El silencio en el coche fue opresivo durante todo el trayecto de regreso. Ninguno de los dos se atrevió a hablar, como si las palabras pudieran romper algo aún más frágil que lo que ya estaba roto entre ellos. Ariel miraba por la ventana, pero no veía nada. Su mente estaba envuelta en una nube de confusión y tristeza. Todo había cambiado en cuestión de días, y ahora su vida pendía de un hilo, un hilo que apenas lograba sostener. Alejandro, a su lado, mantenía ambas manos firmemente aferradas al volante, con el rostro tenso y la mente en un torbellino de culpa y remordimientos.Cuando finalmente llegaron a la casa, Ariel apenas pudo contenerse. Caminó lentamente hacia la sala y se desplomó en el sofá, como si sus piernas ya no pudieran sostenerla más. Había estado conteniendo el dolor durante todo el viaje, intentando mantenerse firme, pero la sensación de vacío y desesperanza la consumía. Alejandro la observó por unos segundos desde la entrada, con los hombros caídos, como si llevara
El lunes amaneció gris y pesado, reflejando el estado de ánimo de Alejandro. Se levantó antes que Ariel, después de haber pasado la mayor parte de la noche en vela. Sabía que ese día no sería como cualquier otro. Lo que había sucedido el fin de semana seguía fresco en su mente, las palabras que no se habían dicho, el llanto de Ariel, y esa conversación que solo había dejado más incertidumbre entre ambos.Después de vestirse en silencio, Alejandro comenzó a organizar lo necesario. Había contratado una persona para que se encargara de las tareas del hogar, algo que, en otros tiempos, Ariel nunca habría permitido. Pero en su estado actual, la prioridad era que guardara reposo, que el bebé estuviera bien. Se aseguró de que todo estuviera en orden: desde las comidas que debía preparar el servicio hasta las tareas de limpieza y los horarios.Todo funcionaría con precisión, como cualquier asunto de negocios en su vida. Pero esta vez, no se trataba solo de una transacción o un acuerdo profesi
El vientre de Ariel había comenzado a crecer, y con él, también lo había hecho una nueva esperanza.Ahora, con casi cuatro meses de embarazo, cada día era una pequeña victoria, un día más en el que la vida dentro de ella seguía avanzando, creciendo, fortaleciéndose. Tanto ella como Alejandro habían dedicado todos sus esfuerzos a cuidarlo, a hacer todo lo posible para que ese milagro no se desvaneciera.El miedo de los primeros meses seguía presente, pero poco a poco, había sido sustituido por una nueva emoción, la alegría y la expectativa de sentir por primera vez a su bebé.Ariel estaba en su cama esa tarde, descansando como solía hacer desde que el médico le había recomendado reposo. Acariciaba su vientre casi de forma inconsciente, mientras sus pensamientos vagaban entre el presente y un futuro que empezaba a parecer menos incierto. Sentía cómo su cuerpo cambiaba, adaptándose a la vida que crecía dentro de ella. El miedo no había desaparecido del todo, pero esa tarde, mientras sus
El día finalmente había llegado.Después de semanas llenas de incertidumbre, emoción y, en ocasiones, miedo, Ariel y Alejandro se encontraban en el hospital para el siguiente gran paso en su camino hacia la paternidad: descubrir el sexo del bebé.Era un momento que ambos esperaban con ansias, pero también con una mezcla de emociones. A pesar de todo lo que había sucedido entre ellos, ese pequeño ser que crecía en el vientre de Ariel les había dado una nueva razón para seguir adelante, juntos.Sentados en la sala de espera, el silencio entre ellos no era incómodo, sino lleno de expectativas. Ariel miraba a su alrededor, observando a las otras parejas que también estaban allí, algunas con caras de emoción y otras con gestos nerviosos. Su mano descansaba sobre su vientre, acariciándolo suavemente, una costumbre que había adoptado desde que el bebé comenzó a moverse. Alejandro estaba a su lado, su pierna moviéndose nerviosamente, una señal de que, aunque estaba tratando de mantenerse tran
