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2. Corazón de cristal

Los invitados han comenzado a marcharse y es inevitable la vuelta a casa, Ben la estuvo acondicionando durante el tiempo que duraron los preparativos y no se cansa de repetir que voy a sorprenderme. Estoy segura que el muy maldito va a jugar sucio.

Mientras viajamos en el automóvil no dejo de mirar a través de la ventanilla, no puedo dejar de pensar en los cinco años que me esperan y lo difícil que será afrontarlos; las relaciones en sí son muy complicadas, ¿cuánto más si estás al lado de alguien que no amas?

En cuanto bajamos del auto, mi maridito me entrega un llavero, tiene cinco llaves y en el extremo cuelga un extraño corazón de cristal que cambia de color cuando lo pones a contraluz. Es lindo, pero no muy ad-hoc para una situación como la nuestra. Meto la llave en la cerradura y la giro, Ben me toma en brazos asegurando que es de mala suerte que la novia entre por su propio pie.

—No seas ridículo y bájame, Benjamin —me quejo—. No tenemos por qué hacer ésto.

—No me importa cual sea nuestra situación, Arah, creo que es sumamente necesario.

—¿Sumamente necesario? —me burlo— ¿Podrías dejar de hablar como si estuvieras cerrando un importante contrato?

—¿Y no es lo que dijiste que teníamos?

—Por supuesto —respondo mientras me coloca cuidadosamente sobre el piso.

Recorro la estancia y luego observo todos y cada uno de los espacios interiores.  La casa es pequeña y está amueblada con madera oscura y para hacer contraste beige en las paredes, los asientos de las sillas del comedor y los hermosos almohadones de la sala. La verdad es que es tan linda y confortable que realmente destila olor a hogar. Es una lástima que no pueda decir lo mismo de mi compañero.

—Sabía que odiabas las casas grandes y vacías, así que preferí darte un poco de lo que realmente te gusta. Ya que estarás aquí cinco años, ¿qué más que tratar de hacerlos un poco más agradables? —me mira y sus ojos emiten un extraño brillo.

Sí, algo se trae entre manos… 

—De acuerdo, iré a dormir, ¿cuál es mi habitación?

—Querrás decir nuestra, querida.

Ben me toma de la mano y me lleva a la habitación más linda, es bastante amplia, en comparación con el resto de la casa y tiene baño y vestidor. 

—Oh, no, no, no —respondo mientras muevo la cabeza una y otra vez—. Creo que nunca hablamos al respecto, pero yo no pienso dormir en la misma habitación que tú.

—Lo siento, queridita, pero es la única con la que cuenta la casa.

¡Lo sabía! Les dije que se traía algo entre manos.

—Pues me parece que la sala es bastante cómoda —afirmo.

Le sonrío y cierro la puerta en sus narices.

—¿Podrías al menos darme una mantita?

¿Qué? ¿Eso es todo lo que va a decir? ¿No va a pegar pataletas o aporrear puertas? Voy al vestidor y cojo una manta, abro la puerta tan solo un poco y se la extiendo. 

—Aquí tienes, “queridito” —cierro la puerta y le pongo seguro.

Puedo escuchar como se recarga sobre la puerta.

—He hecho casi todo lo que has querido, Arah, no querías luna de miel y cedí, no querías una casa grande y te di una pequeña, no tientes a tu suerte.

¿Fue eso una amenaza?

—No quería una boda fastuosa.

—Sabes que lo hice por mis padres —responde vencido.

—¿Y tú, Ben? ¿Alguna vez harás algo sin intentar complacer a las demás personas? —pregunto con las manos colocadas sobre la puerta.

—Me casé contigo y eso lo hice por mí, no por nadie. Buenas noches.

Escucho sus pasos alejándose de la puerta y comienzo a quitarme el velo con furia. No puedo creer que sea tan arrogante, ¿quién demonios se cree que es?

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