Un matrimonio infeliz que terminó en divorcio, no podía tener una segunda oportunidad. Ashley estaba convencida de eso, pero su exmarido trataría a toda costa de volverla a enamorar. Sin embargo, ¿se puede perdonar una infidelidad?
Leer másNo lo podía creer, pero era cierto. Y ahí estaba, al lado de su marido, presenciando como su hija, la más pequeña de su rebaño, caminaba hacia el altar convertida en toda una hermosa mujer.La brisa marina acariciaba el cabello de Aranza, mientras caminaba por la fina arena de la playa, la cual se extendía bajo sus pies descalzos.—Se ve preciosa—le dijo Ashley a su esposo, sin dejar de admirar a su pequeña hija, aunque ya no era tan pequeña, ahora era una linda dama. Aranza, radiante en su vestido blanco de encaje y tul, sostenía un ramo de flores silvestres que combinaba a la perfección con el entorno natural que los envolvía. Su sonrisa era una mezcla de nerviosismo y felicidad, reflejando la emoción de ese día tan especial. Estaba a punto de casarse con el hombre que amaba. Y aunque para cualquiera hubiese podido parecer una decisión apresurada, ya que recién había cumplido sus veintiún años, ella estaba segura de que era con ese hombre con quien quería compartir el resto de su vi
—Me siento extraña. —¿Por qué?—Es que estar sin los niños es…—Estarán bien, Ashley. Mi hermano y su esposa lo cuidarán. Tranquila, ¿sí?—No dudo de eso, es lo que los voy a extrañar. —Yo también, cariño. Pero es justo que tengamos un momento a solas, los dos.La mujer sonrió, por supuesto, que quería estar a solas con su esposo, era solo que se sentía un poco melancólica. Era inseparable con sus niños y estar sin ellos la hacía sentir extraña, como si le faltará algo y, efectivamente, así era. Le faltaba lo más importante, sus hijos. Pero realmente estaba exagerando, ya que solamente sería un fin de semana y sabía que la esposa de Ángel, Karla, los cuidaría muy bien. Karla llegó a la vida de Ángel como un rayo de esperanza, se conocieron de la manera más casual posible. Un día, simplemente, cruzaron miradas en un semáforo y luego se empezaron a ver en otros sitios de manera más frecuentes. Ángel se acercó a ella, conversar con Karla le resultaba fácil, era dulce, servicial, y rá
Su bebé tenía tres meses, pero se sentía tan cansada en ese tiempo compartido. Sin duda ser madre era una tarea realmente agotadora, a pesar de tener experiencia previa en el tema, no dejaba de pasar noches difíciles, noches sin dormir. Sin embargo, cuando veía su pequeño rostro regordete y sus ojitos llenos de curiosidad se derretía cualquier atisbo de cansancio. Con solo mirarla recobraba las fuerzas necesarias para seguir adelante.A sus pies, se encontraba su hijo Arnold, quien jugaba con sus bloques de construcción, creando torres imaginarias que se derrumbaban con un solo movimiento. Su risa era contagiosa y llenaba la casa de alegría, el cual era un sonido que atesoraba.—¡Mami! ¡Mami! ¡Mira la torre que acabo de hacer! —Oh, es enorme, hijo. —¿Crees que cuando sea grande pueda hacer una torre así de grande? —Sin duda, cariño. Podrás lograr todo lo que te propongas y aquí tendrás a mamá, dispuesta siempre a darte una mano, si el camino se torna difícil. —Gracias, mami—le son
Era de noche cuando entró a la habitación de su pequeña, de esa pequeña que aún no nacía, pero que añoraba con mucho amor. Recién había cumplido cuarenta y dos semanas de embarazo, y su niña aún no daba señales de nacer. Esto la tenía muy preocupada. Era la primera vez que le pasaba algo así.Con un suspiro detallo lo hermoso que había quedado todo, desde el color de las paredes en tonos cálidos, hasta las delicadas ilustraciones de flores que le daban más dulzura al espacio. Pero eso no era todo, en una esquina de la habitación, se encontraba la cuna, cubierta con una colcha blanca bordada a mano con motivos infantiles. Era preciosa.Al lado de la cuna, había una mesita de noche que sostenía una lámpara tenue, que proporcionaría una luz suave y reconfortante durante las noches. Y sobre la cuna, un móvil giratorio con figuritas de peluches.Frente a la ventana, había una espaciosa mecedora colocada estratégicamente, con cojines mullidos dispuestos para brindar comodidad a la madre dur