Aquel hombre había salido de su casa muy enojado, luego de que su madre y sus hermanas le reclamaran por no querer casarse con quien era su novia desde hace cinco años, la hermosa Abigail Clinton, de una buena familia, belleza incomparable y un enorme amor hacia él desde que eran adolescente, ya con varios años de relación, solo faltando el único paso.Matrimonio.Pero Alejandro no la amaba, por eso luego de esos años de relación aún no daba el primer paso, no deseaba casarse con ella. No era la mujer que quería para convertirla en su esposa. Su relación con ella nunca podría ir más allá, pese a los años.Él acababa de terminar la relación.En su lujoso coche iba captando las miradas de todos los de la ciudad, muchos sabían que allí dentro iba Alejandro Fendi, dueño de casi la mitad de la ciudad, cada rascacielos había sido construido por su empresa, la mayoría de los centros comerciales eran de él y poseía numerosas empresas en el extranjero, sobre todo en Italia, de donde eran los F
Aquel restaurante, en el centro de la ciudad, fue reservado solo para Alejandro Fendi, con solo una llamada, y su poco usual invitada. Todo estaba vacío, solo para ellos dos. Los empleados del lugar los atendían como que nada estaba fuera de lugar, sin prestar atención al aspecto de Ariel, la joven que lo acompañaba.Ella, sentada frente a él, con su caja de música entre las piernas y la mochila cerca de sus piernas, observaba con asombro el lugar.—¿Te gusta lo que ves?—preguntó, observando la mirada asombrada de su acompañante.—¡Pues claro que sí! Sé que aquí cocinan muy delicioso.— Se inclinó hacia adelante para decirle aquello en voz baja, logrando impresionar a Alejandro.—¿Alguna vez has venido aquí?— Preguntó, incrédulo. Lo único que se le ocurría era que ella hubiera entrado a robar o que, a lo mejor, se paró en la puerta a pedir, pero con su aspecto era muy probable que no le permitieran ni acercarse a la entrada.Aquello era un lugar muy lujoso y solo atendían con reservaci
Alejandro Fendi era un hombre ocupado, por lo que no podía perder el tiempo.Luego de aquel almuerzo él y Ariel se dirigirían hacia la casa que compartía con su madre y su pequeña hermana, Annie, pero Alessia vivía muy cerca de allí, junto con su molestoso esposo, por lo que con la excusa de ver a su madre pasaba mucho tiempo en aquella casa.¿Por qué vivían juntos? ¿Y por qué no? Su madre era muy mayor y de vez en cuando su salud peligraba, sus hijos querían estar cerca, muy cerca de ella y ninguno dejaría que el otro pasara más tiempo con ella, porque realmente era una competencia interna.Ariel, a su lado en el coche, iba muy nerviosa, se iba a casar con aquel hombre en algún momento y por alguna razón no se sentía con derecho a objetar.—Estás decidiendo por mí— Dijo en voz baja, pero Alejandro la escuchó.—Podría decirse que sí—respondió.—¿También podría decirse que me estás obligando?—preguntó.—Solo si quieres hacerte la víctima. Míralo de este modo, te estaré forzando a tener
Después de aquella burla y el llanto de Ariel, Alejando la llevó a su habitación, no sin antes desatar el caos en su familia al decir que con aquella mujer se iba a casar, que Ariel Sánchez sería su esposa.—Lo siento, me esperaba un escándalo, pero no que rompieran tu caja de música.— Había sido mejor de lo esperado para él, la caja de música es lo que menos le importó, era un objeto sin valor, aquel que ella sacó de la basura, sino la reacción de su madre y su hermana, quien no dudó en salir corriendo para contarle a Alessia, la hermana mayor.Aquella no tardaría en llegar junto a su esposo, Marco Albini.—Es una bruja— Dijo entre gimoteos, refiriéndose a Annie.—Te compraré las que quieras, tanto como quieras, las mejores o una idéntica a esta. No llores y ya olvídate de ella. — Pero Ariel se giró hacia él y lo miró con indignación, sus ojos no dejaban de llorar, mordía sus labios tanto como podía pero sabía que las palabras le saldrían de todos modos, no había forma de detenerlas.