Cuando abro los ojos la multitud que me rodea se está retirando lentamente y frente a mí solo queda Ben, quien intenta contener la furia que le causa verme en este estado. Me sujeta por la parte interna del brazo y consigue ponerme en pie. Ben es alto, fuerte y muy bien parecido pero es un estirado de lo peor, así que sonrío para mis adentros cuando me doy cuenta de que lo he hecho enfadar, ¡1 a 0 a mi favor y contando!
—Me parece que has estado bebiendo —susurra uniendo sus labios a mi oído mientras intenta mantener la fría sonrisa en el rostro.
—Y yo creo que es cosa que a tí no te importa —respondo intentando mover mis pies para no trastabillar y caer mientras lucho por seguirle el paso.
Admito que es un buen bailarín, yo siempre he tenido dos pies izquierdos.
—No me gusta que me avergüences, Arah, pagué mucho dinero por esta boda y odiaría que la arruinases.
—Te dije que me casaría contigo, no que me dedicaría a hacerte feliz.
—¿Por qué me odias tanto? —pregunta frunciendo los labios.
—¿Te parece poco? Fuiste tú el causante de la ruina de mi padre y gracias al dolor de haber perdido todo por lo que había luchado, murió, su salud era excelente hasta aquél entonces.
—Tu padre llevaba años enfermo, Arah y no fui yo quien lo arruinó…
—Mira, Benjamin, tú no te casaste conmigo porque me quieras mucho, lo hiciste porque necesitabas las recetas de mi padre, sin ellas su imperio restaurantero estaría muerto y todos ustedes en la ruina. Tan solo faltan cinco años para que liberes los contratos y ese, es el tiempo que durará nuestro matrimonio, una vez que yo las recupere ambos retomaremos nuestras vidas.
—No voy a discutir eso contigo ahora, Arah.
—De acuerdo, esposito —murmuro mientras hago una dramática reverencia antes de abandonar la pista.
Ben se va detrás de mí y me toma por el brazo.
—No hagas esto ahora, por favor.
Su tono de voz ha sido suplicante y no puedo evitar sentir un poco de pena, asiento levemente y lo sigo a nuestra mesa. Aún estoy algo ebria pero decido darle tregua y me siento a su lado, él me mira a intervalos cortos mientras sonríe radiante a todo mundo; intenta, por todos los medios que no haga otra escena.
La banda está tocando música suave mientras los meseros sirven la cena y yo la engullo con rapidez, quiero, de una vez por todas acabar con esta farsa y largarme pero Ben tiene otros planes... Poco después de que los meseros comiencen a retirar los platos y mientras sirven la tarta me invita a pasar al centro de la pista para lanzar el ramo. ¡Demonios! ¿Hasta dónde piensa llegar Ben?
Las chicas solteras se arremolinan a nuestro alrededor y no puedo evitar notar que la pelirroja se ha colocado justo al centro. Su nombre es Blue, sí, por alguna extraña razón sus padres la bautizaron con ese nombre. Sé que suena a bailarina de club nocturno y que también le hace honor: se la pasa revoloteando como leona en celo alrededor de mi marido, intentando, por todos los medios, que él se fije en ella. Por Mabel sé que en algún momento tuvieron un amorío que la pelirroja aún no ha superado pero es cosa que me tiene sin cuidado, Ben puede hacer lo que le venga en gana mientras no se meta conmigo.
Intento mantener el equilibrio sobre la silla pero es un poco difícil, sin embargo lo consigo y cuando la música se detiene, lanzo el ramo por los aires. No puedo evitar volverme a ver quien lo atrapa, ¡rayos! Blue ha logrado hacerse con él y lo sostiene en alto mientras sonríe triunfante.
Bajo de la silla y de nuevo intento hacerme con una bebida pero Ben logra hacer a un lado al mesero y me quedo sin la copa entre las manos, es una pena, ahora más que nunca la necesito.
Los invitados han comenzado a marcharse y es inevitable la vuelta a casa, Ben la estuvo acondicionando durante el tiempo que duraron los preparativos y no se cansa de repetir que voy a sorprenderme. Estoy segura que el muy maldito va a jugar sucio.
Mientras viajamos en el automóvil no dejo de mirar a través de la ventanilla, no puedo dejar de pensar en los cinco años que me esperan y lo difícil que será afrontarlos; las relaciones en sí son muy complicadas, ¿cuánto más si estás al lado de alguien que no amas?
En cuanto bajamos del auto, mi maridito me entrega un llavero, tiene cinco llaves y en el extremo cuelga un extraño corazón de cristal que cambia de color cuando lo pones a contraluz. Es lindo, pero no muy ad-hoc para una situación como la nuestra. Meto la llave en la cerradura y la giro, Ben me toma en brazos asegurando que es de mala suerte que la novia entre por su propio pie.
—No seas ridículo y bájame, Benjamin —me quejo—. No tenemos por qué hacer ésto.
—No me importa cual sea nuestra situación, Arah, creo que es sumamente necesario.
—¿Sumamente necesario? —me burlo— ¿Podrías dejar de hablar como si estuvieras cerrando un importante contrato?
