(Narra Leonardo)—Tenemos que avanzar antes de que nos atrape la tormenta. El líder de los gitanos concluye la información en el mismo instante en el que me he incorporado a la reunión. Alrededor de la hoguera se amontonan todos los adultos del campamento. La mayoría de ellos asiente en silencio mientras se aleja hacia sus casas de campaña. Yo me he quedado perdido, pero por miedo a que me reclamen por llegar tarde, sigo a la multitud. —¿Han predicho la tormenta con las cartas o se guían por el color del cielo? —Alcanzo a preguntar a uno de los gitanos más jóvenes. El chico me observa de arriba a abajo, como si yo fuese más idiota de lo que en verdad soy. Frunce las cejas, en un gesto de desdén, y levanta la mandíbula, para parecer inteligente. —Lo han informado en la radio. Se espera una gran tempestad para los próximos tres días. Lo peor no son las lluvias, sino las inundaciones. En esta zona, el río suele crecer en cuanto le caen tres gotas. Por eso, planeamos acampar a trece k
(Narra Leonardo)—Tenemos que avanzar antes de que nos atrape la tormenta. El líder de los gitanos concluye la información dándose prisas. Alrededor de él se han reunido todos los adultos del campamento. La mayoría de ellos asiente en silencio mientras se aleja a gran velocidad hacia sus casas de campaña. Yo me he quedado perdido, pero por miedo a que me reclamen por llegar tarde al círculo de reunión, sigo a la multitud. —¿Han predicho la tormenta con las cartas o se guían por el color del cielo? —Alcanzo a preguntar a uno de los gitanos más jóvenes. El chico me observa de arriba a abajo, como si yo fuese más idiota de lo que en verdad soy. Frunce las cejas en un gesto de desdén y levanta la mandíbula, para demostrar su superioridad. —Lo han dicho en la radio. Se espera que una tormenta afecte esta zona durante los próximos tres días. Lo peor no son las lluvias, sino las inundaciones. Aquí, el río suele crecer en cuanto le caen tres gotas. Planeamos acampar a trece kilómetros, en
Desde hace poco más de cuatro años vivimos aparentemente en paz. Digo aparentemente porque siempre vigilamos por encima del hombro, buscando una huella de nuestro mayor enemigo. Mi hermana, Amira, se ve feliz. Es toda una madraza. Su esposo Amhed siempre está pendiente de su hijo Jasman. Ambos se notan muy enamorados. Eso del amor no va conmigo. Mi corazón se ha vuelto de piedra. Yo jamás seré de nadie. Yo soy mía. —¿En qué piensas, tía Basima? Hazme un cuento. Jasman tira de mi falda, trayéndome de vuelta a la realidad. Estos momentos con mi sobrino son los mejores de mi vida. —Estaba pensando en que... —sonrío mientras me le acerco muy lentamente— ¡en que te voy a comer! Entre risas y correrías por el jardín de la mansión se nos va el tiempo. Los guardias que nos observan deben pensar que estoy loca... Pues que piensen lo que quieran. Cuando ya hemos jugado por un buen rato, me dejo caer encima de uno de los bancos del jardín. Hacerme la muerta es uno de nuestros pasatie
Aprieto los puños y espero. Trato de relajarme, con los ojos cerrados, mientras escucho el disparo. Sin embargo, no siento dolor. Todo sigue exactamente igual: el viento que azota mi cara, el llanto de Jasman, el miedo... ¿Dolor? Dolor no. Abro los ojos como dos platos y pregunto con ira: —Idiotas, ¿están jugando a la ruleta rusa? Si van a deshacerse de mí, ¡acaben de una vez! Estoy a punto de golpear a Ramiro, porque los nervios me dominan, cuando escucho que él suelta un grito de dolor. El bandido arroja la pistola a mis pies y se revuelca en el suelo, como un perro con bichos. De la mano con que ha empuñado el arma sale sangre, mucha sangre. Él está herido, pero sus rugidos no me causan pena. —¿Se puede saber qué coño están haciendo? Solo después de escuchar la pregunta me percato de la presencia de un cuarto hombre, que recién ha llegado. Él aún no se ha bajado del caballo, pero me sostiene la mirada con fuerza. Y yo no bajo la mía. Eso, ¡jamás! —¿Quién es esa
