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5. Hemisferio izquierdo

          Mi sueño no ha sido reparador en lo absoluto, hace mucho que no sé lo que es un día tranquilo pero decido darme una vuelta por la cafetería en donde trabajo para ayudarme a pagar los estudios —que he interrumpido por el momento—  para saludar a mis compañeros ya que estoy de permiso una semana por mi reciente boda. 

          El inmenso letrero del De´Luca ha sido al fin cambiado por uno mucho más moderno, ¿pueden las cosas cambiar tanto en tan poco tiempo? Es muy llamativo, el fondo es negro y las letras doradas, tal como se lo había sugerido hace tiempo a Luca, me alegra que al fin alguien me haya prestado atención.

          Asiento los codos sobre la barra y Luca se vuelve hacia mí al tiempo que se seca las manos en el delantal que ahora es también de color negro.

          —Pero si aquí tenemos a la hija pródiga —dice sonriendo abiertamente y dos hoyuelos asoman en sus mejillas.

          —Oye, solo me fui unos días.

          —Pues para mí fueron años. Tengo tu delantal en la trastienda, aún envuelto en la bolsa por si estás lista para usarlo.

          —Aún tengo el resto de la semana libre, Luca, en realidad solo pasaba por aquí y me encontré con que tenemos un nuevo letrero.

          —¡Qué te parece! ¿eh? Que me ha quedado muy bonito, ¿verdad?

Luca es muy alto por lo que tengo que ponerme en puntillas para darle un pequeño golpecito en el hombro.

          —Eres un tonto, fui yo quien te dijo que esa combinación era fantástica.

          —¡Qué va, niña! Si por tí fuera habría sido rosa y rodeado de nubes de algodón.

          —No soy tan boba,  ¿me sirves un café?

          —¿Capuccino con leche descremada como siempre? —pregunta y se vuelve hacia la máquina para prepararlo..

          —No, creo que hoy merezco un espresso, muy, muy amargo, casi tanto como mi vida.

          —¡Oye! Pero si apenas comienzas a probar las mieles del dulce matrimonio.

          —Por Dios, Luca, lo único dulce que he probado desde que me casé son los pancakes con jalea que me preparé esta mañana —le sonrío y asiento mi trasero sobre la silleta.

              —Pues si sigues tratando de endulzar tu matrimonio lo único que conseguirás es que te engorde el culo.

—¡Luca! —grito y luego me echo a reír—. Venga, ya dame ese capuccino que necesito algo que me despierte y pásame aquí el tarro de azúcar que me viene muy bien.

Se vuelve hacia mí para acercarme la taza y sin disimulo se recarga sobre la barra.                 

—Hoy entró un chico nuevo, se llama Killen y ¡está buenísimo!

Sí, he aquí un pequeño secreto acerca del maravilloso Luca, es gay y tiene especial debilidad por los chicos de piel clara y cabello oscuro.

Le sonrío, y después, como en cámara lenta, de la trastienda emerge un chico alto, de cabello castaño y piel bronceada por el sol que tropieza con una caja de utensilios que seguramente Luca ha olvidado a un lado de la puerta. Tiene los ojos más hermosos que he visto alguna vez y por alguna extraña razón no logro descifrar su color.

—Lo siento, lo siento —se disculpa de manera torpe.

Luca me mira y ladea la cabeza hacia un lado haciendo un gesto gracioso.

—Buenos días —saluda Killen.

Le sonrío y me inclino sobre mi cafe.

          —¡Te lo dije! —dice Luca únicamente con un movimiento de labios y desaparece detrás de la puerta.

—Veo que ya te atendieron —dice el chico con voz ronca.

No debe tener más de 26 años y sin embargo tiene un rostro infantil que enternecería hasta a la abuela Michaela que era una amargada de lo peor —o al menos eso contaba mi padre—. La abuela Michaela era madre de mi madre y según contaba mi padre, lo odió hasta su último aliento e incluso se dedicó a hacer su vida miserable. Obviamente yo no puedo recordarlo, mi madre murió cuando yo tenía apenas cinco años de un cáncer linfático y fue mi padre quien me crió, quizá esa sea la razón de mi escasa femineidad. Prefiero la ropa cómoda a esos sexys vestidos que tienes que acomodar continuamente para que no dejen expuesto tu trasero y llevo el cabello corto, con el cuello al descubierto, porque no me gusta pasar horas frente al espejo intentando acomodarlo. Me llamo a mí misma “chica práctica”, aunque Lay prefiere llamarme “hemisferio izquierdo”, sí, precisamente como el lado del cerebro que rige la parte masculina. Creo que Lay siempre exagera.

—Eh, sí —logro balbucear—. Debes tener cuidado con las cajas, a Luca le gusta dejarlas desperdigadas por el suelo porque tiene una cámara que lo graba todo y después sube videos graciosos a  su página de youtube.

—¡Oh! —exclama sorprendido— ¿En serio?

—No, cómo crees, Luca es maravilloso, como jefe y como ser humano.

—Me tranquilizas, ¿lo conoces de hace mucho?

—Trabajo aquí —respondo mientras lo observo rociar limpiador sobre la barra para después pasarle una franela.

—No te he visto por aquí.

—Estoy de vacaciones pero la próxima semana debo reintegrarme a mis labores, así que seremos compañeros.

—Pues mucho gusto, mi nombre es Killen, con doble L.

—Y el mío es Arah, con H al final —específico—. Creo que te llamaré Kill...—agrego sonriendo, «espero que con coquetería».

 Por supuesto, Killen podría “kill me right now” y ni siquiera le opondría resistencia.

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