Héme aquí, en la iglesia, frente a un centenar de personas que ni siquiera conozco, dando el “sí quiero” al tipo que más aborrezco.
¿Quieres saber por qué, alguien como yo, detesta a los hombres como Benjamin Johnson? Pues está claro: lo odio porque es uno de esos tipos que piensa que con su extraordinario físico (y escaso cerebro), puede tener al mundo y a la mujer que desee a sus pies… Excepto a mí pero esa es una historia que voy a guardarme para más adelante, cuando tenga las fuerzas suficientes para asestar el golpe final, el golpe maestro...
Benjamín me mira fingiendo dulzura mientras coloca el anillo en mi dedo y estoy segura que no le importa en lo más mínimo que le odie hoy, mañana y pasado mañana, y por los siglos de los siglos…
—Amén —respondo cerrando los ojos con fuerza mientras el sacerdote nos da la bendición—. ¡Maldita sea! —murmuro por lo bajo al percatarme de que la cola de mi vestido se ha quedado atorada en el reclinatorio de la iglesia cuando intento girarme para salir a toda prisa de ahí. Tiro con fuerza para poder huir con el poco decoro que me queda y un pequeño trozo de tela se desprende.
No me importa. Sé bien que es un vestido caro, la madre de Ben lo adquirió especialmente para mí en su último viaje a Londres y creo que eso es lo que más rabia me provoca. Ni siquiera me dieron la oportunidad de elegir. ¿Es eso lo que me espera de hoy en adelante? ¿Ser un cero a la izquierda y permitir que la familia Johnson tome absolutamente todas las decisiones por mí? ¿Que elijan el nombre de mi primer hijo y hasta la ropa que usará en su primer día de clases?
No, definitivamente no voy a permitirlo.
Ni siquiera nos parecemos un poco, ellos aman la vida social y pertenecen a un exclusivo círculo de empresarios del que yo nunca podré formar parte, debido, principalmente a que siempre he sido una chica sencilla y los convencionalismos sociales me importan una m****a. No soy esa chica que está pendiente del último grito de la moda y a la que lo único que le importa es casarse con un chico rico que le cumpla el más mínimo deseo, aunque no la haga feliz. No necesito el estatus social ni la aprobación de la clase alta de ningún maldito sitio. Toda mi vida soñé con casarme en una playa sin contratos ni mucho menos sacerdotes de religiones en las que no creo; para mí era suficiente intercambiar votos con el hombre que amara y que me amara ante dos o tres de nuestros mejores amigos y los familiares más cercanos. Sin embargo, aquí estoy, fingiendo una sonrisa a todos los que se acercan a felicitarnos; lo he hecho únicamente porque Ben me ha metido un codazo en las costillas en cuanto se ha percatado de que tengo cara de haber asistido a un funeral en lugar de una fastuosa boda.
Cierro por un momento los ojos para que todo desaparezca. Podría reventar ahora mismo y todos los hipócritas que nos rodean pensarían que es la boda más “cool” que han presenciado, luego intercambiarían fotos en sus iPhones última generación mientras cenan en el restaurante de moda, riendo exageradamente para que todos noten lo felices que son en su pequeño mundo de color rosa.
Ben me ofrece su brazo y me obliga a caminar hacia la limusina que nos espera para llevarnos al salón del Hotel Four Seasons. Otro estúpido cliché.
En cuanto bajo del auto, atravieso el lobby y me dirijo al salón, necesito algo fuerte para beber o voy a vomitar ahora mismo. Atajo al chico con la bandeja de copas de champagne que camina presuroso para recibir a los invitados y tomo dos. Las bebo deprisa en un rincón en dónde me oculto para que nadie me vea.
Después, cuando el champagne ha cumplido su cometido y me siento algo mareada, Jake, el sobrino de cinco años de Ben, quien cree juego a las escondidas, sale gritando a todo pulmón:
—¡1, 2, 3 por Arah que está escondida en el pasillo del baño!