Si alguien me preguntase cómo es que he mantenido la cordura luego de dos horas de viaje ininterrumpido por el campo, la respuesta es sencilla: resiliencia. Debo adaptarme y sobrevivir para que también Jasman sobreviva. Hemos cabalgado en silencio, a través de senderos intrincados, lejos de todo ser humano, hasta llegar a un pueblo fantasma en medio de la niebla. No he visto a los pobladores del lugar a pesar de que todavía los últimos rayos de sol se esconden detrás de las montañas. —¡Bajando ya del caballo, muchacha! ¿Le has cogido cariño al animal o es que te gusta estrujarte con los hombres? —Los dientes de oro de Gustavo refulgen en la oscuridad del atardecer. Es cierto que me he acomodado en el pecho de Leonardo. ¡Idiota de mí! Muy pronto me he olvidado de que él es solo un bandido y, yo, su prisionera. Mientras él sujeta al niño, hago mis esfuerzos para llegar al suelo. Este animal es muy alto y, aunque no soy pequeña de estatura, me falta agilidad para mover mis piern
(Narra Leonardo)Jamás pensé que la vida me jugaría una mala pasada. Huí lejos de la influencia negativa de mi padre porque los negocios de la familia siempre me dieron asco. Lo único que realmente me importaba era mi trabajo como Ginecoobstetra en un hospital de Tenerife. La medicina siempre ha sido mi pasión. Me he dedicado a traer niños al mundo durante muchos años. Ya había olvidado mi mala procedencia hasta que, hace dos meses, recibí aquella llamada. Después, nada fue lo mismo. Pasé de ser un profesional admirado y querido por todos mis pacientes a convertirme en un malvado secuestrador. Trago un poco de sopa, ya medio fría, luego de hacer otra ronda por la casa. Quiero a ese trío de asesinos lejos del niño y, sobre todo, de Basima. Ella es demasiado perfecta para caer en las garras de alguno de ellos. Lo que más me llama la atención no es su belleza física, sino la pasión con la que protege a Jasman. Me impresiona porque jamás nadie ha hecho lo mismo por mí. Echo una ojeada
Capítulo 5 Disfraz de caballero (Narra Basima) ¡Qué duerma con él en la misma cama! ¡Mentiroso traicionero! ¿A qué viene tanto cuento si enseguida se ha quitado su disfraz de caballero? —¡Ni viva, ni muerta, ni moribunda! Gracias al cielo, el pequeño está profundamente dormido. No le han molestado mis gritos. —Es eso o pasar la noche atada a una silla. Tú decides —afirma él sin dar un paso más. Está tomándose su tiempo para someterme. Juega al gato y al ratón. —Prefiero dormir en fuego del infierno antes de estar cerca de usted. ¡No es más que un maldito! Es en ese instante en el que suelto todos los insultos que conozco. Incluso, invento algunos nuevos. Mi pecho sube y baja con rapidez, por el agitado corazón que palpita tan fuerte como si quisiese salirse. Aprieto con los dedos el frío metal de las esposas hasta que me duelen. Las uñas contra mi piel me sacan la sangre. Quiero matar a este hombre. Quiero y soy capaz de hacerlo porque cuando le miro a los ojos no dejo
(Narra Leonardo) Apenas amanece y ya mi teléfono vibra dentro del bolsillo del pantalón. No tengo que revisar el identificador de llamadas para saber de quién se trata. Es el jefe. Es tan grande su odio que le falta la paciencia para esperar. Está ansioso por tener al niño en su poder y vengarse de Amhed Hassim. Opto por dejar el móvil en modo avión y continuar un rato más en la cama. ¡El jefe qué se rompa la cabeza pensando! Joderle me hace bien. Me cae mejor que el desayuno temprano en la mañana. Basima se ha pasado toda la madrugada sollozando, con la cabeza metida en la almohada para no hacer ruido. Sin embargo, su llanto no me ha permitido descansar. Hace solo un rato se ha quedado dormida. Jasman cruza una de sus piernecitas sobre mí, con toda confianza. Se nota que aún no se ha despertado del todo, porque, de lo contrario, estaría llorando y pataleteando —Papi, buenos días. Te quiero mucho —susurra con los ojos cerrados—.¿Sabes que anoche tuve una pesadilla muy fea? Per