Mientras tanto, Cintia había seguido a Gabriela hasta su dormitorio.Esos días hacía más frío; su pierna herida le dolía sutilmente.—Cintia, —inquirió Gabriela de pronto—, ¿sabías que Álvaro tenía un hermano gemelo?Cintia se sorprendió un segundo y luego asintió:—Sí. Murió al nacer, ¿no?—Ah…Gabriela se quedó pensativa.—¿Por qué preguntas por eso de repente? —Cintia, que había tomado un saquito térmico para aliviar el dolor, lo apartó y se acercó con curiosidad, bajando la voz—. Estás muy seria, ¿sucedió algo?Gabriela no respondió enseguida, contemplando por la ventana los copos de nieve que caían con delicadeza.—Simplemente nunca lo había escuchado, —confesó con la mirada perdida.—Es normal, —Cintia se encogió de hombros—. En la familia Saavedra siempre se evitó hablar de ese tema, supuestamente por no entristecer a la señora Sofía… —Luego, con aire conspirativo, agregó—. Pero yo escuché otro rumor: que en realidad el bebé no murió. Nació con algún defecto, y ya sabes cómo es
Álvaro guardó silencio. Se preguntaba si el malestar de Gabriela se debía a que había pedido ayuda a Oliver y Carmen para tramitar el divorcio, y ellos se lo habrían negado.—No digas tonterías, —replicó en voz baja mientras le daba un golpecito en la cabeza—. Hoy vendrá tu médico a revisar tu pierna después de comer. No te vayas a largar por ahí.—Ay, si te dije que estoy bien… ¿para qué tanto médico?Aunque protestó con palabras, la sonrisa en el rostro de Cintia era inconfundible. Para alguien con su historia, un poco de preocupación y cariño resultaban un tesoro.—Y procura comportarte con los abuelos, —añadió Álvaro—. Ya sabes cómo son.—¡Tranquilo! Sé que, como su nieta, tengo que guardar las formas, —Cintia movió la cabeza con energía y se alejó cojeando.Álvaro se quedó parado frente a la puerta de la habitación de Gabriela, dudó un instante, pero al final prefirió no entrar. Dio la vuelta hacia su propia alcoba, se cambió de ropa y bajó a la cocina para encargar un caldo nutri
Álvaro no opuso resistencia; dejó que ella hiciera lo que quisiera.—¿Por qué no me dejas verte ahora? —preguntó con una ligera risa.Gabriela lo observó en silencio. Por un segundo sintió el impulso de contarle todo. Sin embargo, su teléfono sonó, rompiendo ese chispazo de sinceridad.Dio la vuelta para contestar, esforzándose por domar las emociones que amenazaban con desbordarse.La llamada era de Soren. Gabriela pensó que tal vez Kian había encontrado algo, pero nunca imaginó lo que oyó:—Señorita, ¡Iker desapareció! —La voz de Soren sonaba ansiosa—. ¿Usted envió a alguien a llevárselo?—No. ¿Ya revisaron las cámaras en la casa?,** —preguntó ella, frunciendo el ceño.—Antes de que se esfumara, el sistema de seguridad de la villa se quedó bloqueado —respondió Soren con rapidez.—¿Hace cuánto?—Media hora. Vine a traer unas cosas y descubrí que no estaba.Soren agregó algunos detalles. Gabriela había cumplido su palabra y había despedido a los criados que atendían a Iker, sustituyénd
—Olvídalo. Es algo que ya no me importa, —murmuró, y dio un paso para marcharse.Pero Álvaro reaccionó rodeándola desde atrás con sus brazos, reteniéndola con fuerza contra su pecho.—No digas que no te importa, —susurró, con la cara hundida en el hueco de su cuello, en un tono que sonaba a ruego—. No puedes dejar de importarme…Si a uno no le importara, sería porque el amor se había apagado.—Suéltame, —dijo Gabriela, intentando zafarse.Sin embargo, él la sujetó aún más, con la voz hecha añicos de vulnerabilidad:—Gabriela, solo quiero que hables conmigo. Dime lo que sea, reclámame, insúltame si quieres… pero no guardes silencio.Gabriela se quedó sin palabras. ¿Cómo era posible que no hubiera notado antes ese aspecto de Álvaro?—De acuerdo, lo que tú digas. ¡Suelta! —aceptó con resignación, a regañadientes.Aun así, Álvaro aprovechó para afianzar un poco más la situación. Antes de soltarla por completo, le sujetó la barbilla con rapidez y rozó sus labios en un beso fugaz. Solo enton
