Estoy sentada, en el sillón de la terraza, bebiendo una copa de vino y a mi lado está Ben, estamos conversando de la visita de su madre, ¡y justo estoy haciendo lo que juré que jamás haría! Estoy llorando sobre su hombro desconsolada.
—Estoy segura de que lo sabías, lo sabías y no me lo dijiste —me limpio la nariz que debe estar roja, por el llanto y el frío.
Ben me cubre las piernas con una manta.
—No, Arah, lo supe apenas hace un par de semanas.
—¡Pero no podemos tener un hijo, Ben! No nos amamos…
—¿Y qué? ¿Cuántos padres se divorcian y se vuelven enemigos hasta el fin de los tiempos? Nosotros hemos hecho un pacto y la hemos llevado bien. Podemos sobrevivir a eso y más.
—¡Hicimos un pacto apenas anoche y ésto está avanzando demasiado rápido! —nuevas lágrimas se asoman y me pongo de pie como impulsada por un resorte— ¡No! ¡Todo esto parece una de esas horrorosas telenovelas en las que todo es un espantoso, aterrador y pavoroso cliché! No quiero esta vida, Ben, yo no la elegí. Debo terminar mis estudios y luego irme, viajar y ser libre, deleitar los paladares de todas las personas del mundo y…
—Cuidar de nuestro hijo —murmura.
Entonces me doy cuenta de que no ha escuchado nada de lo que dije antes y un nuevo ataque de llanto me toma por sorpresa. Vuelvo a sentarme y Ben me cubre con la manta, me mantiene abrazada mientras susurra como un autómata que “todo estará bien”.
No, nada estará bien. ¿En qué momento lo Johnson se hicieron con mi vida para destruirla?
Me levanto temprano por la mañana y con renovadas fuerzas. A pesar de todo he logrado descansar muy bien, al parecer, dormir a lado de Ben es reparador. Qué extraño, jamás lo hubiese imaginado, aunque quizá se deba a que toda la noche estuvimos intentando concebir al mentado hijo. ¡No puedo creerlo! ¿Cómo caí de bruces en esta situación? ¡Odio a los Johnson¡ ¡Odio a Ben! Pero más me odio a mí misma por estar siguiéndoles el juego, ¿y si lo de la enfermedad de mi suegra es tan solo una mentira para conseguir un heredero? ¡Bah! No creo, ella jamás mentiría con algo tan delicado, ¿o sí? Después de desayunar y de que Ben se haya marchado al Corporativo, me pongo mi uniforme para ir directo a la Cafetería. Le he avisado a Luca que estaré de vuelta y se ha puesto loco de contento, al parecer Killen aùn está muy verde y necesita de toda mi ayuda. He aquì a la indicada para prestársela. En cuanto entro a la cafeterìa, Luca se abalanza sobre mí y me
Cuando salgo a media tarde de la cafeterìa, siento que camino sobre nubes de algodón, solo puedo pensar en Killen y lo dulce que es. Sé que fui muy atrevida pero juro que es la primera vez que hago algo asi. El tío mola un montòn y no iba a desperdiciar la oportunidad, además solo fue un maldito beso y eso no le hace daño a nadie, ¿o sì? Estoy caminando por la acera cuando Ben pasa en su auto a mi lado y se detiene, justo en el momento en que entra un mensaje en mi celular: “Ya te extraño” leo en la pantalla, el remitente por supuesto es Kill. Sonrìo para mis adentros y subo al auto. Saludo a mi maridito, quien piensa que mi esplendorosa sonrisa se debe a la sorpresa que me dio al ir a buscarme, sorpresa tremenda la que iba a llevarse él de haber pasado màs temprano. Mientras estoy en la cocina, tarareo una vieja canción francesa y Ben se
—¡Buen día, Luca! —saludo con desparpajo toda vez que hago mi entrada triunfal a la cafetería. —Buen día, bella mía —responde Luca con un fingido acento italiano. Al parecer está de excelente humor. —Veo que estás muy contento el día de hoy —murmuro mientras me coloco el delantal del De´Luca. —¿Y cómo no habría de estarlo? ¡Tenemos visitas importantes! Me vuelvo hacia la derecha que es el mismo lugar al que se dirige su mirada y entonces puedo apreciarla en todo su esplendor: Lay está ahí del brazo de alguien que debe ser Paulo. Ambas gritamos y damos saltitos de alegría antes de correr a abrazarnos. —¡Dios, Dios! ¡No puedo creer que estés aquí! —grito antes de volverme hacia su acompañante para darle también un abrazo de bienvenida. —Queríamos sorprenderte —dice mi amiga y me toma de la mano para que vayamos a sentarnos. Luca hace una señal de aprobación y no
Estoy sentada en la terraza con una copa de vino, lo cual se me ha vuelto costumbre, pensando acerca de la boda de Lay y estoy tan sumida en mis pensamientos que ni siquiera me he percatado de que Ben no vino a comer el día de hoy, hasta que lo escucho abriendo la puerta del garage para estacionar la camioneta. Mi maridito atraviesa la cocina y abre la puerta corrediza que separa la sala de la terraza. —Hola, Ary, ya llegué —saluda y se sienta a mi lado, resoplando. —¿Un mal día? —le pregunto. —Algo hay de eso —responde agotado.. —Mi dia tampoco fue fácil —aclaro.
