¿Qué más da dormir juntos? No ha sido el fin del mundo, Ben ha sido muy cuidadoso, no me ha rozado ni siquiera una vez y creo que ambos hemos dormido como bebés recién nacidos. Es gracioso, no es que el odio se haya esfumado milagrosamente pero hacer una tregua me ha dado un poco de tranquilidad, incluso Ben se ha despedido de mí dándome un beso en la mejilla y no he opuesto resistencia. Cómo al descuido le he comentado que volveré a mi trabajo en la cafetería antes de lo planeado y a la escuela apenas entre la primavera. Uno de los motivos para volver es tener plata porque no soy de las que le piden al marido la gastada, el otro… Obviamente Killen, me muero por conocer a ese chico misterioso, así que me pongo mis vaqueros y la playera del De´Luca y me echo encima la chaqueta. Estoy a punto de salir cuando mi hermosa suegra se aparece, como un fantasma, en la puerta.
—¿Ibas a salir, querida? —pregunta de manera irónica y no puedo evitar notar que ha dicho “ibas”, al parecer la bruja tiene otros planes.
—¿Se echó a perder su vehículo?
—¿Cómo dices?
Tomo la escoba que por descuido dejé asentada a un lado de la puerta principal y la meto en la bodega de limpieza que está a un costado del recibidor.
—Ay, queridita, conmigo no te van esas bromas.
La muy necia entra aunque no la he invitado.
—Pase, querida, suegra —me burlo.
—No sé por qué rayos Benjamín insistió en traerte a vivir en esta casucha.
—No es ninguna casucha, suegrita y no necesitamos una mansión, olvida que solo somos dos.
—No por mucho tiempo, le he dicho a Ben que necesito tener un nieto pronto, como verás ya estoy vieja y no quiero morirme sin tener un heredero.
Así que el muy cretino ha intentado meterse en mi cama para avanzar de poco en poco. Ahora lo entiendo todo.
—Pero si ya lo tiene, Jake, el hijo de Bel, ¿o acaso duda que sea su nieto?
—No seas tonta, Arah, el heredero siempre es el primer hijo del hijo varón.
—Habrá sido así en la época de las cavernas, señora, pero por si no lo ha notado estamos en pleno siglo XXI, hace mucho que esas ideas se quedaron atrás. Aunque claro está, supongo que usted se aferra a lo que está tallado en piedra, como en sus tiempos.
—Mira, Arah —responde con fingida arrogancia—, no vine aquí a discutir contigo, nunca estuve de acuerdo con el capricho de Ben pero estoy enferma y no me queda mucho tiempo de vida, así que vine a suplicarte que me permitas conocer a mi nieto.
—¡Pero, señora! Ben y yo únicamente tenemos un contrato de palabra, ¿cómo quiere que se lo explique? ¿Con palitos y bolitas?
—Si lo que intentas es ofenderme, no vas a lograrlo, Arah. Conocí a tu padre y era un buen hombre, dudo mucho que no hayas heredado su corazón. Vengo aquí, como una mujer que tiene contados los días para suplicarte que me permitas conocer a mi nieto.
—¿Días contados? —pregunto interesada.
—Hace tres meses que estoy en tratamiento contra el cáncer.
El cáncer… Sé muy bien lo qué es eso, perdí a mi madre gracias a él.
No puedo evitar que un par de lágrimas resbalen por mis mejillas, sí, no soy el témpano de hielo que todos creen. Mi suegra no es objeto de mi devoción pero tampoco es como para desearle la muerte..
—Yo… Lo siento —le digo muy quedito al tiempo que limpio mis mofletes con el dorso de la mano—, pero estamos hablando de algo muy serio, yo tengo sueños y un hijo no está dentro de mis planes, no por ahora. ¡Tengo 27 y ni siquiera he terminado de estudiar mi especialización! Sé que puede entenderlo…
—Puedo entenderte perfectamente, querida, pero mi enfermedad cambia todos tus planes.