—Shhhhhht —lo persigo para taparle la boca, pero cuando estoy a punto de hacerlo me encuentro con Mabel, la hermosa hermana de Benjamín quien por alguna extraña razón siente una singular adoración por mí aun cuando no he sido, ni por asomo, simpática con ella.
Finjo una sonrisa y levanto a Jake en brazos, le doy un beso y lo bajo para que siga corriendo, al fin y al cabo ya se ha olvidado de lo que gritaba.
—Hola, cuñadita —dice Bel, como solemos llamarla, de manera soñadora—, fue una hermosa ceremonia.
Bel tiene una manera muy especial de ver las cosas, a todo le encuentra el lado positivo y es la persona a la que más aprecio de la familia Johnson; incluso, pienso que podríamos ser mejores amigas si no fuera porque pertenece a esa familia maldita.
Sí, hay una vieja leyenda en el pueblo que cuenta que cosa que la familia Johnson toca se convierte en oro, pero lo que se no se dice es que en cuanto tocan a un ser humano lo convierten en un gran pedazo de m****a. La más maloliente e inmunda m****a. ¡Dios! ¿En qué me he metido?
Vuelvo a atajar al chico de la bandeja, quien esta vez lleva en su preciosa charola de plata “tintos de verano” lo cual es irónico porque estamos en febrero y ¿a quién demonios se le apetece un “tinto de verano” en pleno invierno?
Sí, otro maldito cliché, mi querido esposo quiso que nos casáramos precisamente el 14 de febrero para que la fecha nunca jamás me vuelva a pasar desapercibida.
Bel me mira con sorpresa mientras bebo casi de un solo sorbo mi bebida y luego me da una palmadita en la espalda.
—No vayas a embriagarte, querida.
Luego me guiña un ojo y se aleja. Se dirige a la mesa en donde la familia Johnson festeja a lo grande que su adorado retoño al fin haya sentado cabeza, qué más da que sea con una gran desconocida, lo que realmente les importa es que se acaben de una buena vez esos rumores que ya habían comenzado a circular en el pueblo acerca de la supuesta homosexualidad de Ben.
No puedo evitar reírme un poco, Benjamín no es gay, es solo que siempre fue tan discreto con sus conquistas que nadie se dio por enterado, por supuesto, sabía bien que su familia era muy conservadora e hizo lo necesario para ocultar sus múltiples amoríos de una sola noche.
Sigo sonriendo como la gran tonta que soy y me dirijo al tocador, voy a arreglar un poco el desastre que ha causado tanto alcohol corriendo por mis venas.
Estoy en el tocador cuando mi “adorada” suegra se acerca por mí con sus grandes garras por delante y mientras golpetea el fino mármol con ellas me mira con autosuficiencia.
—Estaré observando, querida, puedes tenerlo por seguro.
Y se aleja no sin antes darme esa mirada de “estás frita”. Sí, supongo que es lógico que piense que me he casado con su hijo para obtener algo de estatus social y beneficios económicos, pero no podría estar más equivocada, sin embargo, me importa poco lo que crea, ya llegará el momento en que pueda desenmascarar a su precioso hijito y entonces nos veremos las caras.
Vuelvo al salón e intento mantener un bajo perfil lo cual no se me complica en lo absoluto, la mayoría de invitados revolotean alrededor de los Johnson intentando conseguir algún contrato millonario o cualquier cosa que les dé algún provecho mientras yo sigo sentada en un extremo del salón bebiendo a hurtadillas cualquier tipo de alcohol que me pongan por delante. Está de más decir que para cuando tocan la canción para que bailen los novios me siento totalmente ebria.
—¡Los novios, que bailen los novios! —gritan algunos invitados.
Me pongo de pie y levanto mi copa.
—¡Que bailen los novios! —me uno a su causa.
