La cara de Adam pierde color en el instante en que le digo que lo encontré con esa mujer.—Pequeña, escucha... —Adam intenta acercarse, pero yo me alejo.—¡No! ¡No te quiero escuchar! —siento cómo mi corazón se está partiendo en mil pedazos.—Creí que esta vez sería diferente. Creí que este bebé nos uniría más, pero veo que todo es una m*****a ilusión —me siento en la silla, algo cansada, y bajo la mirada.—Luz, no sé qué me pasó. Tomé mucho ayer, no me acuerdo de nada.—¡No tienes excusa, Adam! Ayer te enojaste por una estupidez y, para colmo, te fuiste a meter con una zorra —me levanto y tomo mi bolso.—Espera —toma mi brazo—. ¿A dónde vas? - Me suelto de su agarre.—Lejos de ti —lo dejo solo. Cuando voy pasando por el pasillo, me encuentro con Luis. Este, al verme en ese estado, le pide a la enfermera que pare.—¿Qué te pasa? —pregunta algo preocupado.—Nada, no pasa nada —le dedico una pequeña sonrisa.—¿Por qué no te creo?—Luis, no quiero involucrarte en mis problemas —él sonríe.
Escucho un incómodo sonido de una máquina que poco a poco me obliga a abrir los ojos. Cuando lo hago, me doy cuenta de que estoy en un hospital, y en ese momento llegan los recuerdos de todo lo sucedido: el disparo, Samanta... ¡Oh, por Dios!—¡Adam! —me incorporo de golpe, sintiendo un fuerte dolor en mi pecho. En ese instante entra una enfermera acompañada de mi amiga Ana.—¡Luz! Amiga, qué bueno que despertaste.—¿Dónde está Adam? —La expresión de Ana cambia por completo, y sé que algo malo le pasó.—¿Dónde está? —grito, tomando su mano con desesperación.—Amiga, debes calmarte; eso no le hará bien al bebé. - Asiento, tratando de tranquilizarme.—¿Cómo está? - Ella respira hondo y acaricia mi mano.—Amiga, Adam está en coma... lo siento mucho.No, eso no podía ser cierto.—No, Ana, dime que es mentira. —Las lágrimas comienzan a rodar por mi rostro, y siento que el mundo se desmorona.—Lo siento, amiga...—Quiero verlo. —Intento levantarme, pero el dolor vuelve a instalarse.—Oye, debe
Siento cómo mi corazón late con fuerza; la espera me está matando. Hace media hora que Adam se puso mal y nadie ha salido a darme noticias de él. Me siento terriblemente mal; las náuseas regresaron y siento mi cuerpo temblar.—¡Luz! —veo a mi amiga Ana entrar por las puertas del hospital. —¡Ana! —corro hacia ella y la abrazo mientras lloro.—Ana, él se descompuso —sollozo—. No sé nada de él, Ana, yo me muero si a él le pasa algo. —Hey, amiga, tranquila. Él es fuerte, sé que estará bien. —Yo asiento, hipando, y en ese momento sale el doctor. —¿Doctor, dígame que está bien? —Afortunadamente logramos estabilizarlo, pero sigo insistiendo, señorita: lo mejor que puede hacer es dejarlo ir.No lo dejo hablar más porque salgo corriendo a la habitación. Al verlo así, sigo en coma, siento una profunda tranquilidad.—Mi amor... —me siento a su lado y tomo su mano—. Por favor, sé que te lo he dicho mucho, pero necesito que vuelvas, por favor, mi amor. —Comienzo a llorar como una niña pequeña. E
Camino rápidamente por los pasillos del hospital. Mi ansiedad crece a medida que me acerco a la habitación de Adam. Samuel camina a mi lado, pero yo no logro decir nada; solo estoy concentrada en llegar y abrazar a Adam con fuerza.Al llegar, abro la puerta de golpe. Adam está sentado en la camilla y, al verme, sus ojos se iluminan. No espero que diga nada, simplemente salgo corriendo a sus brazos.—¡Mi amor! —Él corresponde mi abrazo. —¿Me extrañaste? —pregunta Adam, y yo comienzo a llorar.—Hey, tranquila, aquí estoy —acaricia mi cabeza y me da leves besos. —Te extrañé tanto —me separo un poco y lo miro a los ojos—. No me vuelvas a dejar. Él me sonríe y después me besa. Yo correspondo gustosa hasta que un carraspeo nos saca de nuestro trance.¡Mierda! Se me olvidó que Samuel estaba conmigo.—Amor, él es Samuel, el médico que te atendió durante todo este tiempo.Samuel se acerca y le da un leve apretón de manos, pero al ver sus miradas sé que se están matando por dentro.—Bienvenido
