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1. El ramo de Blue y un corazón de cristal

Cuando abro los ojos la multitud que me rodea se está retirando lentamente y frente a mí solo queda Ben, quien intenta contener la furia que le causa verme en este estado. Me sujeta por la parte interna del brazo y consigue ponerme en pie. Ben es alto, fuerte y muy bien parecido pero es un estirado de lo peor, así que sonrío para mis adentros cuando me doy cuenta de que lo he hecho enfadar, ¡1 a 0 a mi favor y contando!

—Me parece que has estado bebiendo —susurra uniendo sus labios a mi oído mientras intenta mantener la fría sonrisa en el rostro.

—Y yo creo que es cosa que a tí no te importa —respondo intentando mover mis pies para no trastabillar y caer mientras lucho por seguirle el paso.

Admito que es un buen bailarín, yo siempre he tenido dos pies izquierdos.

—No me gusta que me avergüences, Arah, pagué mucho dinero por esta boda y odiaría que la arruinases.

—Te dije que me casaría contigo, no que me dedicaría a hacerte feliz.

—¿Por qué me odias tanto? —pregunta frunciendo los labios.

—¿Te parece poco? Fuiste tú el causante de la ruina de mi padre y gracias al dolor de haber perdido todo por lo que había luchado, murió, su salud era excelente hasta aquél entonces.

—Tu padre llevaba años enfermo, Arah y no fui yo quien lo arruinó… 

—Mira, Benjamin, tú no te casaste conmigo porque me quieras mucho, lo hiciste porque necesitabas las recetas de mi padre, sin ellas su imperio restaurantero estaría muerto y todos ustedes en la ruina. Tan solo faltan cinco años para que liberes los contratos y ese, es el tiempo que durará nuestro matrimonio, una vez que yo las recupere ambos retomaremos nuestras vidas.

—No voy a discutir eso contigo ahora, Arah. 

—De acuerdo, esposito —murmuro mientras hago una dramática reverencia antes de abandonar la pista.

Ben se va detrás de mí y me toma por el brazo.

—No hagas esto ahora, por favor.

Su tono de voz ha sido suplicante y no puedo evitar sentir un poco de pena, asiento levemente y lo sigo a nuestra mesa. Aún estoy algo ebria pero decido darle tregua y me siento a su lado, él me mira a intervalos cortos mientras sonríe radiante a todo mundo; intenta, por todos los medios que no haga otra escena.

La banda está tocando música suave mientras los meseros sirven la cena y yo la engullo con rapidez, quiero, de una vez por todas acabar con esta farsa y largarme pero Ben tiene otros planes... Poco después de que los meseros comiencen a retirar los platos y mientras sirven la tarta me invita a pasar al centro de la pista para lanzar el ramo. ¡Demonios! ¿Hasta dónde piensa llegar Ben? 

Las chicas solteras se arremolinan a nuestro alrededor y no puedo evitar notar que la pelirroja se ha colocado justo al centro. Su nombre es Blue, sí, por alguna extraña razón sus padres la bautizaron con ese nombre. Sé que suena a bailarina de club nocturno y que también le hace honor: se la pasa revoloteando como leona en celo alrededor de mi marido, intentando, por todos los medios, que él se fije en ella. Por Mabel sé que en algún momento tuvieron un amorío que la pelirroja aún no ha superado pero es cosa que me tiene sin cuidado, Ben puede hacer lo que le venga en gana mientras no se meta conmigo.

Intento mantener el equilibrio sobre la silla pero es un poco difícil, sin embargo lo consigo y cuando la música se detiene, lanzo el ramo por los aires. No puedo evitar volverme a ver quien lo atrapa, ¡rayos! Blue ha logrado hacerse con él y lo sostiene en alto mientras sonríe triunfante.

 Bajo de la silla y de nuevo intento hacerme con una bebida pero Ben logra hacer a un lado al mesero y me quedo sin la copa entre las manos, es una pena, ahora más que nunca la necesito.

