DANTE HATCLIFFT

A un mar y otro universo de distancia, Dante Hatclifft suspiraba… irritado, molesto y hasta algo cansado.

- Desde ahora te vas a encargar de negociar personalmente con la línea de hoteles en Latinoamérica.

Dante se aflojó la corbata y tiró el saco sobre la silla detrás de su escritorio.

Atravesando a su padre con la mirada, guardó silencio para no soltar todo lo que quería manifestar.

En realidad, siempre era así.

- ¿No me vas a contestar nada?

Los ojos azules de Dante se sacudieron, como un mar turbulento.

Incluso a Lorenzo Hatclifft se le hacía difícil sostener la mirada de su hijo cuando éste no estaba de humor, así que, mirando para otro lado, el anciano carraspeó.

- Serás el primer ministro para la gente de esta nación pero si quieres seguir con tu puesto como director de la empresa de esta familia, seguirás mis reglas desde ahora.

Lorenzo tiró una carpeta marrón sobre su escritorio.

La silla de Dante chilló cuando se inclinó para leer las palabras impresas en la portada.

“Venex and Co.”

Así como Dante no tenía palabras, tampoco tenía paciencia.

Se levantó empujando la silla.

- ¡No te vas a morir por lidiar con algo tan pequeño!– Lorenzo lo siguió hasta la sala cuando Dante lo dejó solo – ¿O es que te crees tan importante que vas a despreciar los negocios más sencillos? ¡La empresa creció gracias a estos negocios!

Dante pinchó el espacio entre sus cejas

- ¿O es que Dante Hatclifft no se codea con la gente corriente? ¿Solo tratas con los peces gordos? Ya te lo dije Dante… sigue en ese berrinche y las cosas se te van a complicar… esa muchacha de la que andabas enamorado te dejó hace dos años…

Dante lo fulminó con la mirada.

Había un único límite que su hijo no permitía que nadie cruzara, ni siquiera su padre, y ese límite protegía su vida privada a toda costa.

Lorenzo sintió que se le anclaban los pies al piso… pero estaba cansado de que su hijo pasara por encima de él.

- Llevas dos años torturando a la gente de la empresa ¡Dos años! ¿Crees que los empleados de la compañía son robots, o gente sin vida como tú? ¡No puedes obligarlos a trabajar a las cuatro de la mañana y tenerlos temblando de miedo por tu mal humor!

Todos sabían que era Dante quién había salvado la empresa familiar cuando su padre colapsó tras la muerte de su madre y una racha de malos negocios. 

No había sido un mal líder, pero era cierto que, últimamente, era algo exigente por demás.

- ¡Llevo quince años dirigiendo la empresa! - respondió al fin.

- Y desde que te obsesionaste con superar a la familia de esa mujer y te metiste en la política, crees que puedes hacer lo que quieras.

- ¿Cuál es tu queja? – Dante dio un paso hacia él - ¿Que en el último año la empresa haya alcanzado un éxito sin precedentes?

- Estás olvidando los principios de la empresa que fundé – Lorenzo estaba exasperado.

Su hijo lo agotaba.

Dante echaba humo por la nariz, pero no se le notaba en absoluto.

Siempre eran así, dos perros compitiendo para ver cuál ladraba más fuerte.

Dante llevaba quince años dirigiendo la empresa con los mismos valores que su padre, respetando todo el trabajo de su predecesor.

Era cierto que había cambiado las jornadas de trabajo de sus horarios habituales a otro menos “convencionales”… pero era para que coincidieran con sus horarios en el ministerio.

No era ilegal que impusiera un horario nocturno.

El único complicado con todo eso, era él, que se autoexplotaba y solo dormía tres horas, pero no se quejaba.

Dante nunca había traicionado sus principios o los de la empresa, nunca había cuestionado la gestión de su padre ni tomado decisiones que pudieran modificar los lineamientos o estatutos establecidos por Lorenzo.

Pero ahora… ¿Le salía con algo así? ¡Nunca antes se había quejado de lo que hacía en la empresa!

¿Qué rayos le pasaba para salir con todo aquello? ¿Había ocurrido algo en el club al que su padre asistía? ¿O en la boda de su prima?

Hubo un destello en los ojos de Dante cuando lo comprendió.

Boda.

- Dante… Esto termina aquí – concluyó Lorenzo.

Viendo como su padre cerraba las manos en dos puños para infundirse coraje, Dante arqueó una ceja.

Había estado tan concentrado en su agenda que no se dio cuenta de prepararse para esa escena.