Escucho un pitido molesto que poco a poco me hace abrir los ojos. Al observar a mi alrededor, me doy cuenta de que estoy en una habitación de hospital, y de inmediato los recuerdos inundan mi mente: la pelea con Adam y, después, el sangrado.—¡Mi bebé! —grito, llevando mis manos a mi vientre.En ese momento, Adam entra apresurado y, al verme así, corre hacia mí para tranquilizarme.—Hey, tranquila, él está bien.Cuando intenta abrazarme, me alejo de inmediato.—¡Eres un maldito! —le grito, dejando salir todo mi odio. Adam se queda sorprendido, pero no dice nada.—¡Vete! —le señalo la puerta, pero él no se mueve—. ¿Qué no entendiste? ¡Que te largues, infeliz!—No me voy a ir. El hijo que llevas dentro es mío, y por eso debo cuidar de ambos.Me río irónicamente.—¿Y crees que has cuidado de nosotros? Por favor, no me hagas reír.Justo en ese momento entra Samuel. Al verme en ese estado, se acerca y me abraza.—Quiero que se vaya —digo, señalando a Adam. Samuel asiente.—Adam, ella necesit
¿Que si me gustaba? ¡Por Dios, me encantaba! Todo estaba perfectamente decorado, desde la mesa hasta los alrededores.—Por Dios, Samuel, esto es hermoso —dije emocionada.Él tomó mi mano y me guió hasta una silla, la corrió con delicadeza y me senté.—Lo mejor para ti —respondió con una sonrisa.En ese momento llegó un mesero y realizamos nuestro pedido.—Sabes, pensé que no aceptarías la invitación —comentó, algo apenado.—Quería despejarme un poco. Estar tanto tiempo encerrada me mata, y además, quería verte un rato.Cuando llegó nuestra comida, sentí cómo se me hacía agua la boca, así que comencé a comer y a deleitarme con aquellos platos.—Está rico —dijo riendo al ver la forma en que comía. —No te burles. Tener un bebé hace que comas como una vaca —respondí, riendo también.La cena transcurrió entre risas y conversaciones divertidas. La verdad, me la estaba pasando muy bien.—Oye, quiero hacerte una pregunta —dijo de pronto. Lo miré y noté que estaba nervioso.—Sí, dime.—¿Qué tan
ADAMNo puedo creer que lleve más de una hora manejando solo para ir a esa dichosa tienda donde venden el chocolate que quiere Luz. Joder, y no puedo creer que prefiera que ese imbécil le cumpla sus antojos en lugar de mí, que soy el padre. Pero que se olvide ese imbécil, no dejaré que se quede con el puesto que me corresponde a mí.Llego a la famosa tienda después de una hora y media de viaje.—Hola, ¿venden chocolate? —la chica que atiende me sonríe coqueta, pero yo no le paro bolas.—Sí, claro, por aquí, guapo —¿me acaba de llamar guapo? —Ten, es el mejor chocolate. ¿Algo más? —Niego y paso a la caja. Cuando pago, ella me entrega un papelito.—Llámame, hermoso —me guiña un ojo, y yo salgo botando el papelito.Cuando llego a casa, Luz está sentada en el sillón acariciando su vientre.—Papá aún no llega, mi amor, pero ya va a llegar, y pronto tendremos nuestro antojito —una sonrisa se me escapa al escuchar cómo le habla a nuestro hijo. Estoy más que seguro de que será una gran madre.—E
Tomé a Samanta de la cintura y la tumbé al suelo.—¡Suéltame! Debo matarla —forcejeó, así que le di un golpe en la cara que la dejó inconsciente. Corrí hacia donde estaba Luz y, al verla, noté que tenía una herida en el pecho. —¡No! Mi amor, quédate conmigo —dije desesperado mientras sacaba mi celular y llamaba a una ambulancia y a la policía.En cinco minutos llegaron ambos. La policía se llevó a Samanta, y ahora yo estaba dentro de una ambulancia, sosteniendo la mano de Luz. Al llegar al hospital, vi a Samuel, cuya expresión se desfiguró al notar la sangre en mi camisa y a Luz en la camilla.—¡Luz! —gritó, tomándola de la mano. Sus ojos se llenaron de lágrimas al verla así. La llevaron a una sala y nos dejaron afuera con el corazón en la mano. —¿Qué le pasó? —preguntó con la voz quebrada.—Samanta la apuñaló —respondí, viendo cómo apretaba los puños.—Dime que esa perra está muerta o tras las rejas.—Ya está presa, y juro que haré que la hundan por muchos años.Llevábamos tres horas