándole a Gabriela que fuera cuanto antes a rescatarla de su suplicio.

Al terminar de atender todos esos textos, Gabriela sintió que su estado de ánimo mejoraba un poco.

Se puso en pie y regresó al interior.

Nada más entrar en la sala principal, Oliver, que aguardaba allí, se levantó de inmediato:

—Tu abuela ha tenido algunas palpitaciones; tomó la medicación y se acostó —comentó él con voz amable—. Gracias por cubrirla antes y evitarle la quemadura…

—Fui yo quien volcó la tetera —atajó Gabriela con frialdad.

Oliver guardó un instante de silencio. Toda su vida había sido una figura de autoridad, y ahora, en su vejez, se veía obligado a hacer reverencias ante su propia nieta política.

—Todo lo que te he contado hoy es verdad. Deseo que me creas, —dijo, con un tono h
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