Cuando salgo a media tarde de la cafeterìa, siento que camino sobre nubes de algodón, solo puedo pensar en Killen y lo dulce que es. Sé que fui muy atrevida pero juro que es la primera vez que hago algo asi. El tío mola un montòn y no iba a desperdiciar la oportunidad, además solo fue un maldito beso y eso no le hace daño a nadie, ¿o sì?
Estoy caminando por la acera cuando Ben pasa en su auto a mi lado y se detiene, justo en el momento en que entra un mensaje en mi celular:
“Ya te extraño” leo en la pantalla, el remitente por supuesto es Kill. Sonrìo para mis adentros y subo al auto. Saludo a mi maridito, quien piensa que mi esplendorosa sonrisa se debe a la sorpresa que me dio al ir a buscarme, sorpresa tremenda la que iba a llevarse él de haber pasado màs temprano.
Mientras estoy en la cocina, tarareo una vieja canción francesa y Ben se
—¡Buen día, Luca! —saludo con desparpajo toda vez que hago mi entrada triunfal a la cafetería. —Buen día, bella mía —responde Luca con un fingido acento italiano. Al parecer está de excelente humor. —Veo que estás muy contento el día de hoy —murmuro mientras me coloco el delantal del De´Luca. —¿Y cómo no habría de estarlo? ¡Tenemos visitas importantes! Me vuelvo hacia la derecha que es el mismo lugar al que se dirige su mirada y entonces puedo apreciarla en todo su esplendor: Lay está ahí del brazo de alguien que debe ser Paulo. Ambas gritamos y damos saltitos de alegría antes de correr a abrazarnos. —¡Dios, Dios! ¡No puedo creer que estés aquí! —grito antes de volverme hacia su acompañante para darle también un abrazo de bienvenida. —Queríamos sorprenderte —dice mi amiga y me toma de la mano para que vayamos a sentarnos. Luca hace una señal de aprobación y no
Estoy sentada en la terraza con una copa de vino, lo cual se me ha vuelto costumbre, pensando acerca de la boda de Lay y estoy tan sumida en mis pensamientos que ni siquiera me he percatado de que Ben no vino a comer el día de hoy, hasta que lo escucho abriendo la puerta del garage para estacionar la camioneta. Mi maridito atraviesa la cocina y abre la puerta corrediza que separa la sala de la terraza. —Hola, Ary, ya llegué —saluda y se sienta a mi lado, resoplando. —¿Un mal día? —le pregunto. —Algo hay de eso —responde agotado.. —Mi dia tampoco fue fácil —aclaro.
Absolutamente nada de lo que tenía planeando ha salido como tenía previsto. ¿Qué demonios está sucediendo? ¿Será cierto aquello que dicen que el sexo lo cambia todo en una relación? ¿De verdad me está afectando que sea probable que Ben haya estado con otra mujer anoche y que me esté “pintando el cuerno”? ¡Pobre de él si llego a comprobarlo! ¡Rayos! ¿qué demonios está mal conmigo? Voy al baño y me encierro por un par de minutos, ésto no puede estar pasando, mis emociones se desbordan y apenas me reconozco en el espejo. Luzco como si hubiese envejecido 5 años en una sola noche, quizá es lógico, apenas si conseguí pegar el ojo. Los dos minutos se extienden y únicamente reacciono cuando Ben toca la puerta, necesita entrar al baño y quiere que me de prisa. Abro con pesadumbre y me quedo
Ben ha hecho las maletas y se ha marchado con lo más básico, aunque tampoco es como que hubiese mudado todas sus cosas, aún quedan muchas de ellas en casa de su madre, casi como si hubiese temido que ésto fuera a suceder. Me siento bastante confundida, por una parte, me siento culpable y por la otra… también. Fue un buen gesto que se ofreciera a dejarme la casa y a pasarme una mensualidad, pero no voy a aceptarlo, jamás he sido abusiva. Decido que me quedaré hasta que encuentre un cuarto en alguna posada para poder comenzar de nuevo. Aunque veo este final como un gran manchón negro en mi historia de vida, es probable que solo sea un nuevo inicio y es así cómo debo tomarlo. Me voy a la cama temprano; sin la presión de Ben para “crear
