Solo duerme

En medio de aquella desesperación, Ashley se acercó a Angelo, su mano, buscando la suya con desesperación.

—No puedes irte, no puedes dejarme sola con nuestros hijos—le rogó con voz entrecortada por el miedo y la angustia. El rostro de Angelo se iluminó con una débil sonrisa a pesar del dolor que lo embargaba.

—No pienso hacerlo, amor—murmuró con determinación, sus palabras llenas de promesas de una vida juntos.

A pesar de la gravedad de su estado, su voz era firme y tranquilizadora, como un faro de esperanza en medio de la oscuridad.

Ashley sonrió, creyéndole por un momento, aunque los pronósticos no eran los mejores.

Mientras esperaban la llegada de la ambulancia, mantuvo la mano de Angelo entre las suyas, aferrándose a él con toda la fuerza de su amor. No sabía qué pasaría, pero en ese instante, en ese preciso instante estaban juntos y eso era consuelo suficiente para su dolor.

—Ya va a llegar la ambulancia, te vas a recuperar—no dejaba de decirle, tratando de mantenerlo despier
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