Gabriela pasó un buen rato en aquel pequeño patio, respondiendo uno a uno los mensajes que se habían acumulado durante el día.La que más había escrito era Marcela, despotricando sin cesar contra su nuevo primer bailarín y rogándole a Gabriela que fuera cuanto antes a rescatarla de su suplicio.Al terminar de atender todos esos textos, Gabriela sintió que su estado de ánimo mejoraba un poco.Se puso en pie y regresó al interior.Nada más entrar en la sala principal, Oliver, que aguardaba allí, se levantó de inmediato:—Tu abuela ha tenido algunas palpitaciones; tomó la medicación y se acostó —comentó él con voz amable—. Gracias por cubrirla antes y evitarle la quemadura…—Fui yo quien volcó la tetera —atajó Gabriela con frialdad.Oliver guardó un instante de silencio. Toda su vida había sido una figura de autoridad, y ahora, en su vejez, se veía obligado a hacer reverencias ante su propia nieta política.—Todo lo que te he contado hoy es verdad. Deseo que me creas, —dijo, con un tono h
Álvaro entró en silencio, y en un santiamén, se acomodó en la cama por el lado opuesto al de Gabriela, con cuidado de no despertarla. Esperó un par de segundos, atento a cualquier movimiento, y al no percibir reacción, se fue acercando centímetro a centímetro hasta rodearla con sus brazos.Para mimetizarse con su aroma, en la ducha había optado por el mismo gel de baño que ella usaba, aunque ahora, al oler su cabellera, se dio cuenta de que el olor no era exactamente igual. Ese perfume proveniente de Gabriela le llenaba el cuerpo entero, sobre todo el corazón, de una quietud dulce y satisfecha.A punto de dormirse, acercó sus labios a los de Gabriela y le dio un beso suave. En el fondo, le habría gustado algo más intenso, pero se contuvo. Sentía que todo iría llegando a su tiempo y que lo mejor sería disfrutar de esos instantes de tranquilidad.«Hay mucho futuro por delante», pensó, cerrando los ojos con una sonrisa.***Iker se sentía afortunado de haber mantenido el hábito de apartar
—¿Noelia? ¡Soy papá! —La voz ansiosa de Iker llegó antes que cualquier palabra de ella.—¡Papá, estás vivo! —sollozó Noelia, con lágrimas que se deslizaban sin control—. Creí que Gabriela ya había acabado contigo. ¡Me encerraron en un manicomio! Tienes que sacarme de aquí cuanto antes.Un escalofrío la sacudió mientras hablaba, aferrándose a la idea de que Iker podía ser su única tabla de salvación.—Te dije siempre que esa perra de Gabriela no debía volver a la familia García, —siguió desahogándose—. Nos arruinó todo: ¡mira cómo terminamos los tres!—¿Cómo que Gabriela te internó en una clínica psiquiátrica? —Iker, desesperado por contactar a Noelia, contuvo el aliento—. ¿Y Álvaro no hizo nada al respecto?—No sé qué brujería le hizo Gabriela, pero ahora todo lo que digo le entra por un oído y le sale por el otro, —respondió Noelia con la voz rota—. Él la protege en todo, ¡hasta con la infidelidad! Gabriela se metió con otro hombre y salió embarazada de un bastardo, y aun así Álvaro n
Gabriela terminó de poner el dentífrico en el cepillo y, sin apartar la vista, contestó:—Voy al mercado de abastos. Señor Saavedra, tan amante de la pulcritud, mejor que no te rebajes acompañándome. Conoces tu manía de quejarte por cualquier cosa y, al final, tendríamos que regresar antes de que siquiera dé dos pasos.—¿De verdad me ves así? —Álvaro fingió sentirse profundamente herido.—Peor, —le cortó Gabriela sin piedad.—Entonces verás que hoy haré un gran esfuerzo por no disgustarte, —replicó él. Sin perder tiempo, se acercó, la rodeó por la cintura y la atrajo hacia sí para robarle un beso. Gabriela frunció el ceño, claramente molesta, pero antes de que pudiera soltar la primera palabra de reproche, él la liberó y huyó con una sonrisa traviesa.Gabriela se quedó ahí, sin saber si reír o gruñir.—Parece que hoy está… poseído —murmuró, apretando con algo más de fuerza el cepillo de dientes.En el comedor, los ancianos se habían levantado temprano. Más aún teniendo en cuenta la inq