Mientras viajo en el tren subterráneo y éste atraviesa las estaciones, las imágenes del octavo cumpleaños de Ben no dejan de infiltrarse en mi mente. Era la primera vez que nos invitaban y mi padre me había comprado un hermoso vestido de color blanco cuya cintura estaba marcada por una cinta de color rosa pastel. Recuerdo haber llorado durante todo el camino porque yo quería usar mis pequeños jeans y la camisita de cuadros que me había regalado mi madre —que solía comprarme la ropa dos tallas más grandes para que me durara— y que era lo último que me quedaba de ella, a excepción de aquella foto que aún adornaba mi mesita de noche en dónde yo estaba vestida con un conjunto marinero, sonriente a lado de mis padres y con el hermoso muelle de fondo. Las imágenes pasan a gran velocidad por mi mente y puedo ver a Ben halando el listón rosa de mi vestido y yo refugiándome en las rodillas de mi padre, quien me decía, con toda la dulzura de la que solo él era capaz, que el pequeño Be
Lay ha puesto en mis manos nuestra caja de recuerdos antes de despedirse y ha dicho que me hará bien alejarme un tiempo para poner las cosas en orden en mi cabeza. Le he explicado de manera clara que no tengo plata para hacer frente a los gastos que implica un viaje, pero ella me ha dicho que no necesito gran cosa, ahí hay un departamento en que puedo quedarme hasta un par de semanas sí quiero. Ella va a mudarse con Paulo, pero el departamento lo entrega hasta el día 30 ya que es el día que vence el contrato de arrendamiento. Aun así, no tengo un ticket de avión. Vuelvo a casa con la caja sobre mis piernas mientras busco entre los recovecos de mi cabeza las claves del amor que Ben siente por mí, y que yo dejé pasar de largo para no aceptar que también lo quería. La primera de ellas está en el contrato. Mi padre había cedido las recetas en un convenio que duraría hasta que cualquiera de ellos decidiera terminar el trato, por lo cual Benjamín podía terminarlo cuando as
En la cafetería he estado evitando a Killen, quien todos los jodidos días me pregunta qué me sucede, la única explicación que le he dado es que tengo problemas familiares y él se ha tragado el cuento completito, por suerte nunca le conté nada acerca de mí. Son las dos de la tarde, hora en que Killen deja su turno y se acerca para despedirse de mí con un tímido beso en la mejilla, mi respuesta es fría e indiferente y Luca me mira desde el otro extremo de la barra con desaprobación. Intento ignorar también a Luca pero una vez que nos quedamos solos se acerca a mí y se cruza de brazos. —Sabes que en mí tienes a un amigo, linda, pero realmente creo que si no te digo lo que pienso me va a explotar dentro y quiero que tengamos Luca para rato. ¿Qué es lo que está sucediendo con Killen? —No está sucediendo nada. —¡Por favor! Puedo notar tu tensión cuando se acerca a tí. —¡Está bien, está bien! Lo besé una vez y creo que ahora piensa que tenemos una re
Luca me ha preparado un té de tila con valeriana y algunas otras hierbas que, me explica, sirven para tranquilizarte, adormecer tu pánico o lo que sea. No me importa si también le puso marihuana, creo que no me caería nada mal ver en cámara lenta mi vida. Ponerle play, stop, rewind o forward a voluntad. ¿Cómo demonios voy a ir ahora con Ben a contarle lo del “chamaco” que se aproxima? No va a creerme, es probable que piense que es una manera de presionarlo para que vuelva conmigo. ¡Por todos los cielos! ¿Cuándo invertimos los papeles? Luca sigue intentando consolarme pero lo cierto es que no sé que voy a hacer. —¿Qué vas a hacer? —pregunta por centésima ocasión. —Voy a marcharme a Roma. —¡Por todos los dioses, Arah! ¡Eso es demasiado cliché! —asegura. Y aunque quiero decirle que tiene razón, que toda mi jodida vida es un maldito cliché, callo, callo