- A partir de ahora ¡Yo tendré la palabra en esta casa! Ya que tú te empeñas en no pronunciar palabra alguna desde que tu amorcito te dejó… no me dejas otra opción… no olvides que aún no he firmado los papeles de la sucesión de la empresa.

Dante lo dejó hablar, paciente.

Lorenzo Hatclifft, a sus casi setenta años, había atravesado una gran cantidad de conflictos y situaciones difíciles… pero cuando su hijo cruzó los treinta años con esa expresión severa y en absoluto silencio, se dio cuenta de que nada lo había preparado para lidiar con eso: la indiferencia.

Porque para Lorenzo, cualquier documento solucionar cualquier conflicto, y cuando no, un grito soluciona cualquier pelea, pero ante el silencio hecho persona, se quedaba solo con todos sus planteos sin respuesta.

Tiempo atrás, cuando Dante conoció a aquella joven, había cambiado tanto que Lorenzo tuvo la ilusión de encontrar algo de humanidad en ese hijo suyo que a veces era más un robot que otra cosa. 

¡Hasta llegó a creer que podría tener más relación con su hijo! 

Pero solo fueron unas semanas y cuando ella se fue, la indiferencia volvió a instalarse en él.

- Sabes que soy capaz de desheredarte – insistió Lorenzo – así que escucha bien lo que te voy a decir.

Dante pasó el peso de una pierna a la otra.

- A partir de este momento, quedas suspendido de tu cargo como director de Hatclifft Seguridad y tecnología y te ocuparás de los hoteles en el exterior… hasta que te cases.

Para Dante, no era precisamente algo sorprendente que su padre lo presionara con eso, llevaba una década con ese asunto… y desde que cumplió los cuarenta, sus indirectas, más bien directas, sobre el asunto empeoraron.

- Te encargas de la franquicia de hoteles en Latinoamérica y aprovecharás esos días para pensar en tu futuro… no volverás hasta que me traigas una nuera… y un nieto.

Su padre iba por todo o nada.

- ¿Te crees que con mi posición como primer ministro puedo ir y venir del país y ausentarme cuanto tiempo se me cante la gana? – preguntó con ese tono tan indiferente de él.

- Puedes aprovechar el viaje que harás a Argentina.

- Sabes bien que voy a trabajar.

- Es un encuentro social para los herederos de tu generación y vas a fortalecer relaciones políticas, ¿cómo es que no vas a trabajar?

- Lorenzo…

- Llégate por la administración del hotel y analiza los documentos de contabilidad del último año, quiero un informe completo sobre el estado actual y la proyección para el próximo año.

- Ya no me dedico a eso.

- ¿Podrás seguir jugando a la política sin el respaldo de la familia Hatclifft?

- ¿Vas a desvincularme de la empresa?

- Nunca quise un hijo político – se encogió de hombros.

- Lorenzo, esta charla… – Dante sonrió – …nunca ocurrió.

- ¿Cuánto tiempo crees que podrás mantenerte en la cima sin un sucesor? Sin herederos, no hay credibilidad financiera que asegure la solvencia de la empresa Hatclifft por más de cinco o seis años más.

- Nuestra empresa no caerá tan fácil.

- Pero ¿cómo crees que quede tu imagen política cuando se filtre a la prensa que estabas enamorado de una mujer casada?

- No te atreverías…

- Claro que sí…

Un par de horas después, mientras se abrochaba el cinturón en su asiento y el avión despegaba, Dante maldijo en su interior.

¿Por qué demonios le hacía caso a su padre?

Lo que le pedía Lorenzo era imposible, además… 

¡Ni siquiera le interesaba la dirección de la compañía!

Con sus capacidades, hacía tiempo que había invertido en sus propios negocios y aunque no tuviera ninguna empresa del tamaño de Hatclifft Seguridad y Tecnología, si pudiera dedicarse por completo a sus otros proyectos, sería solo cuestión de un par de años para alcanzarlos.

Después de todo, su padre podía ser el fundador de esa empresa, pero él era EL hombre de los negocios, el que todos admiraban y respetaban en todo el mundo.

Sin él, la empresa Hatclifft no era nada y a dónde fuera que él pusiera manos, sería un éxito asegurado.

Maldijo en su interior.

Todo por esa mujer…

¿Por qué todos sus planes se iban por el desagüe cuando su padre hablaba de matrimonio y la mencionaba a ella?

Oh… cierto… era porque él tenía un defecto.

Uno que nadie sabía, aunque su padre sospechaba… Uno que podía quitarle absolutamente todo, porque, en el fondo, Lorenzo tenía algo de razón con todo aquello.

Dante Hatclifft, era impotente.

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