Absolutamente nada de lo que tenía planeando ha salido como tenía previsto. ¿Qué demonios está sucediendo? ¿Será cierto aquello que dicen que el sexo lo cambia todo en una relación? ¿De verdad me está afectando que sea probable que Ben haya estado con otra mujer anoche y que me esté “pintando el cuerno”? ¡Pobre de él si llego a comprobarlo! ¡Rayos! ¿qué demonios está mal conmigo? Voy al baño y me encierro por un par de minutos, ésto no puede estar pasando, mis emociones se desbordan y apenas me reconozco en el espejo. Luzco como si hubiese envejecido 5 años en una sola noche, quizá es lógico, apenas si conseguí pegar el ojo. Los dos minutos se extienden y únicamente reacciono cuando Ben toca la puerta, necesita entrar al baño y quiere que me de prisa. Abro con pesadumbre y me quedo
Ben ha hecho las maletas y se ha marchado con lo más básico, aunque tampoco es como que hubiese mudado todas sus cosas, aún quedan muchas de ellas en casa de su madre, casi como si hubiese temido que ésto fuera a suceder. Me siento bastante confundida, por una parte, me siento culpable y por la otra… también. Fue un buen gesto que se ofreciera a dejarme la casa y a pasarme una mensualidad, pero no voy a aceptarlo, jamás he sido abusiva. Decido que me quedaré hasta que encuentre un cuarto en alguna posada para poder comenzar de nuevo. Aunque veo este final como un gran manchón negro en mi historia de vida, es probable que solo sea un nuevo inicio y es así cómo debo tomarlo. Me voy a la cama temprano; sin la presión de Ben para “crear
Mientras viajo en el tren subterráneo y éste atraviesa las estaciones, las imágenes del octavo cumpleaños de Ben no dejan de infiltrarse en mi mente. Era la primera vez que nos invitaban y mi padre me había comprado un hermoso vestido de color blanco cuya cintura estaba marcada por una cinta de color rosa pastel. Recuerdo haber llorado durante todo el camino porque yo quería usar mis pequeños jeans y la camisita de cuadros que me había regalado mi madre —que solía comprarme la ropa dos tallas más grandes para que me durara— y que era lo último que me quedaba de ella, a excepción de aquella foto que aún adornaba mi mesita de noche en dónde yo estaba vestida con un conjunto marinero, sonriente a lado de mis padres y con el hermoso muelle de fondo. Las imágenes pasan a gran velocidad por mi mente y puedo ver a Ben halando el listón rosa de mi vestido y yo refugiándome en las rodillas de mi padre, quien me decía, con toda la dulzura de la que solo él era capaz, que el pequeño Be
Lay ha puesto en mis manos nuestra caja de recuerdos antes de despedirse y ha dicho que me hará bien alejarme un tiempo para poner las cosas en orden en mi cabeza. Le he explicado de manera clara que no tengo plata para hacer frente a los gastos que implica un viaje, pero ella me ha dicho que no necesito gran cosa, ahí hay un departamento en que puedo quedarme hasta un par de semanas sí quiero. Ella va a mudarse con Paulo, pero el departamento lo entrega hasta el día 30 ya que es el día que vence el contrato de arrendamiento. Aun así, no tengo un ticket de avión. Vuelvo a casa con la caja sobre mis piernas mientras busco entre los recovecos de mi cabeza las claves del amor que Ben siente por mí, y que yo dejé pasar de largo para no aceptar que también lo quería. La primera de ellas está en el contrato. Mi padre había cedido las recetas en un convenio que duraría hasta que cualquiera de ellos decidiera terminar el trato, por lo cual Benjamín podía terminarlo cuando as