Lo primero que vio Lara al despertar, fue la fina y delicada gasa que envolvía la cama con un toque de ensueño.Una suave briza se colaba en la habitación desde los laterales vidriados del cuarto, haciendo danzar la gasa delante de sus ojos como si fueran las alas de un cisne, simplemente encantador.Tenía la mente en blanco y el alivio del dolor que ya no dolía.Con los párpados pesados, se giró en la cama y vislumbró el sol fuera. La enorme cama, las suaves sábanas, la gasa y el grueso tronco de una palmera, le confirmaban a dónde estaba y sabía que estaba bien.Estaba en la habitación del VIP en la que pasó la noche con Dante y si estaba allí, estaría él a su lado y en sus manos podía posar todo lo importante en su vida.Claro que solo un ratito, porque lo más valioso para Lara era su familia y cuando se trataba de ellos, era celosa y sobre protectora.Respiró hondo, llenándose de un silencio que calmó cada una de sus terminaciones nerviosas.Cuando volvió a girarse, para darle la
Si Lara hiciera un repaso de todas las cosas malas que le tocó enfrentar de un tiempo atrás hasta ese momento, tendría una lista de varias páginas. Y aunque en cada evento desafortunado la gravedad y el impacto parecía empeorar y la intensidad de sus emociones aumentar, ese específico momento, cuando el médico dijo “Algo está mal” con el escáner contra su piel, sería fácilmente catalogado como el peor momento de su vida.Con la mirada clavada en Lara, Mauricio agregó: - Algo está mal con los cálculos.- ¿Qué ocurre? – preguntó Dante.- Si este bebé fue gestado en el VIP, sería más pequeño. Este bebé no es de Dante.Mauricio había tirado una bomba y el cerebro de la pareja estaba tratando de procesar esa información, como un GPS sin señal.Dante, que momentos atrás tenía una felicidad tan grande que se sentía grande, inmenso, de repente encogió los hombros un tanto inseguro sobre qué decir.- ¿El bebé está bien? – preguntó Dante, cuando el nudo que se le hizo en la garganta le permitió
Lara, empeñada en conseguir un poco de paz y tranquilidad, de pronto tenía más ruido en la cabeza que cuando el personal de Dante se la pasaba cuchicheando detrás de ella en cada rincón de la casona.- Tu jefe dijo que podíamos bajar a la piscina, así que traje a los mellizos para que se refresquen un poco. - Gracias Luz – miró a su hermana con dulzura maternal. - No es únicamente tu jefe, ¿No? – le preguntó pasándole un mate.- ¿Por qué preguntas? – trató de disimular, avergonzada.Lara hizo sonar el mate un largo rato, fingiendo que no sentía la mirada curiosa de su hermana.- Porque te besó en cuanto bajaste del tren – le contestó como si fuera obvio.Y es que lo era. Que alguien tan reservada como Lara, que desde la muerte de Víctor prácticamente ni hablaba con otro hombre que no fuera Ignacio, se dejara abrazar y besar, era obvio que significaba mucho más que puro trato laboral. - Oh… cierto – Lara maldijo en su interior. - ¿Cuándo vas a contarme la verdad? – se acercó a ell
- Esto es incómodo – Lara se miraba las manos.- Tomate tu tiempo, nadie está apurado – la tranquilizó Mauricio, ocupando el asiento de Dante en la oficina completamente blanca.La noche comenzaba a entrelazarse con el día antes de reemplazarlo por completo y las luces cálidas le daban un aspecto totalmente diferente a esa habitación. De ser una oficina minimalista y completamente blanca, a esa hora, lucia como un espacio realmente confortable. ¿Qué tan relativo puede ser el tiempo?“Tu tiempo”El tiempo de Lara siempre funcionaba más como un temporizador que otra cosa, siempre con el tiempo justo.El primero de cada mes hay que pagar la cuota de la escuela, los diez se vencen los impuestos y la tarjeta de crédito cierra el veintitrés, así que su tiempo se medía en “Tengo que pagar esto antes del fin de semana y tengo cinco días para pagar aquello o cortan el servicio”, igual que un temporizador. El de Dante era un reloj de arena, con una medida determinada para cada cosa y un flujo