¿Por qué su enfermedad tiene que cambiar todos mis planes? Yo no estoy preparada para ser madre, ¿tener una pequeña vida entre mis manos? ¡Ni pensarlo! No soy capaz, ni siquiera, de cuidar de mí misma, ¿cómo voy a poder cuidar de otra persona? ¿Una, que será incapaz de dar un paso, al menos mientras crece y se vuelve independiente, sin mí? ¡Ni loca! Siento mucho lo de la señora Johnson pero ¡no soy su máquina engendradora!
Estoy sentada, en el sillón de la terraza, bebiendo una copa de vino y a mi lado está Ben, estamos conversando de la visita de su madre, ¡y justo estoy haciendo lo que juré que jamás haría! Estoy llorando sobre su hombro desconsolada. —Estoy segura de que lo sabías, lo sabías y no me lo dijiste —me limpio la nariz que debe estar roja, por el llanto y el frío. Ben me cubre las piernas con una manta. —No, Arah, lo supe apenas hace un par de semanas. —¡Pero no podemos tener un hijo, Ben! No nos amamos… —¿Y qué? ¿Cuántos padres se divorcian y se vuelven enemigos hasta el fin de los tiempos? Nosotros hemos hecho un pacto y la hemos llevado bien. Podemos sobrevivir a eso y más. —¡Hicimos un pacto apenas anoche y ésto está avanzando demasiado rápido! —nuevas lágrimas se asoman y me pongo de pie como impulsada por un resorte— ¡No! ¡Todo esto parece una de esas horrorosas telenovelas en las que todo es un espantoso, aterrador y pavoroso c
Me levanto temprano por la mañana y con renovadas fuerzas. A pesar de todo he logrado descansar muy bien, al parecer, dormir a lado de Ben es reparador. Qué extraño, jamás lo hubiese imaginado, aunque quizá se deba a que toda la noche estuvimos intentando concebir al mentado hijo. ¡No puedo creerlo! ¿Cómo caí de bruces en esta situación? ¡Odio a los Johnson¡ ¡Odio a Ben! Pero más me odio a mí misma por estar siguiéndoles el juego, ¿y si lo de la enfermedad de mi suegra es tan solo una mentira para conseguir un heredero? ¡Bah! No creo, ella jamás mentiría con algo tan delicado, ¿o sí? Después de desayunar y de que Ben se haya marchado al Corporativo, me pongo mi uniforme para ir directo a la Cafetería. Le he avisado a Luca que estaré de vuelta y se ha puesto loco de contento, al parecer Killen aùn está muy verde y necesita de toda mi ayuda. He aquì a la indicada para prestársela. En cuanto entro a la cafeterìa, Luca se abalanza sobre mí y me
Cuando salgo a media tarde de la cafeterìa, siento que camino sobre nubes de algodón, solo puedo pensar en Killen y lo dulce que es. Sé que fui muy atrevida pero juro que es la primera vez que hago algo asi. El tío mola un montòn y no iba a desperdiciar la oportunidad, además solo fue un maldito beso y eso no le hace daño a nadie, ¿o sì? Estoy caminando por la acera cuando Ben pasa en su auto a mi lado y se detiene, justo en el momento en que entra un mensaje en mi celular: “Ya te extraño” leo en la pantalla, el remitente por supuesto es Kill. Sonrìo para mis adentros y subo al auto. Saludo a mi maridito, quien piensa que mi esplendorosa sonrisa se debe a la sorpresa que me dio al ir a buscarme, sorpresa tremenda la que iba a llevarse él de haber pasado màs temprano. Mientras estoy en la cocina, tarareo una vieja canción francesa y Ben se
