- Esto es incómodo – Lara se miraba las manos.- Tomate tu tiempo, nadie está apurado – la tranquilizó Mauricio, ocupando el asiento de Dante en la oficina completamente blanca.La noche comenzaba a entrelazarse con el día antes de reemplazarlo por completo y las luces cálidas le daban un aspecto totalmente diferente a esa habitación. De ser una oficina minimalista y completamente blanca, a esa hora, lucia como un espacio realmente confortable. ¿Qué tan relativo puede ser el tiempo?“Tu tiempo”El tiempo de Lara siempre funcionaba más como un temporizador que otra cosa, siempre con el tiempo justo.El primero de cada mes hay que pagar la cuota de la escuela, los diez se vencen los impuestos y la tarjeta de crédito cierra el veintitrés, así que su tiempo se medía en “Tengo que pagar esto antes del fin de semana y tengo cinco días para pagar aquello o cortan el servicio”, igual que un temporizador. El de Dante era un reloj de arena, con una medida determinada para cada cosa y un flujo
Dante se lanzó sobre sus labios con ese fervor que hacía vibrar cada una de las moléculas de Lara.En su avance, la obligaba a retroceder, paso a paso, hasta la habitación. Sus manos, tan blancas y prolijamente cuidadas, se sentían calientes contra su piel cuando la tomaba por la nuca.Su boca, siempre llena de palabras de amor para ella, abarcaba la boca de la joven por completo.Para cuando llegaron a la cama, los dos estaban librando una batalla sin armas. Entre las cortinas de gasa que colgaban alrededor de la cama, ninguno oponía resistencia real. - Dijiste que aceptarías no tener sexo por dos meses – murmuró Lara, deslizándose sobre la cama hacia la cabecera. - No juegues con fuego - le advirtió, con la mirada oscurecida por el deseo. - ¿Me quemaré? Dante apoyó una rodilla contra el borde de la cama y se reclinó sobre ella, con ambas manos a los costados de Lara - ¿Quieres arder? - le preguntó. - ¿Cómo planeas hacerme arder? - lo tentó - Si no podemos tener sexo... - Se
¡Toc Toc Toc!Lara manoteó el teléfono en la mesita de luz.Eran las cuatro de la madrugada. Frunció el ceño y se giró, tirando el teléfono al otro lado de la cama.¡Toc Toc Toc!- ¿Quién golpea a esta hora? - murmuró contra la almohada.¡Ring Ring!Lara se incorporó fastidiada.Entre los niños y la interconsulta de un viejo colega de la época en que trabajaba en el hospital de su pueblo, no había dormido ni media hora.Caminando de puntitas, se apresuró hacia la puerta y checó por la mirilla.Las luces azules que se proyectaban en las cortinas de la sala confirmaban que el hombre del otro lado era un policía.- ¿Señora Lara Guzmán? – le preguntó con una expresión severa en cuanto abrió la puerta.- Sí – respondió Lara, preocupadaUna ráfaga helada se coló hasta ella y Lara se ajustó la bata.- ¿Es usted familiar de Víctor Albares?- Sí, soy su esposa – respondió, ansiosa.El policía la miró en silencio durante un largo minuto.- ¿Sucede algo? – preguntó ella, impaciente- Señora… suc
CINCO AÑOS DESPUÉSPedro y Pablo la miraban con sus ojos almendrados como si la culparan por tener que ir a la escuela.- Ya… tienen que entrar - Lara insistió.Nada… ninguno de los dos se movía ni siquiera un centímetro.- Mamá tiene que trabajar.Pedro se sacudió, tirando su mochila al piso.Pablo hizo lo mismo.- ¿Así van a ser? ¿Así se van a comportar conmigo todo el día de hoy?Ambos asintieron.Siempre era así, esos dos parecían ponerse de acuerdo para hacerla renegar.- ¿Por qué? – se sentó en el piso.Los niños se sentaron delante de ella, a un metro y medio del portón con rejas negras por el que ingresaban a la escuela.La gente los rodeaba para poder cruzar el ingreso de la escuela, pero ninguno se sorprendía. No era la primera vez que los veían así.- Saben que si hablaran, esto sería más fácil ¿No? – Lara los miró un momento antes de continuar - No es mi culpa que tengan que tomar clases extras de Lengua… ni que la maestra haya pedido una consulta con la psicopedagoga que
