Ahora sí, gracias por acompañarme en esta historia. Espero la hayan disfrutado:)
—¡Eres tan poca cosa para mi hijo! ¡No sé cómo fue que se casó contigo!Un fuerte golpe se escuchó, seguido de aquellas palabras. —¡Suélteme, señora!Ashley intentó liberarse del agarre de su suegra. El cuero cabelludo de la mujer ardió, mientras sentía como eran jalados sus cabellos. Débora la soltó con un fuerte empujón haciendo que chocará contra el sillón a su lado. Los ojos de la menor empezaron a escocer a causa del dolor y la humillación recibida. No solamente le dolía la cabeza, sino que, además, tenía la mano de su suegra estampada en el rostro. —¡Qué te quede claro que no permitiré que mi hijo siga contigo!—la amenazó la mujer, antes de tomar su fina cartera y marcharse de su casa dando un sonoro portazo.La joven no se imaginó que al abrir la puerta de su hogar, se encontraría con aquella señora tan enfurecida. Era la primera vez que veía a su suegra, la primera vez que cruzaban palabras. Sin embargo, aquello le bastó para desear no volver a verla lo que le restaba de vi
Aquel era el último lugar en el que quería estar, sin embargo, ahí se encontraba, en la oficina del abogado, un sitio frío y silencioso. A su lado, el hombre que se suponía que la amaba, ambos sentados ahora frente a una mesa rectangular, separados por una pila de papeles.«Qué ironía», pensó de pronto, recordando cómo había sido su boda. Los dos habían estado en una condición similar, ya que había sido en una prefectura, pero sin duda esto era completamente diferente. Recordándose a lo que había venido, se sentó más erguida en la silla, su espalda recta y la mirada fija en el frente. Inevitablemente, su rostro estaba pálido y en sus ojos podía verse la evidencia de lo mucho que había llorado, de lo mucho que había sufrido desde ese día en que encontró a su marido, siéndole infiel. Angelo, por otro lado, estaba sentado con los hombros caídos y la mirada perdida en los papeles. No tenía ni la menor idea de qué podía estar pensando. Y siendo sincera, tampoco debería de importarle, ya no
Se aferró fuertemente al borde del asiento mientras el avión descendía, su corazón palpitaba de emoción. A pesar de que su divorcio era reciente, se obligó a sonreír, a mantener la mirada en el futuro. Y era ese futuro, el que estaba a punto de sonreírle, el que se abriría ante ella como un lienzo en blanco en cuanto el avión aterrizará en Zúrich.Un torrente de emoción la invadió mientras pisaba tierras europeas. La brisa fresca le acarició el rostro, dándole la bienvenida, impregnándola de aromas nuevos y exóticos. Era magnífico, un mundo desconocido, lleno de posibilidades infinitas.Inmediatamente, pidió un taxi, el cual la condujo por las calles de Zúrich, un paisaje urbano que la dejó sin aliento a medida que más lo transitaban. Las montañas se elevaban majestuosas en el horizonte, como guardianes de esta nueva aventura. Y los lagos eran cristalinos, reflejando el azul del cielo, como un enorme espejo de paz, de la misma paz que anhelaba encontrar.Con cada curva del camino, la e
Mónica ayudó a Ashley a llegar al hospital. Una vez allí, la llevaron a la sala de urgencias.—¿Qué le pasó?—preguntó el médico a cargo. —No lo sé. De repente me sentí mareada y me desmayé—contestó Ashley, quien para ese momento había recuperado la consciencia. —Bien, vamos a hacerle algunas pruebas.El doctor procedió a hacerle algunos exámenes a Ashley. Y después de un rato, regresó con los resultados.—Le tengo buenas noticias y unas quizás no tan buenas—comentó con seriedad, mirándola a los ojos. Ashley se preocupó de inmediato por el comentario del doctor, pero se animó a mantener la calma. «Sea lo que sea, no puede ser tan malo», se dijo tratando de mostrarse optimista. —¿Cuáles son las buenas noticias, doctor?—decidió comenzar con las primeras.—Está embarazada—soltó el hombre sin rodeos.—¿Qué?La joven se sintió a punto de desmayarse de nuevo. «Esto no podía ser verdad, no podía tener tanta mala suerte», pensó sintiendo cómo su mundo se venía abajo en menos de un parpadeo