Los invitados han comenzado a marcharse y es inevitable la vuelta a casa, Ben la estuvo acondicionando durante el tiempo que duraron los preparativos y no se cansa de repetir que voy a sorprenderme. Estoy segura que el muy maldito va a jugar sucio.

Mientras viajamos en el automóvil no dejo de mirar a través de la ventanilla, no puedo dejar de pensar en los cinco años que me esperan y lo difícil que será afrontarlos; las relaciones en sí son muy complicadas, ¿cuánto más si estás al lado de alguien que no amas?

En cuanto bajamos del auto, mi maridito me entrega un llavero, tiene cinco llaves y en el extremo cuelga un extraño corazón de cristal que cambia de color cuando lo pones a contraluz. Es lindo, pero no muy ad-hoc para una situación como la nuestra. Meto la llave en la cerradura y la giro, Ben me toma en brazos asegurando que es de mala suerte que la novia entre por su propio pie.

—No seas ridículo y bájame, Benjamin —me quejo—. No tenemos por qué hacer ésto.

—No me importa cual sea nuestra situación, Arah, creo que es sumamente necesario.

—¿Sumamente necesario? —me burlo— ¿Podrías dejar de hablar como si estuvieras cerrando un importante contrato?

—¿Y no es lo que dijiste que teníamos?

—Por supuesto —respondo mientras me coloca cuidadosamente sobre el piso.

Recorro la estancia y luego observo todos y cada uno de los espacios interiores.  La casa es pequeña y está amueblada con madera oscura y para hacer contraste beige en las paredes, los asientos de las sillas del comedor y los hermosos almohadones de la sala. La verdad es que es tan linda y confortable que realmente destila olor a hogar. Es una lástima que no pueda decir lo mismo de mi compañero.

—Sabía que odiabas las casas grandes y vacías, así que preferí darte un poco de lo que realmente te gusta. Ya que estarás aquí cinco años, ¿qué más que tratar de hacerlos un poco más agradables? —me mira y sus ojos emiten un extraño brillo.

Sí, algo se trae entre manos… 

—De acuerdo, iré a dormir, ¿cuál es mi habitación?

—Querrás decir nuestra, querida.

Ben me toma de la mano y me lleva a la habitación más linda, es bastante amplia, en comparación con el resto de la casa y tiene baño y vestidor. 

—Oh, no, no, no —respondo mientras muevo la cabeza una y otra vez—. Creo que nunca hablamos al respecto, pero yo no pienso dormir en la misma habitación que tú.

—Lo siento, queridita, pero es la única con la que cuenta la casa.

¡Lo sabía! Les dije que se traía algo entre manos.

—Pues me parece que la sala es bastante cómoda —afirmo.

Le sonrío y cierro la puerta en sus narices.

—¿Podrías al menos darme una mantita?

¿Qué? ¿Eso es todo lo que va a decir? ¿No va a pegar pataletas o aporrear puertas? Voy al vestidor y cojo una manta, abro la puerta tan solo un poco y se la extiendo. 

—Aquí tienes, “queridito” —cierro la puerta y le pongo seguro.

Puedo escuchar como se recarga sobre la puerta.

—He hecho casi todo lo que has querido, Arah, no querías luna de miel y cedí, no querías una casa grande y te di una pequeña, no tientes a tu suerte.

¿Fue eso una amenaza?

—No quería una boda fastuosa.

—Sabes que lo hice por mis padres —responde vencido.

—¿Y tú, Ben? ¿Alguna vez harás algo sin intentar complacer a las demás personas? —pregunto con las manos colocadas sobre la puerta.

—Me casé contigo y eso lo hice por mí, no por nadie. Buenas noches.

Escucho sus pasos alejándose de la puerta y comienzo a quitarme el velo con furia. No puedo creer que sea tan arrogante, ¿quién demonios se cree que es?

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