Dante se lanzó sobre sus labios con ese fervor que hacía vibrar cada una de las moléculas de Lara.En su avance, la obligaba a retroceder, paso a paso, hasta la habitación. Sus manos, tan blancas y prolijamente cuidadas, se sentían calientes contra su piel cuando la tomaba por la nuca.Su boca, siempre llena de palabras de amor para ella, abarcaba la boca de la joven por completo.Para cuando llegaron a la cama, los dos estaban librando una batalla sin armas. Entre las cortinas de gasa que colgaban alrededor de la cama, ninguno oponía resistencia real. - Dijiste que aceptarías no tener sexo por dos meses – murmuró Lara, deslizándose sobre la cama hacia la cabecera. - No juegues con fuego - le advirtió, con la mirada oscurecida por el deseo. - ¿Me quemaré? Dante apoyó una rodilla contra el borde de la cama y se reclinó sobre ella, con ambas manos a los costados de Lara - ¿Quieres arder? - le preguntó. - ¿Cómo planeas hacerme arder? - lo tentó - Si no podemos tener sexo... - Se
¡Toc Toc Toc!Lara manoteó el teléfono en la mesita de luz.Eran las cuatro de la madrugada. Frunció el ceño y se giró, tirando el teléfono al otro lado de la cama.¡Toc Toc Toc!- ¿Quién golpea a esta hora? - murmuró contra la almohada.¡Ring Ring!Lara se incorporó fastidiada.Entre los niños y la interconsulta de un viejo colega de la época en que trabajaba en el hospital de su pueblo, no había dormido ni media hora.Caminando de puntitas, se apresuró hacia la puerta y checó por la mirilla.Las luces azules que se proyectaban en las cortinas de la sala confirmaban que el hombre del otro lado era un policía.- ¿Señora Lara Guzmán? – le preguntó con una expresión severa en cuanto abrió la puerta.- Sí – respondió Lara, preocupadaUna ráfaga helada se coló hasta ella y Lara se ajustó la bata.- ¿Es usted familiar de Víctor Albares?- Sí, soy su esposa – respondió, ansiosa.El policía la miró en silencio durante un largo minuto.- ¿Sucede algo? – preguntó ella, impaciente- Señora… suc
CINCO AÑOS DESPUÉSPedro y Pablo la miraban con sus ojos almendrados como si la culparan por tener que ir a la escuela.- Ya… tienen que entrar - Lara insistió.Nada… ninguno de los dos se movía ni siquiera un centímetro.- Mamá tiene que trabajar.Pedro se sacudió, tirando su mochila al piso.Pablo hizo lo mismo.- ¿Así van a ser? ¿Así se van a comportar conmigo todo el día de hoy?Ambos asintieron.Siempre era así, esos dos parecían ponerse de acuerdo para hacerla renegar.- ¿Por qué? – se sentó en el piso.Los niños se sentaron delante de ella, a un metro y medio del portón con rejas negras por el que ingresaban a la escuela.La gente los rodeaba para poder cruzar el ingreso de la escuela, pero ninguno se sorprendía. No era la primera vez que los veían así.- Saben que si hablaran, esto sería más fácil ¿No? – Lara los miró un momento antes de continuar - No es mi culpa que tengan que tomar clases extras de Lengua… ni que la maestra haya pedido una consulta con la psicopedagoga que
A un mar y otro universo de distancia, Dante Hatclifft suspiraba… irritado, molesto y hasta algo cansado.- Desde ahora te vas a encargar de negociar personalmente con la línea de hoteles en Latinoamérica.Dante se aflojó la corbata y tiró el saco sobre la silla detrás de su escritorio.Atravesando a su padre con la mirada, guardó silencio para no soltar todo lo que quería manifestar.En realidad, siempre era así.- ¿No me vas a contestar nada?Los ojos azules de Dante se sacudieron, como un mar turbulento.Incluso a Lorenzo Hatclifft se le hacía difícil sostener la mirada de su hijo cuando éste no estaba de humor, así que, mirando para otro lado, el anciano carraspeó.- Serás el primer ministro para la gente de esta nación pero si quieres seguir con tu puesto como director de la empresa de esta familia, seguirás mis reglas desde ahora.Lorenzo tiró una carpeta marrón sobre su escritorio.La silla de Dante chilló cuando se inclinó para leer las palabras impresas en la portada.“Venex