—No, no nos podíamos alejar mucho de la ciudad. Así que la mejor elección fue esta—comentó Ashley, cuando estaban llegando al lujoso hotel en donde pasarían su luna de miel.Inmediatamente, la imponente arquitectura del sitio y los cuidados jardines les dieron la bienvenida a la pareja. —Es enorme—señaló Ashley, ella únicamente lo había visto por fotos cuando hizo la reservación. —Lo es. El personal los recibió con cálidas sonrisas y amables gestos.—Felicitaciones por su matrimonio. Espero puedan pasar una velada encantadora en nuestro hotel—le dijo la recepcionista al tomar nota de su llegada.—Muchas gracias—contestó la pareja y fueron guiados por el personal hacia la habitación que ocuparían en su estadía en el hotel. Angelo, con gesto protector, rodeó la cintura de su esposa mientras caminaban hacia el ascensor. —No te alejes demasiado—le dijo al oído. —¿Cómo alejarme si me estás tomando por la cintura?—se burló la mujer. Su esposo se comportaba como un maniático desde que
Ashley se paró frente al espejo con su vestido de novia en mano, su barriga de siete meses de embarazo resaltaba más que nada, haciéndola verse algo extraña. Aun así, no podía evitar sonreír mientras miraba su reflejo en el espejo. A pesar de sentirse más hinchada de lo habitual, se sentía hermosa ese día.«Qué diferente sensación», pensó al recordar el día de su boda con Enrique, la monotonía con la que se vistió, el poco deseo que tenía de hacerlo. Con cuidado, decidió deslizarse en el vestido blanco, dejando que la tela suave y delicada envolviera su figura. Ajustó uno que otro detalle y se admiró en el espejo una vez más, sintiendo una mezcla de emoción y felicidad que la hacía brillar mucho más.El vestido de novia que ahora usaba, le recordó el día en que se casó por primera vez con Angelo, qué diferente había sido todo. Ese día no hubo vestido como tal, los dos se habían vestido con una ropa formal y habían salido juntos a sellar su amor. Aquello había sido tan impulsivo, y fue
En una habitación del hospital, Angelo yacía en la cama, inmóvil. Ashley se mantenía a su lado día y noche, como una guardiana que no dejaba de sostener su mano con ternura, esperando que reaccionara en algún momento. —Despierta, mi amor—susurro sin poder apartar la mirada del hombre. El sonido constante de los monitores médicos llenaba la habitación como el único sonido, recordándole la gravedad de la situación.«Está en coma», se repitió en su mente y esto no le hizo sentir mejor. Su embarazo había avanzado mucho, y ahora estaba cerca de los seis meses de gestación. Mientras acariciaba la mano de Angelo, no podía evitar sentirse abrumada por la incertidumbre y la preocupación de lo que pasaría cuando naciera su bebé. ¿Conocería a su bebé? ¿Podría? Aquellas eran cuestiones que se mostraban insistentes en su mente. Los médicos habían sugerido en varias ocasiones desconectarlo, pero ella se negaba rotundamente.—Los médicos dicen que te desconecte—murmuró con voz entrecortada, dejan
—Usted ha sido acusada antes de asesinato, señora. ¿Estoy en lo cierto?Débora se encontró a sí misma contestando que sí. —Y en esa oportunidad, no pudieron demostrar nada, ¿correcto?Nuevamente, asintió, como hipnotizada. La verdad era que su mirada se mostraba perdida y llena de remordimiento. —Quería matar a Ashley. Pero nunca imaginé que mi hijo se interpondría en mi camino—confesó entre sollozos rompiendo el silencio.El oficial tomó nota de sus palabras y continuó con su interrogatorio. —¿Y qué hay del asesinato de Susana Coilin? ¿Tuvo algo que ver en eso?—preguntó con firmeza, aprovechando su disposición a hablar. Débora bajó la mirada, sintiendo el peso de su culpa. —Sí, la maté—admitió con voz baja—. Pagué a alguien para que lo hiciera. No iba a permitir que mis hijos se involucraran con esas mujeres... basuras—agregó con desprecio.El oficial tomó nota de cada palabra mientras Débora confesaba sus crímenes. La habitación se llenó de tensión a medida que esto pasaba.—B
En medio de aquella desesperación, Ashley se acercó a Angelo, su mano, buscando la suya con desesperación. —No puedes irte, no puedes dejarme sola con nuestros hijos—le rogó con voz entrecortada por el miedo y la angustia. El rostro de Angelo se iluminó con una débil sonrisa a pesar del dolor que lo embargaba.—No pienso hacerlo, amor—murmuró con determinación, sus palabras llenas de promesas de una vida juntos. A pesar de la gravedad de su estado, su voz era firme y tranquilizadora, como un faro de esperanza en medio de la oscuridad.Ashley sonrió, creyéndole por un momento, aunque los pronósticos no eran los mejores. Mientras esperaban la llegada de la ambulancia, mantuvo la mano de Angelo entre las suyas, aferrándose a él con toda la fuerza de su amor. No sabía qué pasaría, pero en ese instante, en ese preciso instante estaban juntos y eso era consuelo suficiente para su dolor.—Ya va a llegar la ambulancia, te vas a recuperar—no dejaba de decirle, tratando de mantenerlo despier