Capítulo 2

Beth extendió los brazos para saludar a una de las chicas de la fiesta; esta chica respondió con efusividad a la rubia, pero dirigió una mirada despectiva a Gianna.

—¿Qué hace «esa» aquí? —susurró la chica a Beth.

—Darragh la invitó —contestó Beth con autosuficiencia.

La mujer soltó un respingo y repasó con la mirada a Gianna, ¿cómo era posible que esa insignificante consiguiera una invitación personal del futuro líder de la manada?

Gianna fingió no escuchar, estaba acostumbrada a los comentarios despectivos y que cuando se encontraba con la manada debía bajar la cabeza y aceptarlo; era su sitio. Si se atrevía a responderle podría terminar mal, muy mal; ya le había sucedido. Gia sabía pelear, pero ella sola contra diez o más lobos sería una masacre de la que no saldría viva.

—Me asombra su buen corazón —agregó la joven—. Siempre pensando en los más necesitados.

Gia escondió su sonrisa sarcástica con una copa de champagne.

Darragh era un hijo de puta, ella lo sabía; Gia sabía muchas cosas turbias del joven lobo que nadie cuestionaba por temor a su padre, el alfa de la manada.

—Ni te imaginas —sonrió Beth y se alejó para ir con Gia—. Odio todo esto.

—Es tu familia —burló Gia.

—También la tuya, eh.

—No, mi familia está muerta.

Beth la abrazó.

—No está muerta, Gia, debe existir una razón.

—Me regalaron y se olvidaron de mí, pero ya no importa. —Gia terminó la copa de Champagne—. Ahí vienen más a saludarte, suerte.

Beth trató de detenerla, pero Gia era escurridiza y escapó por un costado. Tomó otra copa de champagne de la bandeja de uno de los meseros y paseó por el amplio salón de paredes blancas y luces amarillas.

Gia no sólo odiaba esas reuniones por tener que ver a la manada, sino porque recordaba a la familia que no tenía. Ya casi había olvidado por completo a su madre, aunque creía que en algún momento la amó.

A veces todavía se preguntaba cómo sería dormir acurrucada en los brazos de mamá donde todo siempre estaba bien…

Gia apartó ese pensamiento de su mente y bebió más de su copa; intentó que las lágrimas en sus ojos no cayeran, no ahí.

Era una de las tantas mansiones de la familia Ashbourne. Poseían empresas trasnacionales que iban desde cruceros a videojuegos; estaban en todo. Ni siquiera era posible saber cuánto dinero tenían.

Varios la reconocieron y repudiaron con la mirada. Gia se recluyó a un rincón a beber de su champagne y a observar; era buena observando.

Y, entonces, percibió unas cosquillas sobre la piel que la hicieron levantar la mirada hacia las escaleras.

Darragh Ashbourne estaba ahí y la miraba fijamente.

Gia contuvo el aliento y sostuvo la mirada; por dentro temblaba, por fuera era un témpano de hielo.

La presencia del lobo siempre causaba eso. Su corazón se aceleraba y las imágenes de aquella pelea regresaban, luego el ardor por los latigazos; todo estaba intrínsecamente relacionado con Darragh.

Los Ashbourne se caracterizaban por tener el cabello blanco, algo rarísimo para los humanos, y los ojos de un tono grisáceo que más bien parecía plateado. Además, Darragh poseía unas facciones duras y varoniles que agregaban un tinte de fantasía irreal al cabello largo que perfilaba su rostro. Su cuerpo estaba trabajado y musculoso, todos sabían que era un experto en combate y que podría aplastar el cráneo de cualquiera con la fuerza de sus manos.

Darragh era una máquina mortal de combate.

Esa noche vestía de forma impecable con un elegante traje negro y de su brazo iba su prometida, Cornelia; una loba de la manada que no compartía lazos sanguíneos con los Ashbourne, por lo que su cabello era negro, así como sus ojos.

Entonces, Gia notó una coincidencia escalofriante.

Cornelia y ella tenían el mismo vestido.

—Mierda —musitó Gia.

Darragh leyó sus labios, esbozó una sonrisa divertida.

Gia tembló. Claro que lobo había notado esa terrible coincidencia, aunque era evidente que Cornelia llevaba el vestido original mientras que ella portaba una copia que compró por internet a unos pocos dólares.

No obstante; la prenda resaltaba más en el curvilíneo cuerpo de Gia.

Una ofensa como esa podía ser castigada con azotes; Gia no estaba dispuesta a soportar algo como eso, así que se apresuró a intentar marcharse, pero la llegada de Darragh convirtió el salón en una marea de personas que querían saludarlo o simplemente demostrarle que estaban ahí para venerarlo.

Sus dos hermanos menores bajaron un poco después; pero ellos no solían llamar tanto la atención. Era imposible que fueran los alfas, al menos que desafiaran a Darragh en combate y lograran vencerlo.

Gia se abrió paso a empujones sin poder ver hacia donde iba, hasta que se abrió un espacio frente a ella y reparó en que quedó justo frente a la futura pareja de alfas que liderarían la manada.

Cornelia sonreía burlonamente hasta que vio a Gia con un vestido igual al suyo. Su bonito rostro se desfiguró, la señaló y gritó:

—¡¿Cómo te atreves?!

Gia enmudeció, pero no por la sorpresa, sino porque no supo qué decir. De repente, todos la miraban y parecían dispuestos a despedazarla con una simple orden.

»¡Esto es una ofensa, Darragh! ¡Por favor, haz algo! ¡Ha copiado mi vestido!

Darragh suspiró hondo, se soltó del agarre de Cornelia y avanzó dos pasos hacia Gia.

Gia apretó los puños, contuvo la respiración y clavó la mirada en los pectorales del hombre; incluso debajo del traje destacaba su musculatura.

Darragh podría abofetearla… o algo mucho peor.

«No podré contra él», pensó Gia con el corazón oprimido y haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad para no volver a temblar.

El lobo sujetó la manga de su traje, o eso vio Gia; entonces se atrevió a levantar la mirada y recordó lo alto que era, mucho más que ella.

Los ojos plateados del lobo la hicieron contener el aliento. No lucían despiadados como esperó encontrarlos, si no… ¿preocupados?

Gianna siempre se preguntó si Darragh se sintió mal por los latigazos.

Darragh tocó el hombro desnudo de Gia y ella tensó la mandíbula. Ni pudo mirar qué hacía en su hombro, no supo que maniobraba el tirante del vestido hasta que el lobo se alejó dos pasos y señaló la prenda.

—Gianna Davies, bienvenida —soltó él con voz ronca, entonces se giró y la gente se apartó para dejarlo pasar.

Gianna soltó el aire que contuvo; todos la miraban.

Cornelia estaba boquiabierta, pero la sorpresa fue sustituida pronto por la rabia; no obstante, corrió detrás de su prometido para no continuar frente a todas esas personas que no se explicaban qué acababa de pasar.

Tampoco Gianna comprendió qué había pasado; era la primera vez que hablaban desde aquel suceso.

Gia palpó el tirante de su vestido; Darragh había enredado su mancuernilla de luna en la prenda, así los vestidos no eran iguales.

Darragh la defendió y, además, demostró frente a todos que no permitiría que la ataquen, ni siquiera su prometida.

Gianna tragó duro y miró hacia donde estaba Darragh. Él volvió a mirarla por unos segundos, luego continuó saludando a los demás.

Definitivamente el lobo no había olvidado a la pequeña loba que se atrevió a desafiarlo sin importar que semejante acto pudo costarle la vida.

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