Yo soy mía. No pertenezco a ningún hombre. Nadie pondrá un mano sobre mi, y si lo hace.... Entonces, se topará con el fuego de mi ira. Segunda parte de NO SOY DE NADIE, novela gratis en Buenovela. Se pueden leer de manera independiente.
Leer más(Narra Leonardo)—Tenemos que avanzar antes de que nos atrape la tormenta. El líder de los gitanos concluye la información dándose prisas. Alrededor de él se han reunido todos los adultos del campamento. La mayoría de ellos asiente en silencio mientras se aleja a gran velocidad hacia sus casas de campaña. Yo me he quedado perdido, pero por miedo a que me reclamen por llegar tarde al círculo de reunión, sigo a la multitud. —¿Han predicho la tormenta con las cartas o se guían por el color del cielo? —Alcanzo a preguntar a uno de los gitanos más jóvenes. El chico me observa de arriba a abajo, como si yo fuese más idiota de lo que en verdad soy. Frunce las cejas en un gesto de desdén y levanta la mandíbula, para demostrar su superioridad. —Lo han dicho en la radio. Se espera que una tormenta afecte esta zona durante los próximos tres días. Lo peor no son las lluvias, sino las inundaciones. Aquí, el río suele crecer en cuanto le caen tres gotas. Planeamos acampar a trece kilómetros, en
(Narra Leonardo)—Tenemos que avanzar antes de que nos atrape la tormenta. El líder de los gitanos concluye la información en el mismo instante en el que me he incorporado a la reunión. Alrededor de la hoguera se amontonan todos los adultos del campamento. La mayoría de ellos asiente en silencio mientras se aleja hacia sus casas de campaña. Yo me he quedado perdido, pero por miedo a que me reclamen por llegar tarde, sigo a la multitud. —¿Han predicho la tormenta con las cartas o se guían por el color del cielo? —Alcanzo a preguntar a uno de los gitanos más jóvenes. El chico me observa de arriba a abajo, como si yo fuese más idiota de lo que en verdad soy. Frunce las cejas, en un gesto de desdén, y levanta la mandíbula, para parecer inteligente. —Lo han informado en la radio. Se espera una gran tempestad para los próximos tres días. Lo peor no son las lluvias, sino las inundaciones. En esta zona, el río suele crecer en cuanto le caen tres gotas. Por eso, planeamos acampar a trece k
Las campanadas nos despiertan antes de que amanezca. Ahora, es cuando me sale el cansancio acumulado de estos dos días. Me duele el cuerpo entero. Para colmo de males, Jasman está acostado encima de mí. Ese niño tiene un mal dormir de mil demonios juntos. Tengo la espalda hecha cuadritos. —Córrete, bebé —murmuro bien suave.Aunque él se mueve, continúo sintiendo su rodilla clavada en mi costado derecho. —¡Jasman! —protesto en alta voz, arriesgándome a que se despierte Leonardo. De igual modo, ya hay que levantarse. Las campanadas no paran de sonar. —¿Qué sucede? —pregunta el hombre, sin abrir los ojos. Aprovecho el momento para echarle una ojeada sin que él me atrape. Se ve muy sexy cuando se despierta.Puedo sentir el calor que emana de su cuerpo. Me estremezco cuando pequeños escalofríos de deseo me recorren. Me ponen a mil sus gruesos labios. Quiero probarlos. ¡Y mejor no hablar acerca de lo que me provoca ver su torso completamente desnudo! Mi imaginación se hunde en cada un
(Narra Basima)Jasman se ha quedado dormido luego de haberse tragado el último bocado de comida. Él se ha perdido las danzas, las risas, los cantos y las narraciones a la luz de la fogata. En el campamento, cerca de cien personas nos han recibido con alegría y han compartido sus pertenencias con nosotros: sopa, carne asada y ropa limpia. Es un sueño increíble para los fugitivos. Pero estoy cansada, tan cansada que los ojos comienzan a pesarme. —Nos vamos a dormir. Estamos muertos. —Leonardo se pone de pie y yo le sigo, casi por inercia. Estoy tan dormida, que no me he dado cuenta de que la cabeza de Jasman descansa sobre mis piernas. Si Leonardo no llega a sujetarla, el niño él se hubiese dado otro buen golpe. Esta vez, sería por mi culpa. —¡Cuidado, Bas...! —chilla. Lanzo a Leonardo una mirada fulminante. Ha sido tanto el miedo, que me he despertado de golpe. Ha faltado poco para que se revelase mi verdadero nombre. Para los gitanos somos Frank y Marina. —Cuidado, va... vas a
