El bebé estaba envuelto cuidadosamente, su rostro pequeño, con rasgos tan delicados que casi parecían irreales. Parecía estar en paz, como si simplemente estuviera dormido, pero Alejandro sabía que nunca despertaría.—Hola, pequeño... —susurró Alejandro, mientras las lágrimas volvían a inundar sus ojos—. Soy tu papá...No sabía qué más decir. El dolor era abrumador. A pesar de todo lo que habían hecho, de todas las precauciones, de todo el amor que le habían dado, su hijo se había ido antes de poder conocer el mundo. Era injusto. Todo lo que Alejandro sentía en ese momento era una mezcla de amor profundo y una rabia silenciosa contra el destino que les había arrebatado la oportunidad de ser padres.Lentamente, Alejandro extendió la mano y tocó con suavidad la cabecita del bebé. Era increíblemente pequeño, frágil. No podía dejar de pensar en todo lo que nunca llegaría a ser. Todo lo que le habían imaginado, los primeros pasos, las primeras palabras, todo eso ya no existía.—Te amamos t
Aquel hombre había salido de su casa muy enojado, luego de que su madre y sus hermanas le reclamaran por no querer casarse con quien era su novia desde hace cinco años, la hermosa Abigail Clinton, de una buena familia, belleza incomparable y un enorme amor hacia él desde que eran adolescente, ya con varios años de relación, solo faltando el único paso.Matrimonio.Pero Alejandro no la amaba, por eso luego de esos años de relación aún no daba el primer paso, no deseaba casarse con ella. No era la mujer que quería para convertirla en su esposa. Su relación con ella nunca podría ir más allá, pese a los años.Él acababa de terminar la relación.En su lujoso coche iba captando las miradas de todos los de la ciudad, muchos sabían que allí dentro iba Alejandro Fendi, dueño de casi la mitad de la ciudad, cada rascacielos había sido construido por su empresa, la mayoría de los centros comerciales eran de él y poseía numerosas empresas en el extranjero, sobre todo en Italia, de donde eran los F
Aquel restaurante, en el centro de la ciudad, fue reservado solo para Alejandro Fendi, con solo una llamada, y su poco usual invitada. Todo estaba vacío, solo para ellos dos. Los empleados del lugar los atendían como que nada estaba fuera de lugar, sin prestar atención al aspecto de Ariel, la joven que lo acompañaba.Ella, sentada frente a él, con su caja de música entre las piernas y la mochila cerca de sus piernas, observaba con asombro el lugar.—¿Te gusta lo que ves?—preguntó, observando la mirada asombrada de su acompañante.—¡Pues claro que sí! Sé que aquí cocinan muy delicioso.— Se inclinó hacia adelante para decirle aquello en voz baja, logrando impresionar a Alejandro.—¿Alguna vez has venido aquí?— Preguntó, incrédulo. Lo único que se le ocurría era que ella hubiera entrado a robar o que, a lo mejor, se paró en la puerta a pedir, pero con su aspecto era muy probable que no le permitieran ni acercarse a la entrada.Aquello era un lugar muy lujoso y solo atendían con reservaci
Alejandro Fendi era un hombre ocupado, por lo que no podía perder el tiempo.Luego de aquel almuerzo él y Ariel se dirigirían hacia la casa que compartía con su madre y su pequeña hermana, Annie, pero Alessia vivía muy cerca de allí, junto con su molestoso esposo, por lo que con la excusa de ver a su madre pasaba mucho tiempo en aquella casa.¿Por qué vivían juntos? ¿Y por qué no? Su madre era muy mayor y de vez en cuando su salud peligraba, sus hijos querían estar cerca, muy cerca de ella y ninguno dejaría que el otro pasara más tiempo con ella, porque realmente era una competencia interna.Ariel, a su lado en el coche, iba muy nerviosa, se iba a casar con aquel hombre en algún momento y por alguna razón no se sentía con derecho a objetar.—Estás decidiendo por mí— Dijo en voz baja, pero Alejandro la escuchó.—Podría decirse que sí—respondió.—¿También podría decirse que me estás obligando?—preguntó.—Solo si quieres hacerte la víctima. Míralo de este modo, te estaré forzando a tener
Después de aquella burla y el llanto de Ariel, Alejando la llevó a su habitación, no sin antes desatar el caos en su familia al decir que con aquella mujer se iba a casar, que Ariel Sánchez sería su esposa.—Lo siento, me esperaba un escándalo, pero no que rompieran tu caja de música.— Había sido mejor de lo esperado para él, la caja de música es lo que menos le importó, era un objeto sin valor, aquel que ella sacó de la basura, sino la reacción de su madre y su hermana, quien no dudó en salir corriendo para contarle a Alessia, la hermana mayor.Aquella no tardaría en llegar junto a su esposo, Marco Albini.—Es una bruja— Dijo entre gimoteos, refiriéndose a Annie.—Te compraré las que quieras, tanto como quieras, las mejores o una idéntica a esta. No llores y ya olvídate de ella. — Pero Ariel se giró hacia él y lo miró con indignación, sus ojos no dejaban de llorar, mordía sus labios tanto como podía pero sabía que las palabras le saldrían de todos modos, no había forma de detenerlas.
