Para Ashley aquella pregunta la tomó completamente desprevenida. Jamás esperó encontrarse con su exmarido en esa oficina, y mucho menos, que Angelo estuviese al tanto de que había tenido un hijo. Eso, sin duda, complicaba mucho las cosas. —¡¿Y eso a ti qué te importa?!—intentó liberarse del agarre que ejercía en su brazo. —Me importa y mucho—contestó tajante, viéndola con excesiva seriedad—. Ashley, ese niño tiene dos años—le dijo como si el tema de la edad fuese un factor determinante.—¿Y eso qué?Ashley aparentó no entender lo que insinuaba. Estaba dispuesta a negar absolutamente todo y después desaparecer. No dejaría que un hombre como Angelo, formará parte de la vida de su hijo.—Que nosotros no hemos ni siquiera cumplido tres años de divorcio. La miró más intensamente, esperando que entendiese su punto, pero Ashley siguió aparentando que no lo comprendía. Al ver su renuncia continuó con sus insinuaciones: —Así que, o me estabas engañando cuando aún estábamos juntos, o, ese n
Cuando Ashley cruzo por esa puerta, Enrique sintió que ya no necesitaba entrevistar a nadie más, pero su trabajo le exigía hacerlo. Necesitaba conseguir a la candidata perfecta para el puesto, aunque sentía una fuerte corazonada de que ya había dado con ella.—Ashley Jones—leyó la hoja de vida de la mujer y la puso aparte, reservada, porque estaba convencido de que volvería a llamarla.Ashley no solamente era guapa, sino que parecía una chica muy bien preparada. Hablaba tres idiomas: inglés, francés y alemán. Además, parecía tener muchos conocimientos en el área de marketing, aunque no había terminado su carrera universitaria. Sin duda había quedado impresionado durante la entrevista. Era una persona muy carismática y con una gran capacidad de liderazgo.Luego de terminar con el resto de las reuniones, la decisión de Enrique seguía siendo la misma. Necesitaba llamar a Ashley Jones y notificarle la noticia de que había sido seleccionada.Ese mismo día, en horas de la tarde, Ashley se
—Ashley, tenemos que hablar—dijo el hombre sin despegar la vista del pequeño Arnold. —¿Qué haces aquí?—repitió Ashley la pregunta que acababa de hacer entre siseos, evitando que su hijo se percatara de la severidad en su voz. Odiaba el hecho de que Angelo se hubiese presentado en su edificio, y odiaba más el hecho de que hubiese visto al niño. —Por favor, hablemos—pidió Angelo con serenidad. —No hay nada de que hablar. ¡Vete!—exigió Ashley, apretando con fuerza la mano de su hijo. Arnold sintió el apretón en su mano derecha y no lo entendió. De hecho, la fuerza excesiva que usaba su madre le hacía doler sus deditos. —¡Mami, duele!—se quejó el niño. —Lo siento, cariño. Ashley lo soltó inmediatamente y miró a su pequeño con arrepentimiento. No quería lastimarlo, pero lo cierto era que no podía controlar la furia que la sola presencia de Angelo le causaba. —Ashley—el hombre volvió a pronunciar su nombre, pero esta vez con una voz muy baja, suplicante. Sin embargo, ella no se deja
—Lo quiero todo, Ashley—declaró el hombre, dejando a la mujer estupefacta. «¿Todo? ¿A qué se refería?», se preguntó Ashley tratando de hallarle sentido a aquella frase. Angelo como adivinando sus pensamientos, prosiguió con su explicación: —Quiero estar con mi hijo, quiero que sepa que soy su padre—enumero, sus supuestas intenciones para querer acercarse al niño.—No puedes estar hablando en serio—murmuró Ashley, renuente a creerle. «¿Desde cuándo a Angelo le agradaba la idea de ser padre?», volvió a preguntarse.Que ella recordara, él había sido el primero en oponerse, cuando le había propuesto la idea de ser padres a los pocos meses de casarse."Es muy pronto aún. Somos demasiados jóvenes", le había dicho esa noche, cuando luego de hacer el amor, se le había ocurrido la brillante idea de mencionarle que le hacía mucha ilusión tener una miniversión suya corriendo por toda la casa. Ashley debía reconocer que había tenido razón en varios puntos: ambos estaban recién casados, tenía