El sol brillaba con fuerza aquel día de septiembre. Ashley se levantó temprano, como de costumbre, para preparar a su hijo, Arnold, para su primer día de escuela. El niño tenía dos años y era un pequeño risueño y encantador. Tenía el pelo negro y rizado, y unos grandes ojos marrones que siempre estaban llenos de curiosidad.Ashley se puso a preparar el desayuno mientras Arnold jugaba con sus juguetes. Le preparó un plato de avena con leche y frutas, y le sirvió un vaso de jugo de naranja. Arnold comió despacio, mientras miraba a su madre con sus grandes ojos.Cuando terminaron de desayunar, Ashley le ayudó a vestirse. El niño llevaba un traje azul marino con una camisa blanca y una corbata roja. Luego, le puso una mochila nueva con sus libros y útiles escolares.Arnold estaba nervioso, pero también emocionado. Nunca antes había estado en la escuela, y no sabía qué esperar. Ashley le dio un beso en la frente y le dijo:—Todo va a salir bien, mi amor. Te voy a extrañar mucho, pero sé qu
Para Ashley aquella pregunta la tomó completamente desprevenida. Jamás esperó encontrarse con su exmarido en esa oficina, y mucho menos, que Angelo estuviese al tanto de que había tenido un hijo. Eso, sin duda, complicaba mucho las cosas. —¡¿Y eso a ti qué te importa?!—intentó liberarse del agarre que ejercía en su brazo. —Me importa y mucho—contestó tajante, viéndola con excesiva seriedad—. Ashley, ese niño tiene dos años—le dijo como si el tema de la edad fuese un factor determinante.—¿Y eso qué?Ashley aparentó no entender lo que insinuaba. Estaba dispuesta a negar absolutamente todo y después desaparecer. No dejaría que un hombre como Angelo, formará parte de la vida de su hijo.—Que nosotros no hemos ni siquiera cumplido tres años de divorcio. La miró más intensamente, esperando que entendiese su punto, pero Ashley siguió aparentando que no lo comprendía. Al ver su renuncia continuó con sus insinuaciones: —Así que, o me estabas engañando cuando aún estábamos juntos, o, ese n
Cuando Ashley cruzo por esa puerta, Enrique sintió que ya no necesitaba entrevistar a nadie más, pero su trabajo le exigía hacerlo. Necesitaba conseguir a la candidata perfecta para el puesto, aunque sentía una fuerte corazonada de que ya había dado con ella.—Ashley Jones—leyó la hoja de vida de la mujer y la puso aparte, reservada, porque estaba convencido de que volvería a llamarla.Ashley no solamente era guapa, sino que parecía una chica muy bien preparada. Hablaba tres idiomas: inglés, francés y alemán. Además, parecía tener muchos conocimientos en el área de marketing, aunque no había terminado su carrera universitaria. Sin duda había quedado impresionado durante la entrevista. Era una persona muy carismática y con una gran capacidad de liderazgo.Luego de terminar con el resto de las reuniones, la decisión de Enrique seguía siendo la misma. Necesitaba llamar a Ashley Jones y notificarle la noticia de que había sido seleccionada.Ese mismo día, en horas de la tarde, Ashley se
—Ashley, tenemos que hablar—dijo el hombre sin despegar la vista del pequeño Arnold. —¿Qué haces aquí?—repitió Ashley la pregunta que acababa de hacer entre siseos, evitando que su hijo se percatara de la severidad en su voz. Odiaba el hecho de que Angelo se hubiese presentado en su edificio, y odiaba más el hecho de que hubiese visto al niño. —Por favor, hablemos—pidió Angelo con serenidad. —No hay nada de que hablar. ¡Vete!—exigió Ashley, apretando con fuerza la mano de su hijo. Arnold sintió el apretón en su mano derecha y no lo entendió. De hecho, la fuerza excesiva que usaba su madre le hacía doler sus deditos. —¡Mami, duele!—se quejó el niño. —Lo siento, cariño. Ashley lo soltó inmediatamente y miró a su pequeño con arrepentimiento. No quería lastimarlo, pero lo cierto era que no podía controlar la furia que la sola presencia de Angelo le causaba. —Ashley—el hombre volvió a pronunciar su nombre, pero esta vez con una voz muy baja, suplicante. Sin embargo, ella no se deja