|Capítulo treinta y cuatro|

El vientre de Ariel había comenzado a crecer, y con él, también lo había hecho una nueva esperanza.

Ahora, con casi cuatro meses de embarazo, cada día era una pequeña victoria, un día más en el que la vida dentro de ella seguía avanzando, creciendo, fortaleciéndose. Tanto ella como Alejandro habían dedicado todos sus esfuerzos a cuidarlo, a hacer todo lo posible para que ese milagro no se desvaneciera.

El miedo de los primeros meses seguía presente, pero poco a poco, había sido sustituido por una nueva emoción, la alegría y la expectativa de sentir por primera vez a su bebé.

Ariel estaba en su cama esa tarde, descansando como solía hacer desde que el médico le había recomendado reposo. Acariciaba su vientre casi de forma inconsciente, mientras sus pensamientos vagaban entre el presente y un futuro que empezaba a parecer menos incierto. Sentía cómo su cuerpo cambiaba, adaptándose a la vida que crecía dentro de ella. El miedo no había desaparecido del todo, pero esa tarde, mientras sus
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