La vida de Lara Guzmán da un vuelco cuando su esposo infiel fallece y su amante la demanda. Con varios trabajos y dos niños que sacar adelante, solo espera un milagro para pagar las cuentas de hospital y la demanda sin terminar en la calle. Hablando de milagros, el primer ministro británico, Dante Hatclifft, dueño de una fortuna incalculable como el heredero de un imperio multimillonario, solo necesita una cosa para asegurar su posición: un hijo. Pero resulta que detrás de esa fachada de hombre imponente y exitoso, Dante esconde un secreto: es impotente. Mientras él lamenta que su impotencia no le permitió conquistar al amor de su vida, Lara decide comprobar con él, que ella podía ser mucho mejor que la amante de su esposo. Y como los milagros ocurren, al cruzar sus caminos una noche, ambos tendrán lo que tanto querían... o no. ¿Que hará Dante cuando descubra que su cuerpo responde solamente a esa mujer? ¿Logrará convencerla para que le dé un hijo? Después de todo, Lara ya tiene dos hijos, una adolescente a cargo, tres perros, un gato y una vida en Buenos Aires, que tratará de mantener lejos de aquel desconocido que le ofrece el dinero que necesita para resolver todos sus problemas.
Leer másDante se lanzó sobre sus labios con ese fervor que hacía vibrar cada una de las moléculas de Lara.En su avance, la obligaba a retroceder, paso a paso, hasta la habitación. Sus manos, tan blancas y prolijamente cuidadas, se sentían calientes contra su piel cuando la tomaba por la nuca.Su boca, siempre llena de palabras de amor para ella, abarcaba la boca de la joven por completo.Para cuando llegaron a la cama, los dos estaban librando una batalla sin armas. Entre las cortinas de gasa que colgaban alrededor de la cama, ninguno oponía resistencia real. - Dijiste que aceptarías no tener sexo por dos meses – murmuró Lara, deslizándose sobre la cama hacia la cabecera. - No juegues con fuego - le advirtió, con la mirada oscurecida por el deseo. - ¿Me quemaré? Dante apoyó una rodilla contra el borde de la cama y se reclinó sobre ella, con ambas manos a los costados de Lara - ¿Quieres arder? - le preguntó. - ¿Cómo planeas hacerme arder? - lo tentó - Si no podemos tener sexo... - Se
- Esto es incómodo – Lara se miraba las manos.- Tomate tu tiempo, nadie está apurado – la tranquilizó Mauricio, ocupando el asiento de Dante en la oficina completamente blanca.La noche comenzaba a entrelazarse con el día antes de reemplazarlo por completo y las luces cálidas le daban un aspecto totalmente diferente a esa habitación. De ser una oficina minimalista y completamente blanca, a esa hora, lucia como un espacio realmente confortable. ¿Qué tan relativo puede ser el tiempo?“Tu tiempo”El tiempo de Lara siempre funcionaba más como un temporizador que otra cosa, siempre con el tiempo justo.El primero de cada mes hay que pagar la cuota de la escuela, los diez se vencen los impuestos y la tarjeta de crédito cierra el veintitrés, así que su tiempo se medía en “Tengo que pagar esto antes del fin de semana y tengo cinco días para pagar aquello o cortan el servicio”, igual que un temporizador. El de Dante era un reloj de arena, con una medida determinada para cada cosa y un flujo
Lara, empeñada en conseguir un poco de paz y tranquilidad, de pronto tenía más ruido en la cabeza que cuando el personal de Dante se la pasaba cuchicheando detrás de ella en cada rincón de la casona.- Tu jefe dijo que podíamos bajar a la piscina, así que traje a los mellizos para que se refresquen un poco. - Gracias Luz – miró a su hermana con dulzura maternal. - No es únicamente tu jefe, ¿No? – le preguntó pasándole un mate.- ¿Por qué preguntas? – trató de disimular, avergonzada.Lara hizo sonar el mate un largo rato, fingiendo que no sentía la mirada curiosa de su hermana.- Porque te besó en cuanto bajaste del tren – le contestó como si fuera obvio.Y es que lo era. Que alguien tan reservada como Lara, que desde la muerte de Víctor prácticamente ni hablaba con otro hombre que no fuera Ignacio, se dejara abrazar y besar, era obvio que significaba mucho más que puro trato laboral. - Oh… cierto – Lara maldijo en su interior. - ¿Cuándo vas a contarme la verdad? – se acercó a ell
Si Lara hiciera un repaso de todas las cosas malas que le tocó enfrentar de un tiempo atrás hasta ese momento, tendría una lista de varias páginas. Y aunque en cada evento desafortunado la gravedad y el impacto parecía empeorar y la intensidad de sus emociones aumentar, ese específico momento, cuando el médico dijo “Algo está mal” con el escáner contra su piel, sería fácilmente catalogado como el peor momento de su vida.Con la mirada clavada en Lara, Mauricio agregó: - Algo está mal con los cálculos.- ¿Qué ocurre? – preguntó Dante.- Si este bebé fue gestado en el VIP, sería más pequeño. Este bebé no es de Dante.Mauricio había tirado una bomba y el cerebro de la pareja estaba tratando de procesar esa información, como un GPS sin señal.Dante, que momentos atrás tenía una felicidad tan grande que se sentía grande, inmenso, de repente encogió los hombros un tanto inseguro sobre qué decir.- ¿El bebé está bien? – preguntó Dante, cuando el nudo que se le hizo en la garganta le permitió