—¿Y no es lo que dijiste que teníamos?
—Por supuesto —respondo mientras me coloca cuidadosamente sobre el piso.
Recorro la estancia y luego observo todos y cada uno de los espacios interiores. La casa es pequeña y está amueblada con madera oscura y para hacer contraste beige en las paredes, los asientos de las sillas del comedor y los hermosos almohadones de la sala. La verdad es que es tan linda y confortable que realmente destila olor a hogar. Es una lástima que no pueda decir lo mismo de mi compañero.
—Sabía que odiabas las casas grandes y vacías, así que preferí darte un poco de lo que realmente te gusta. Ya que estarás aquí cinco años, ¿qué más que tratar de hacerlos un poco más agradables? —me mira y sus ojos emiten un extraño brillo.
Sí, algo se trae entre manos…
—De acuerdo, iré a dormir, ¿cuál es mi habitación?
—Querrás decir nuestra, querida.
Ben me toma de la mano y me lleva a la habitación más linda, es bastante amplia, en comparación con el resto de la casa y tiene baño y vestidor.
—Oh, no, no, no —respondo mientras muevo la cabeza una y otra vez—. Creo que nunca hablamos al respecto, pero yo no pienso dormir en la misma habitación que tú.
—Lo siento, queridita, pero es la única con la que cuenta la casa.
¡Lo sabía! Les dije que se traía algo entre manos.
—Pues me parece que la sala es bastante cómoda —afirmo.
Le sonrío y cierro la puerta en sus narices.
—¿Podrías al menos darme una mantita?
¿Qué? ¿Eso es todo lo que va a decir? ¿No va a pegar pataletas o aporrear puertas? Voy al vestidor y cojo una manta, abro la puerta tan solo un poco y se la extiendo.
—Aquí tienes, “queridito” —cierro la puerta y le pongo seguro.
Puedo escuchar como se recarga sobre la puerta.
—He hecho casi todo lo que has querido, Arah, no querías luna de miel y cedí, no querías una casa grande y te di una pequeña, no tientes a tu suerte.
¿Fue eso una amenaza?
—No quería una boda fastuosa.
—Sabes que lo hice por mis padres —responde vencido.
—¿Y tú, Ben? ¿Alguna vez harás algo sin intentar complacer a las demás personas? —pregunto con las manos colocadas sobre la puerta.
—Me casé contigo y eso lo hice por mí, no por nadie. Buenas noches.
Escucho sus pasos alejándose de la puerta y comienzo a quitarme el velo con furia. No puedo creer que sea tan arrogante, ¿quién demonios se cree que es?
Los invitados han comenzado a marcharse y es inevitable la vuelta a casa, Ben la estuvo acondicionando durante el tiempo que duraron los preparativos y no se cansa de repetir que voy a sorprenderme. Estoy segura que el muy maldito va a jugar sucio. Mientras viajamos en el automóvil no dejo de mirar a través de la ventanilla, no puedo dejar de pensar en los cinco años que me esperan y lo difícil que será afrontarlos; las relaciones en sí son muy complicadas, ¿cuánto más si estás al lado de alguien que no amas? En cuanto bajamos del auto, mi maridito me entrega un llavero, tiene cinco llaves y en el extremo cuelga un extraño corazón de cristal que cambia de color cuando lo pones a contraluz. Es lindo, pero no muy ad-hoc para una situación como la nuestra. Meto la llave en la cerradura y la giro, Ben me toma en brazos asegurando que es de mala suerte que la novia entre por su propio pie. —No seas ridículo y bájame, Benjamin —me quejo—. No tenemos por qué hacer é
Despierto pasado el mediodía, tengo resaca y necesito algo para sentirme mejor así que me dirijo al frigorífico, Ben ha sido cuidadoso, lo ha llenado con lo necesario e incluso me dejó una bebida rehidratante. Bebo el contenido y luego me preparo un desayuno ligero. Mi maridito debe haberse marchado temprano a terminar algún pendiente, así que tengo toda la casa para mí solita. Me estiro con toda tranquilidad y cojo el diario para echarle un vistazo. Las mismas noticias de siempre… Lo hago a un lado aburrida. Es domingo y no tengo nada qué hacer así que le llamo a mi mejor amiga. Su nombre es Layda pero la llamamos cariñosamente Lay; Lay es una chica super guay que por más negro que se vea el panorama siempre tiene la sonrisa sobre los labios y una palabra de aliento. —Buen día, señora Johnson —responde ni bien ha sonado el timbre. —Muy graciosa. —¿Cómo está todo por ahí? —”Está” que ya es suficiente. —¿Qué tal tu primer día de casada
Ben vuelve a casa pasadas las cinco de la tarde y con una de sus manos sostiene su móvil, con la otra una bolsa de papel que al parecer contiene comida, sin embargo, por aburrimiento o lo que sea, he preparado una deliciosa pasta alfredo a la que he agregado un poco de brócoli y pollo. —Vaya...—murmura al ver el recipiente al centro de la mesa—, pensé que no tenías ganas de hacer nada y traje un poco de comida de Lians, sé lo mucho que te gusta. —Y yo no sabía a qué hora volverías, así que preparé un poco de pasta. —¿Y también me esperaste para comer? —No es que te haya esperado, lo que sucede es que llegaste justo en el momento en que estaba a punto de sentarme. —Per