(Narra Leonardo) Improvisar no se me da bien. ¿El plan? Correr hasta que el cansancio nos venza y las piernas dejen de sostenernos. Simplemente, correr. Con tanto apuro, no he tenido tiempo para consultar la brújula. Estamos perdidos. En esta época del año, las intensas lluvias desarrollan la vegetación de los bosques. La maleza se nos enreda en las piernas, llenándonos de arañazos. A pesar de que me es difícil moverme con soltura, al llevar a Jasman en brazos, Basima se nota mucho más agotada. Le falta entrenamiento físico. —Detente, Leonardo, por favor. —Cuando coloca su mano en mi brazo desnudo, un estremecimiento me recorre de pies a cabeza. —No, Basima. Tenemos que continuar andando —digo, a mi pesar, porque también quiero dejarme caer. —Me duelen todos los huesos, todos los músculos, me tiembla el cuerpo entero. Ya no puedo continuar. Necesito descansar —susurra, con el poco aliento que le queda. Un grito, seguido de relinchos de caballos, interrumpe
—No entiendo qué ha podido suceder. —musita Leonardo, con cara de quien está a punto de darse por vencido. Él trata de quitarse de la frente los cabellos que se han escapado de su moño. Ambas manos se le han llenado de grasa durante la media hora en que el muchacho ha luchado por echar a andar la motocicleta. Su camisa impecable, perfectamente alisada, ya es cosa del pasado. Yo me encojo de hombros para responderle. De tanto chillar me encuentro sin fuerzas. Jasman también se ha quedado demasiado tranquilo luego de haber preguntado cuándo nos vamos más de medio millón de veces. Todos estamos demasiado cansados. El estrés nos está matando. —¿Quién sabía del escondite? —pregunto con lentitud. —Nadie. Este poblado quedó deshabitado luego de la pandemia de COVID-19. Solo anda por aquí un señor mayor que cuida la casa. Él responde a mis intereses, no, a los del jefe —¿Es la persona que cocinó la sopa que comimos cuando llegamos? ¿Dónde ha estado todo este tiempo? ¿Tiene un t
Jasman suelta una carcajada cuando ve su imagen en el trozo de espejo. Su cabello ha dejado de ser negro. Tampoco le cae hasta los hombros. Ahora, es un niño rubio, con un pelado rebajado y una curita en la frente. —Ni tus padres te reconocerán —afirmo. Realmente, Leonardo ha hecho un excelente trabajo con nuestros disfraces. De repente, una nube gris empaña las pupilas del pequeño. —Yo sí quiero que mi mami y mi papá sepan quién soy —solloza. Jasman mete su cabeza rubia entre mis piernas y me abraza con fuerza. He metido la pata. Leonardo me guiña un ojo y se muerde el labio inferior. Busca que le secunde. —Tu tía está bromeando, hombrecito —dice—. Claro que tus padres siempre te reconocerán. Un padre nunca se olvida de su hijo porque él es lo más importante de su vida. Mientras el niño asiente con la cabeza, en sus labios se dibuja una sonrisa de alegría. —Es solo que tengo miedo, tío Leo —admite. —No deberías, porque estás con tu tía Basima y conmigo. Los dos
—Ve comiendo, Jasman. Ya mismo regreso —murmuro entre dientes. Beso la herida de mi sobrino antes de correr al dormitorio. Allí, mi secuestrador echa en la mochila varios medicamentos, las esposas, una cantimplora con agua y una manta. También, se ajusta, en el cinturón, un par de pistolas y un cuchillo. Actúa como si no me hubiese visto, aunque nuestras miradas se han cruzado un par de veces. —No te sabes ninguno —afirmo. —¿Ningún qué? —Enarca una ceja sin dejar de organizar su bolso. —No conoces ningún cuento infantil. Esa es otra mentira, una más.En un solo movimiento, Leonardo devora la distancia que existe entre los dos. A pesar de que ya se ha puesto una camisa de color negro, me sobrecoge la cercanía de nuestros cuerpos. Sus ojos me detallan con un fuego ardiente. Quiero alejarme a la cocina, refugiarme cerca de Jasman, pero las piernas se me clavan al suelo y se niegan a dar un paso. Mi corazón late sin freno. Trago saliva y espero a que el infierno caiga sobre mi cu
(Narra Basima)Con huevos, harina de pan, grasa y un sartén no se pueden inventar muchas recetas. Ruedo los ojos porque sé que el secuestrador se burlará de mi comida.De hecho, él ya ha entrado a la cocina con una cara de disgusto que mete miedo al susto. Labios mordisqueados + Ceño fruncido = Leonardo en fase atómica Sonrío levemente por mi ocurrencia. Lo cierto es que no sé por qué; pero, cuando los dos conversamos, me siento algo relajada, como si el asunto del secuestro fuese un juego y, no, real. —¿Qué tienes, Basima? ¿Te ha picado una mosca? —me grita. ¡¡¡¡Idiota!!!! Ya se me han borrado los sueños de la cara. Ensayo una gran sonrisa fingida. —Nada. Solo imagino la ropa que usaré en su entierro. Algo brillante, bien alegre, repleto de lentejuelas doradas —le respondo, con aparente frialdad, aunque me hierve la lengua.—Pues vuelve a la vida real, que aún estoy bien vivo, y ¡muévete!Pone cara de asco al ver mis huevos revueltos. Solo por eso, no se ha dado cuenta de que m