Lo primero que vio Lara al despertar, fue la fina y delicada gasa que envolvía la cama con un toque de ensueño.Una suave briza se colaba en la habitación desde los laterales vidriados del cuarto, haciendo danzar la gasa delante de sus ojos como si fueran las alas de un cisne, simplemente encantador.Tenía la mente en blanco y el alivio del dolor que ya no dolía.Con los párpados pesados, se giró en la cama y vislumbró el sol fuera. La enorme cama, las suaves sábanas, la gasa y el grueso tronco de una palmera, le confirmaban a dónde estaba y sabía que estaba bien.Estaba en la habitación del VIP en la que pasó la noche con Dante y si estaba allí, estaría él a su lado y en sus manos podía posar todo lo importante en su vida.Claro que solo un ratito, porque lo más valioso para Lara era su familia y cuando se trataba de ellos, era celosa y sobre protectora.Respiró hondo, llenándose de un silencio que calmó cada una de sus terminaciones nerviosas.Cuando volvió a girarse, para darle la
Dante estaba sentado en el banco de concreto, con los codos apoyados sobre sus piernas y la cabeza gacha.Lara iría a él. Respiró hondo. El corazón le latía desbocado de felicidad.Ella iría a él.Fijo la vista en las vías del tren, veteadas por el óxido.Su interior era una mezcolanza de cosas que se revolvían y hacían que su piel vibrara. No ver a Lara lo ponía nervioso, así que estaba ansioso porque ese tren llegara.Pero para ese momento, tenía que resolver algunas cosas.Lara iría a él y no merecía bajar de ese tren a un mundo caótico y asfixiante. Escuchar que ella quería paz y tranquilidad, lejos de aquella casona, le retorció el alma, porque durante esos días, sintiéndola cerca, viéndola por su ventana cuando ella salía con los niños, arrastrando mochilas y los perros persiguiéndolos, él desbordaba de felicidad. Estaba tan feliz, que cada tanto, miraba el cielo y sentía el impulso de soltar un “Gracias”, cuando nunca fue de creer en lo que no podía ver, pero es que luego d
Lara, Luz y los mellizos se recostaron en sus asientos a esperar que el tren retomara su marcha.Con el complejo de pobreza arraigado en su interior, aunque compró una docena de pastelitos, los fraccionó para que los niños comieran un par durante los diez minutos que duraba esa parada y que otro tanto quedara para más tarde.La gente poco a poco fue retomando sus lugares en el tren y mientras pasaban por el lado de Lara, las hermanas podían escuchar restos de sus conversaciones.No eran de estirar la oreja para escuchar asuntos ajenos, siempre tenían la cabeza llena de preocupaciones.Pero en ese momento, en el que trataban de soltar toda inquietud, la ansiedad las volvió más susceptibles al entorno y se les hizo inevitable que les picara la curiosidad, pues todos parecían hablar de lo mismo: algo ocurría en la estación de Valle Hermoso.- ¿Qué crees que pase? – preguntó Luz.- No tengo ni idea, no tengo señal en mi celular ¿Tú? - Tampoco…- ¿Qué clase de teléfonos tiene esa gente qu
El Tren de las Sierras, en Córdoba, recorre aproximadamente 73 kilómetros en un promedio de cuatro horas, atravesando ríos, puentes y túneles que desde la ruta no podían verse.Su infraestructura mantiene una única vía a lo largo de todo su recorrido, lo que genera demoras extras cuando el tren que va se junta con el que viene. Pero, en su interior, los vagones del tren cuentan con asientos anchos y de un confort excelente, pasillos amplios, aire acondicionado y wifi, por lo que nadie se abruma con su lentitud. No es, para nada, el medio de transporte más rápido para trasladarse, pero sí, el más pintoresco y económico de la provincia, lo que lo convirtió en atractivo turístico infaltable para todos aquellos que quieren conocer el paisaje pleno de las sierras cordobesas, y las familias que quieran pasear durante el fin de semana.Lara se recostó contra su asiento y cerró los ojos un segundo.¿Celosa? ¿Ella? Quería reír.A un par de calles de distancia, la parada en la que Lara había s
- ¡Primer Ministro! ¡Primer Ministro! – Un joven castaño entró desesperado a la oficina - ¡Primer Ministro, tenemos una urgencia!- ¡¿Qué rayos pasa?! – gritó Dante, haciendo un bollo con la fotografía de Amelia en su mano.El joven enmudeció.Ni aun notando a tiempo esas conductas de su asesora, se habría atrevido, siquiera a imaginar, que Amelia era capaz de meterse en su cama mientras dormía.- Carlos… - Se desplomó en su silla y tirando la cabeza para atrás, ordenó con la voz apagada – Averigua cuántas veces ocurrió esto.Carlos asintió.El celular de Dante comenzó a sonar. Al reconocer el número de su padre, lo ignoró.- Señor... - habló con precaución el joven, moviendo su celular en la mano.Carlos recibió el celular y al mirarlo, al secretario se le bajó la presión, o se le disparó por las nubes, que a veces, cuando uno tiene un susto de esos que paralizan, es lo mismo.- Lo investigaré en unas horas, Señor – dijo con rigidez.Dante, que se masajeaba la nuca, lo miró con un ma