3. Resaca

Despierto pasado el mediodía, tengo resaca y necesito algo para sentirme mejor así que me dirijo al frigorífico, Ben ha sido cuidadoso, lo ha llenado con lo necesario e incluso me dejó una bebida rehidratante. Bebo el contenido y luego me preparo un desayuno ligero. Mi maridito debe haberse marchado temprano a terminar algún pendiente, así que tengo toda la casa para mí solita. Me estiro con toda tranquilidad y cojo el diario para echarle un vistazo. Las mismas noticias de siempre… Lo hago a un lado aburrida. Es domingo y no tengo nada qué hacer así que le llamo a mi mejor amiga. Su nombre es Layda pero la llamamos cariñosamente Lay; Lay es una chica super guay que por más negro que se vea el panorama siempre tiene la sonrisa sobre los labios y una palabra de aliento.

—Buen día, señora Johnson —responde ni bien ha sonado el timbre.

—Muy graciosa.

—¿Cómo está todo por ahí?

”Está” que ya es suficiente.

—¿Qué tal tu primer día de casada?

—Pésimo. Ben quería dormir conmigo anoche pero lo eché de la habitación.

—Creo que tarde o temprano terminarás cayendo —se burla—. ¡El tío está tan bueno que si fuera bizcochito yo rompería la dieta!

—Pues si quieres te lo envuelvo en regalo para llevar —resoplo enfadada.

—No seas amargada, Ary. Tienes que aceptarlo.

—Bueno, bueno, dejemos ese tema, ¿de acuerdo? 

—¡Vamos, amiga! Tienes que aprender a ver lo bueno de tu situación, si no, los cinco años serán un calvario.

—Aún no puedo creer que me pusiera como condición casarme con él para liberar los contratos, ¿qué demonios está mal con él?

—Quizá en verdad le gustas.

—Lo dudo mucho, solo quiere hacer de mi vida un infierno y que al final esté tan, pero tan ida de la olla que le entregue las recetas como regalo.

—Mmmm —murmura—. Yo creo que te ama secretamente desde que eran unos niños.

—No seas ridícula, apenas nos vimos unas cuantas veces cuando mi padre trabajaba para el suyo.

—A veces los mejores amores nacen y brillan en el firmamento por todo la eternidad. ¡Ahhhhh! —suspira.

—Mejor me voy porque estás insoportable hoy y recuerda que me debes una visita.

—No sé, amiga, ¿sabes que mi romance con Paulo marcha viento en popa?

—¡Pero si me dijiste que solo era un calentón de otoño! —me quejo.

—Sí, sí,  sé lo que dije pero el calentón se ha extendido por todo el invierno, ¿y quién sabe? Quizá hasta florezca en primavera.

—Eres imposible, Lay.

—¡Pero me amas! Te mando un beso, amiga, y recuerda, más vale un buen calentón que una vida entera de heladas.

—Te quiero, boba.

—Y yo a tí, ¡addio, carino!  Ti prendi cura di te —dice en italiano.

Hace seis meses que Lay se marchó a Italia, le ofrecieron una beca en la mejor escuela culinaria de Roma y no se lo pensó dos veces, por supuesto, era la oportunidad de su vida y no podía desperdiciarla, ¡pero es que la echo tanto de menos! Si estuviese aquí estoy segura de que no me sentiría tan sola, por supuesto que tengo otros amigos pero ninguno como Lay. A ella puedo decirle absolutamente todo lo que siento sin sentirme avergonzada, con ella puedo ser realmente yo,  porque nunca me juzga, por el contrario, siempre me apoya y está conmigo en las buenas y en las malas pero al parecer nuestros destinos han ido en direcciones contrarias y no hay nada qué hacer. 

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