Mi sueño no ha sido reparador en lo absoluto, hace mucho que no sé lo que es un día tranquilo pero decido darme una vuelta por la cafetería en donde trabajo para ayudarme a pagar los estudios —que he interrumpido por el momento— para saludar a mis compañeros ya que estoy de permiso una semana por mi reciente boda. El inmenso letrero del De´Luca ha sido al fin cambiado por uno mucho más moderno, ¿pueden las cosas cambiar tanto en tan poco tiempo? Es muy llamativo, el fondo es negro y las letras doradas, tal como se lo había sugerido hace tiempo a Luca, me alegra que al fin alguien me haya prestado atención. Asiento los codos sobre la barra y Luca se vuelve hacia mí al tiempo que se seca las manos en el delantal que ahora es también de color negro. &nb
Después de una breve charla «o al menos es lo que me ha parecido porque veo en mi reloj que ha transcurrido casi una hora», me echo la bolsa al hombro y le digo a Killen que espero que nos veamos pronto, él sonríe de medio lado y Luca me dice “adiós” con la mano desde un extremo del local. Cuando estoy a punto de salir veo a través del ventanal el auto de Benjamin estacionarse justo frente a la cafetería. Abre la puerta desde adentro y me invita a subir con una "falsa sonrisa" iluminando su rostro. —Hola, pasaba por aquí y me pareció verte, así que decidí detenerme y héme aquí. ¿Vas a casa? No, estoy segura de que no pasaba por aquí, es casi seguro que me ha estado siguiendo. —Sí, iba a preparar el almuerzo, no sabía si comerías en casa pero supuse que era mejor prevenir. —Aún queda la comida china que no comimos ayer, si quieres podemos calentarla, así no tienes que cocinar. Ben arranca y en menos de diez minutos ya estamos en
Son las doce de la noche y sigo dando vueltas, Ben no ha vuelto a intentar meterse en mi cama y lo respeto por eso. Somos como dos extraños compartiendo la misma casa, no tenemos tiempo o no nos importa conocernos lo suficiente. Tengo vagos recuerdos de cuando éramos niños, él siempre estaba molestando por la manera en que vestía o me comportaba. Una vez tuve que darle una buena paliza para que me dejara en paz, nunca volvió a mencionar el incidente y luego el asunto quedó en el olvido. —¿Duermes? —pregunta desde el otro extremo de la puerta intentando no hacer mucho ruido. Pienso en hacerme la dormida pero en su lugar me siento en la cama y le digo que puede pasar, Ben se sienta en el borde. —No puedo dormir. —Yo tampoco —confieso. —Arah… —murmura y por primera vez toma mi mano y siento su calor —No me gusta que estemos viviendo de este modo, nos conocemos desde hace mucho tiempo y ¿ni siquiera podemos tratarnos como amigos? Detesto que me ig
¿Qué más da dormir juntos? No ha sido el fin del mundo, Ben ha sido muy cuidadoso, no me ha rozado ni siquiera una vez y creo que ambos hemos dormido como bebés recién nacidos. Es gracioso, no es que el odio se haya esfumado milagrosamente pero hacer una tregua me ha dado un poco de tranquilidad, incluso Ben se ha despedido de mí dándome un beso en la mejilla y no he opuesto resistencia. Cómo al descuido le he comentado que volveré a mi trabajo en la cafetería antes de lo planeado y a la escuela apenas entre la primavera. Uno de los motivos para volver es tener plata porque no soy de las que le piden al marido la gastada, el otro… Obviamente Killen, me muero por conocer a ese chico misterioso, así que me pongo mis vaqueros y la playera del De´Luca y me echo encima la chaqueta. Estoy a punto de salir cuando mi hermosa suegra se aparece, como un fantasma, en la puerta. —¿Ibas a salir, querida? —pregunta de manera irónica y no puedo evitar notar que ha dicho “ibas”, <
Estoy sentada, en el sillón de la terraza, bebiendo una copa de vino y a mi lado está Ben, estamos conversando de la visita de su madre, ¡y justo estoy haciendo lo que juré que jamás haría! Estoy llorando sobre su hombro desconsolada. —Estoy segura de que lo sabías, lo sabías y no me lo dijiste —me limpio la nariz que debe estar roja, por el llanto y el frío. Ben me cubre las piernas con una manta. —No, Arah, lo supe apenas hace un par de semanas. —¡Pero no podemos tener un hijo, Ben! No nos amamos… —¿Y qué? ¿Cuántos padres se divorcian y se vuelven enemigos hasta el fin de los tiempos? Nosotros hemos hecho un pacto y la hemos llevado bien. Podemos sobrevivir a eso y más. —¡Hicimos un pacto apenas anoche y ésto está avanzando demasiado rápido! —nuevas lágrimas se asoman y me pongo de pie como impulsada por un resorte— ¡No! ¡Todo esto parece una de esas horrorosas telenovelas en las que todo es un espantoso, aterrador y pavoroso c