A un mar y otro universo de distancia, Dante Hatclifft suspiraba… irritado, molesto y hasta algo cansado.- Desde ahora te vas a encargar de negociar personalmente con la línea de hoteles en Latinoamérica.Dante se aflojó la corbata y tiró el saco sobre la silla detrás de su escritorio.Atravesando a su padre con la mirada, guardó silencio para no soltar todo lo que quería manifestar.En realidad, siempre era así.- ¿No me vas a contestar nada?Los ojos azules de Dante se sacudieron, como un mar turbulento.Incluso a Lorenzo Hatclifft se le hacía difícil sostener la mirada de su hijo cuando éste no estaba de humor, así que, mirando para otro lado, el anciano carraspeó.- Serás el primer ministro para la gente de esta nación pero si quieres seguir con tu puesto como director de la empresa de esta familia, seguirás mis reglas desde ahora.Lorenzo tiró una carpeta marrón sobre su escritorio.La silla de Dante chilló cuando se inclinó para leer las palabras impresas en la portada.“Venex
Lara tardó un minuto en procesar la situación.Guadalupe le sonreía del brazo de otro hombre.A diferencia de aquella vez en la que se cruzaron en el hospital, esa noche, del brazo de aquel hombre, Guadalupe lucía radiante.Llevaba el cabello rubio recogido en una coleta alta y un vestido rojo pegado al cuerpo que lucía sus largas piernas perfectas y bronceadas.- ¿Me servirá o no? – uno de los invitados la reprendió delante de todos, agitando su copa vacía delante de ella.- Lo siento – Lara se disculpó – Llamaré a alguien más para que lo atienda, Señor.La risa de Guadalupe llegó hasta ella para erizar sus terminaciones nerviosas.Quería salir de ahí de inmediato y corrió hacia la terraza del salón.Verla allí, disfrutando de la vida, mientras ella intentaba conseguir el dinero para no perder su casa en manos de Guadalupe y esa demanda, desató la tormenta en su interior y apenas el aire fresco le dio en la cara, Lara lloró como hacía mucho que no lloraba.Hasta que sus manos dejaron
Lara se despertó sintiendo todo el cuerpo blandito.No recordaba cuándo fue la última vez que durmió tan bien.Se estiró y la punta de sus pies rozó las fuertes piernas del hombre recostado a su lado.Las imágenes de lo que hicieron la noche anterior la asaltaron.¡Ese hombre no era impotente! Hizo con ella lo que quiso.¡Por Dios! La potencia de ese hombre… Lara sentía que las mejillas le ardían.Se permitió echar una última miradita al torso firme y bien marcado de ese hombre.La blancura de su piel lucía encantadora en contraste con las sábanas oscuras.Se mordió el labio inferior.Para Lara, esa noche reinventaron las implicancias del sexo.Nada de lo que había hecho con Víctor, ni siquiera en su mejor momento, era siquiera parecido a todo lo que experimentó con ese hombre.Resistiendo las ganas de deslizar sus manos por los abdominales de Dante una vez más, Lara se levantó sigilosamente.Recogió la ropa de su uniforme apresurada, el sol que se colaba por la ventana le indicaba qu
Habían pasado tan solo un par de horas, pero la vida de Lara caía en picada.Y lo peor era que no podía hacer más nada que tan solo ver como todo el esfuerzo que hizo durante todos esos años, se iba por el drenaje.Apenas alcanzó a saludar a sus hijos antes de que una llamada urgente la sacara a las corridas de la casa, para ir al hotel de donde la acababan de despedir.- Lara ¿A dónde diablos estabas? – le preguntó Ignacio de camino al hotel.- Estaba de camino, hubo un corte en la autopista.- ¿Qué diablos pasó en el VIP? ¿Por qué te despidieron? Lara lo miró con los labios apretados en una línea recta y el corazón echo un bollito.¿Cómo le explicaba que por solo una noche de sexo había tirado por la borda el único trabajo estable que tenía? - Vi a Guadalupe en el evento – soltó con la conciencia culpable.- Oh… - Ignacio frenó de golpe en una luz roja – Yo… lo siento… solo sabía que te habías retirado antes e incumplido tu contrato. - Es que no soporté verla allí – Lara estremec