—¡Buen día, Luca! —saludo con desparpajo toda vez que hago mi entrada triunfal a la cafetería. —Buen día, bella mía —responde Luca con un fingido acento italiano. Al parecer está de excelente humor. —Veo que estás muy contento el día de hoy —murmuro mientras me coloco el delantal del De´Luca. —¿Y cómo no habría de estarlo? ¡Tenemos visitas importantes! Me vuelvo hacia la derecha que es el mismo lugar al que se dirige su mirada y entonces puedo apreciarla en todo su esplendor: Lay está ahí del brazo de alguien que debe ser Paulo. Ambas gritamos y damos saltitos de alegría antes de correr a abrazarnos. —¡Dios, Dios! ¡No puedo creer que estés aquí! —grito antes de volverme hacia su acompañante para darle también un abrazo de bienvenida. —Queríamos sorprenderte —dice mi amiga y me toma de la mano para que vayamos a sentarnos. Luca hace una señal de aprobación y no
Estoy sentada en la terraza con una copa de vino, lo cual se me ha vuelto costumbre, pensando acerca de la boda de Lay y estoy tan sumida en mis pensamientos que ni siquiera me he percatado de que Ben no vino a comer el día de hoy, hasta que lo escucho abriendo la puerta del garage para estacionar la camioneta. Mi maridito atraviesa la cocina y abre la puerta corrediza que separa la sala de la terraza. —Hola, Ary, ya llegué —saluda y se sienta a mi lado, resoplando. —¿Un mal día? —le pregunto. —Algo hay de eso —responde agotado.. —Mi dia tampoco fue fácil —aclaro.
Absolutamente nada de lo que tenía planeando ha salido como tenía previsto. ¿Qué demonios está sucediendo? ¿Será cierto aquello que dicen que el sexo lo cambia todo en una relación? ¿De verdad me está afectando que sea probable que Ben haya estado con otra mujer anoche y que me esté “pintando el cuerno”? ¡Pobre de él si llego a comprobarlo! ¡Rayos! ¿qué demonios está mal conmigo? Voy al baño y me encierro por un par de minutos, ésto no puede estar pasando, mis emociones se desbordan y apenas me reconozco en el espejo. Luzco como si hubiese envejecido 5 años en una sola noche, quizá es lógico, apenas si conseguí pegar el ojo. Los dos minutos se extienden y únicamente reacciono cuando Ben toca la puerta, necesita entrar al baño y quiere que me de prisa. Abro con pesadumbre y me quedo
Ben ha hecho las maletas y se ha marchado con lo más básico, aunque tampoco es como que hubiese mudado todas sus cosas, aún quedan muchas de ellas en casa de su madre, casi como si hubiese temido que ésto fuera a suceder. Me siento bastante confundida, por una parte, me siento culpable y por la otra… también. Fue un buen gesto que se ofreciera a dejarme la casa y a pasarme una mensualidad, pero no voy a aceptarlo, jamás he sido abusiva. Decido que me quedaré hasta que encuentre un cuarto en alguna posada para poder comenzar de nuevo. Aunque veo este final como un gran manchón negro en mi historia de vida, es probable que solo sea un nuevo inicio y es así cómo debo tomarlo. Me voy a la cama temprano; sin la presión de Ben para “crear
Mientras viajo en el tren subterráneo y éste atraviesa las estaciones, las imágenes del octavo cumpleaños de Ben no dejan de infiltrarse en mi mente. Era la primera vez que nos invitaban y mi padre me había comprado un hermoso vestido de color blanco cuya cintura estaba marcada por una cinta de color rosa pastel. Recuerdo haber llorado durante todo el camino porque yo quería usar mis pequeños jeans y la camisita de cuadros que me había regalado mi madre —que solía comprarme la ropa dos tallas más grandes para que me durara— y que era lo último que me quedaba de ella, a excepción de aquella foto que aún adornaba mi mesita de noche en dónde yo estaba vestida con un conjunto marinero, sonriente a lado de mis padres y con el hermoso muelle de fondo. Las imágenes pasan a gran velocidad por mi mente y puedo ver a Ben halando el listón rosa de mi vestido y yo refugiándome en las rodillas de mi padre, quien me decía, con toda la dulzura de la que solo él era capaz, que el pequeño Be