Luego caigo en cuenta que yo soy la novia, pero para cuando eso sucede todo a mi alrededor se pone negro y no sé más de mí.
Cuando abro los ojos la multitud que me rodea se está retirando lentamente y frente a mí solo queda Ben, quien intenta contener la furia que le causa verme en este estado. Me sujeta por la parte interna del brazo y consigue ponerme en pie. Ben es alto, fuerte y muy bien parecido pero es un estirado de lo peor, así que sonrío para mis adentros cuando me doy cuenta de que lo he hecho enfadar, ¡1 a 0 a mi favor y contando! —Me parece que has estado bebiendo —susurra uniendo sus labios a mi oído mientras intenta mantener la fría sonrisa en el rostro. —Y yo creo que es cosa que a tí no te importa —respondo intentando mover mis pies para no trastabillar y caer mientras lucho por seguirle el paso. Admito que es un buen bailarín, yo siempre he tenido dos pies izquierdos. —No me gusta que me avergüences, Arah, pagué mucho dinero por esta boda y odiaría que la arruinases. —Te dije que me casaría contigo, no que me dedicaría a hacerte feliz. —¿Po
Los invitados han comenzado a marcharse y es inevitable la vuelta a casa, Ben la estuvo acondicionando durante el tiempo que duraron los preparativos y no se cansa de repetir que voy a sorprenderme. Estoy segura que el muy maldito va a jugar sucio. Mientras viajamos en el automóvil no dejo de mirar a través de la ventanilla, no puedo dejar de pensar en los cinco años que me esperan y lo difícil que será afrontarlos; las relaciones en sí son muy complicadas, ¿cuánto más si estás al lado de alguien que no amas? En cuanto bajamos del auto, mi maridito me entrega un llavero, tiene cinco llaves y en el extremo cuelga un extraño corazón de cristal que cambia de color cuando lo pones a contraluz. Es lindo, pero no muy ad-hoc para una situación como la nuestra. Meto la llave en la cerradura y la giro, Ben me toma en brazos asegurando que es de mala suerte que la novia entre por su propio pie. —No seas ridículo y bájame, Benjamin —me quejo—. No tenemos por qué hacer é
Despierto pasado el mediodía, tengo resaca y necesito algo para sentirme mejor así que me dirijo al frigorífico, Ben ha sido cuidadoso, lo ha llenado con lo necesario e incluso me dejó una bebida rehidratante. Bebo el contenido y luego me preparo un desayuno ligero. Mi maridito debe haberse marchado temprano a terminar algún pendiente, así que tengo toda la casa para mí solita. Me estiro con toda tranquilidad y cojo el diario para echarle un vistazo. Las mismas noticias de siempre… Lo hago a un lado aburrida. Es domingo y no tengo nada qué hacer así que le llamo a mi mejor amiga. Su nombre es Layda pero la llamamos cariñosamente Lay; Lay es una chica super guay que por más negro que se vea el panorama siempre tiene la sonrisa sobre los labios y una palabra de aliento. —Buen día, señora Johnson —responde ni bien ha sonado el timbre. —Muy graciosa. —¿Cómo está todo por ahí? —”Está” que ya es suficiente. —¿Qué tal tu primer día de casada
Ben vuelve a casa pasadas las cinco de la tarde y con una de sus manos sostiene su móvil, con la otra una bolsa de papel que al parecer contiene comida, sin embargo, por aburrimiento o lo que sea, he preparado una deliciosa pasta alfredo a la que he agregado un poco de brócoli y pollo. —Vaya...—murmura al ver el recipiente al centro de la mesa—, pensé que no tenías ganas de hacer nada y traje un poco de comida de Lians, sé lo mucho que te gusta. —Y yo no sabía a qué hora volverías, así que preparé un poco de pasta. —¿Y también me esperaste para comer? —No es que te haya esperado, lo que sucede es que llegaste justo en el momento en que estaba a punto de sentarme. —Per