Al colgar la llamada con su amiga Mónica, Ashley se percató de que su reloj marcaba poco más de las 8:00 de la mañana, lo cual significaba que estaba por encima de la hora de entrada a su trabajo. —¡No puede ser!—murmuró, apresurándose para evitar ser regañada por su jefe, el señor López. Ashley sabía muy bien que el hombre no le tenía buena estima, todo lo contrario, parecía desear despedirla. En otras circunstancias ella se iría por sí misma, pero en estas, dónde dependía del trabajo para mantener a su hijo, no podía darse semejante lujo. De por sí, haber obtenido un puesto tan significativo ya era mucho pedir, más para una persona como ella, que ni siquiera había terminado sus estudios universitarios. Pero al parecer, Enrique, le había dado el mismo valor, que el de una persona que sí se hubiese graduado. Al llegar a la empresa, Ashley se dirigió a la oficina del señor López. El hombre se encontraba revisando unos documentos cuando escuchó la puerta abrirse. —¡Buenos días, señ
—Pasando a otros temas, Ashley, me temo que debo advertirte sobre una situación que puede afectar tu futuro en esta empresa—expresó Enrique la razón de su presencia en aquella oficina. —¿De qué se trata?—se preocupó Ashley, al notar la seriedad en la voz del encargado de recursos humanos.—Tu jefe ha puesto una queja sobre ti—aclaró Enrique—. Al parecer no está del todo conforme con tus capacidades. —No puede ser. El ánimo de Ashley decayó mucho más de lo que estaba en esa mañana. Todo le estaba saliendo muy mal. —Tranquila—la tranquilizó el hombre junto a ella—. Por ahora aquella queja no amerita más que una advertencia. Ashley, debes demostrarle a López de lo que estás hecha. Sé que en ti hay un gran potencial, estoy seguro de que no me equivoqué al elegirte. Por favor, no me defraudes—le suplicó lo último mirándola fijamente a los ojos. La joven mujer se sintió conmovida ante su apoyo, en ese tiempo conociendo a Enrique se había dado cuenta de que era un hombre muy noble que si
—¡Esa está aquí!—pronunció la mujer entrando bruscamente a la oficina de su hijo. El hombre, quien yacía detrás del escritorio, le lanzó una ardua mirada a su madre, la cual parecía echar chispas por los ojos. —¿A quién te refieres, madre?—preguntó aparentando desconocer de lo que hablaba. Aunque, en realidad, sabía muy bien a quién se refería. Débora bufó, sabía muy bien que su hijo estaba al tanto, de hecho, empezaba a comprender su insistencia para que se abrieran al mercado suizo, seguramente había venido a este país a buscarla a ella. Y la sola idea, le enfurecía mucho más. —¿Ah, no sabes a quién me refiero?—le inquirió con suspicacia. Retándolo a qué le siguiera mintiendo. —No. Angelo fue tajante en su respuesta. Desde su divorcio, su madre había estado detrás de él, vigilando cada paso que daba. Y estaba harto de su vigilancia. —Por favor no me creas tan estúpida. Soy vieja, sí, pero no tonta—le riño con furia.—Madre, tengo mucho trabajo. Si no vas a ser clara en tus pa
Fueron varios minutos los que Ashley duró sumida en sus pensamientos. Las últimas palabras dichas por aquel abogado seguían resonando en su confusa mente: "Mi representado ha demandado la custodia de su hijo"La custodia. La CUSTODIA. De pronto era como si Ashley hubiese comprendido la gravedad de aquel asunto y en un impulso de ira tomó la citación entre sus manos y la arrugó hasta convertirla en una bola de papel que tiró al suelo con fuerza. —¡No! ¡No lo permitiré!—gritó a viva voz, completamente fuera de sus casillas. ¿Cómo se atrevía a mandarle un abogado? ¿Cómo se atrevía a demandar la custodia de su pequeño Arnold? Sin duda, Angelo Westler era el tipo más vil y desgraciado que existía sobre la faz de la tierra. Todavía no podía creer lo estúpida que había sido en el pasado, y lo ciega que había estado como para enamorarse de él. En ese momento, Ashley maldijo el día en que lo conoció, el día donde ilusamente quedó flechada de aquellos ojos verdes que la habían hechizado