Cuando Alessia vio a su hermano acercarse de la mano de aquella mujer, no podía creer lo que veía. Sus hermosos ojos azules observaron a Ariel y no dudó en acercarse a ella, era tal como su pequeña hermana Annie había dicho, su hermano se había vuelto loco y llevó a casa a una mujer de la calle.—¡Explícate ahora mismo!— Exigió con brusquedad la hermana mayor mientras su esposo dejaba sus manos sobre sus hombros para que se calmara, algo que no lograba desde que vio que eran ciertas las palabras de Annie.Marco Albini estaba gozando con aquella escena, era como ver a Alejandro minimizado a nada, no hubo un escándalo tan grande desde que se supo que él terminó la relación con Abigail Clinton.Contempló a detalle a la mujer junto a su cuñado, si es que se le podía llamar mujer, pues su rostro era muy joven, su cabello largo y húmedo cayendo sobre su pecho, más aquella camiseta que claramente era de Alejandro, sumándole sus pies descalzos y lo inocente que se sujetaba a ese hombre mientr
Centro comercial Fendi. Allí estaban, cuando el coche se aparcó más de diez empleados esperaban a Alejandro y su invitada, todos dispuestos a ayudar en lo que fuera necesario, pero Alejandro tenía mejores cosas que hacer que ir de compras con Ariel, su vida era muy ocupada y ya había consumido muchas horas del día con aquel jueguito, había caído la tarde, pero él tenía que ir a la oficina.Sabía que Alessia no se quedaría de brazos cruzados e intentaría meterle el pie sea como sea, en conjunto con su esposo Marco, por lo que Alejandro no podía darse el lujo de perder el tiempo.Aquel era un juego divertido, pero también tenía sus peligros.Ambos trabajaban en la empresa y ahora todo sería un caos, pues su fastidiosa hermana se pondría a molestarlo con más frecuencia, aumentando así sus intentos por hacerlo caer.Sabía que ella y su esposo tenían más de un as bajo la manga y ahora que no había funcionado lo de la boda, moverían sus otras fichas.No se podía relajar ni un solo segundo
Frente al centro comercial con todas sus bolsas, Ariel esperaba con desespero a Alejandro. Hace más de una hora que dijo que iría a recogerla, pero no había sido así.Al ver su coche que se aparcaba, ella agitó su mano con mucha alegría de ver que ya llegaba. El chofer y los empleados los ayudaron a colocar las bolsas, haciendo que pudieran entrar en perfecto estado en el maletero del coche y parte de ellas junto a Alejandro y Ariel.En el camino él iba en silencio, Ariel iba muy pegada a él, algo que molestaba a Alejandro. Recién acababa de hacer con Abigail algunas cosas y por alguna razón que no era posible no deseaba que Ariel lo supiera.—¿Podrías…?— Le iba a pedir que se despegara un poco, sobre todo porque Abigail era muy astuta y no se le salía a Alejandro de la mente la posibilidad de que dejara alguna marca en él. La miró a su lado al sentir que su cabeza pegaba a su hombro, del otro lado estaba lleno de bolsas sin que ella pudiera despegarse de él, notó que la joven se habí