Mi sueño no ha sido reparador en lo absoluto, hace mucho que no sé lo que es un día tranquilo pero decido darme una vuelta por la cafetería en donde trabajo para ayudarme a pagar los estudios —que he interrumpido por el momento— para saludar a mis compañeros ya que estoy de permiso una semana por mi reciente boda. El inmenso letrero del De´Luca ha sido al fin cambiado por uno mucho más moderno, ¿pueden las cosas cambiar tanto en tan poco tiempo? Es muy llamativo, el fondo es negro y las letras doradas, tal como se lo había sugerido hace tiempo a Luca, me alegra que al fin alguien me haya prestado atención. Asiento los codos sobre la barra y Luca se vuelve hacia mí al tiempo que se seca las manos en el delantal que ahora es también de color negro. &nb
Después de una breve charla «o al menos es lo que me ha parecido porque veo en mi reloj que ha transcurrido casi una hora», me echo la bolsa al hombro y le digo a Killen que espero que nos veamos pronto, él sonríe de medio lado y Luca me dice “adiós” con la mano desde un extremo del local. Cuando estoy a punto de salir veo a través del ventanal el auto de Benjamin estacionarse justo frente a la cafetería. Abre la puerta desde adentro y me invita a subir con una "falsa sonrisa" iluminando su rostro. —Hola, pasaba por aquí y me pareció verte, así que decidí detenerme y héme aquí. ¿Vas a casa? No, estoy segura de que no pasaba por aquí, es casi seguro que me ha estado siguiendo. —Sí, iba a preparar el almuerzo, no sabía si comerías en casa pero supuse que era mejor prevenir. —Aún queda la comida china que no comimos ayer, si quieres podemos calentarla, así no tienes que cocinar. Ben arranca y en menos de diez minutos ya estamos en
Son las doce de la noche y sigo dando vueltas, Ben no ha vuelto a intentar meterse en mi cama y lo respeto por eso. Somos como dos extraños compartiendo la misma casa, no tenemos tiempo o no nos importa conocernos lo suficiente. Tengo vagos recuerdos de cuando éramos niños, él siempre estaba molestando por la manera en que vestía o me comportaba. Una vez tuve que darle una buena paliza para que me dejara en paz, nunca volvió a mencionar el incidente y luego el asunto quedó en el olvido. —¿Duermes? —pregunta desde el otro extremo de la puerta intentando no hacer mucho ruido. Pienso en hacerme la dormida pero en su lugar me siento en la cama y le digo que puede pasar, Ben se sienta en el borde. —No puedo dormir. —Yo tampoco —confieso. —Arah… —murmura y por primera vez toma mi mano y siento su calor —No me gusta que estemos viviendo de este modo, nos conocemos desde hace mucho tiempo y ¿ni siquiera podemos tratarnos como amigos? Detesto que me ig
¿Qué más da dormir juntos? No ha sido el fin del mundo, Ben ha sido muy cuidadoso, no me ha rozado ni siquiera una vez y creo que ambos hemos dormido como bebés recién nacidos. Es gracioso, no es que el odio se haya esfumado milagrosamente pero hacer una tregua me ha dado un poco de tranquilidad, incluso Ben se ha despedido de mí dándome un beso en la mejilla y no he opuesto resistencia. Cómo al descuido le he comentado que volveré a mi trabajo en la cafetería antes de lo planeado y a la escuela apenas entre la primavera. Uno de los motivos para volver es tener plata porque no soy de las que le piden al marido la gastada, el otro… Obviamente Killen, me muero por conocer a ese chico misterioso, así que me pongo mis vaqueros y la playera del De´Luca y me echo encima la chaqueta. Estoy a punto de salir cuando mi hermosa suegra se aparece, como un fantasma, en la puerta. —¿Ibas a salir, querida? —pregunta de manera irónica y no puedo evitar notar que ha dicho “ibas”, <