Gianna escapó del salón y se refugió en el jardín de la mansión donde su única compañía era una fuente de sirena.
Ella bebió de otro champagne e ignoró los mensajes en el celular, adivinaba que debía ser Beth tratando de saber sobre su breve encuentro con Darragh.
Pensar en el futuro líder de la manada la hizo tocar la mancuernilla que llevaba enredada en el tirante del vestido, la retiró de ahí y la observó en la palma de su mano. Tenía la forma de una luna menguante en color plata, pero sabía que no era de ese material o su piel se estaría quemando; era acero.
¿En qué estaba pensando Darragh cuando hizo semejante cosa? Frente a él la respetarían, pero ¿y cuando estuviera sola?
Quiso arrojar la mancuernilla en la fuente, pero la guardó en su bolso y apuró el champagne. Se disponía a marcharse cuando la voz de un hombre la detuvo:
—Pero si es la sucia comadreja.
Gia se detuvo y contuvo el aliento; su espalda ardió.
Ella no sólo poseía cicatrices de latigazos, sino de «juegos» en los que otros niños de la manada la obligaban a participar.
La cicatriz más profunda estaba en la espalda baja y fue hecha por el hombre que salía de las sombras en ese momento; la hirió con una navaja de plata cuando eran pequeños.
»¿Es cierto que quieres ganar el favor de las sábanas de Darragh?
—No sé de qué hablas —espetó ella y se incorporó.
El hombre se acercó hasta quedar a solo dos metros de ella. Era mucho más alto, aunque no tanto como el futuro líder. Tenía cara de pocos amigos, una barba abundante, cabello castaño y ojos marrones que desprendían frialdad.
—Oh, vamos, no intentes ser una mojigata —señaló el hombre y clavó el dedo índice en el hombro desnudo de Gia—. Yo sé cómo conseguías las cosas, sucia comadreja.
Gia apretó los puños.
—Ya quisieras.
—¿Olvidas que yo te conozco mejor que todos? —gruñó él—. Fuiste el estorbo de mi familia, nos obligaron a cuidarte cuando tu manada te regaló y creciste en nuestro hogar.
La loba tragó duro. Era verdad. Gia creció en una casa de campo con la familia de Mark, aunque ellos sólo iban de forma esporádica. La loba pasaba más tiempo con los empleados del lugar que con ellos.
Y Mark siempre quiso algo más con ella…
—Los obligaron por ser de un nivel tan inferior —acusó Gia—. Eso no es mi culpa.
La loba apartó la mano de Mark y se dispuso a marcharse, pero el lobo tiró de su brazo por la fuerza y la arrojó hacia la fuente. Ella trastabilló y logró recuperar el equilibrio antes de caer en el agua.
—¡Recuerda tu posición, sucia comadreja! —gritó Mark—. ¡No puedes faltarme al respeto! ¡Soy tu superior y tienes que obedecerme!
—No eres mi superior, ¿quién te mintió? —retó ella con una sonrisa y olfateó el aire—. Apestas a peróxido, ¿te teñiste el cabello? ¿Ya tienes canas?
Mark apretó la mandíbula. El odio brotaba por sus ojos que comenzaron a tornarse ámbar.
Gia se mantuvo firme. No se sentía en desventaja frente a Mark, ninguno podía cambiar a lobo a voluntad, eso era algo que solamente la familia Ashbourne podía hacer; ahí radicaba su poder, eran los únicos en el mundo capaces de hacer eso porque descendían de los primeros hombres lobo que caminaron sobre la tierra.
—Estás pidiendo a gritos que te obligue a respetarme —siseó Mark y acortó la distancia hasta Gia—. Tu corazón late muy rápido.
Gia levanto más la mirada; no se dejó amedrentar. El corazón de Mark latía igual de rápido que el suyo porque Gia no era una loba indefensa, él lo sabía. Gianna era una guerrera formidable.
—¿Y tú qué? ¿Nervioso? —sonrió Gia.
Fue suficiente para Mark. Extendió la mano y la sujetó por el cuello; Gia tomó la muñeca del hombre con ambas manos dispuesta a romperla; sin embargo, la pelea tuvo que detenerse.
—¿Qué está pasando aquí? —bramó Darragh desde la escalinata.
Mark soltó a Gia; ella se sujetó el cuello y miró al lobo que acababa de llegar.—¿Qué pretendías hacer, Mark? —cuestionó Darragh.—Ella me retó, sólo la estaba poniendo en su lugar y…Gia no terminó de escuchar, sino que se apuró a salir de ahí sin importarle dejar a Darragh con la palabra en la boca. La loba entró de nuevo a la enorme mansión, se mezcló entre las personas, recogió su abrigo en la entrada principal y salió de ahí.«No puedo quedarme un minuto más aquí», pensó mientras se colocaba la prenda y recorría la parte delantera repleta de automóviles lujosos. Ella sabía que cualquier pequeño error podía poner en peligro su vida.Gianna había abandonado aquella vieja casa de campo cuando cumplió la mayoría de edad; desde entonces comenzó a trabajar en lugar pequeñitos y a vivir en albergues hasta que logró rentar un cuarto. La manada se olvidó de ella… o eso creyó.Gianna tenía el coraje atorado en la garganta en forma de nudo. Quería llorar, mucho, dejarse caer sobre las ro
—¡Corre! —gritó Gia.Darragh pensó que esa mujer estaba loca, ¿cómo iba a escapar y dejarla ahí?La siguiente flecha rozó la mejilla del lobo. Él no se quedaría ahí a esperar que lo atacaran desde el refugio de los árboles, sino que se precipitó hacia las sombras y corrió a una velocidad sobrehumana hasta sumergirse en la maleza.»¡Darragh, no!Era su oportunidad para escapar. Si Darragh quería morir, era su problema, ¿no? Sin embargo, toda su vida la aleccionaran para proteger a la familia Ashbourne. Y, además, no se perdonaría que algo le sucediera porque… ¿por qué?No había tiempo para pensar en eso.Gia subió su falda, desenfundó la navaja que llevaba firmemente sujeta en la pierna y corrió detrás de Darragh. Su aroma fue lo primero que la guió en medio de las sombras y el silencio abrumador de los árboles; no necesitó ni esforzarse para seguir el rastro del lobo que se encontraba escondido detrás de un árbol.Gia se movía con gracia y sigilo; Darragh sólo supo que se acercaba por
Darragh brincó el muro de la mansión y cayó en medio del jardín; algunos habían percibido el aroma de la sangre segundos antes, mas no tuvieron tiempo de reaccionar rápido.El enorme lobo blanco aterrizó con Gia en su lomo; su pelaje estaba bañado en sangre y permanecía alerta en medio de gruñidos.Darragh se inclinó y Gia bajó del lomo, mas no logró mantenerse en pie y cayó. El lobo blanco aulló; no tuvo que hacer nada más para que se movilizaran y auxiliaran a Gia sin detenerse a preguntar por qué esa «regalada» se encontraba en tan malas condiciones. —¡¿Qué está sucediendo?!Leonard, el alfa y padre de Darragh se abrió paso entre la multitud que ya corría de un lado a otro para auxiliar a Gia.Un par de mujeres corrieron hacia Darragh con una bata de satín y la dejaron caer sobre el lomo del lobo; éste empezó a regresar a su forma humana con el mismo espectáculo escalofriante que unos momentos atrás Gia fue capaz de presenciar.En esta ocasión el pelaje cayó en trozos sobre el ja
—Usaré la sangre, ¿de acuerdo? —dijo Darragh con voz firme—. Y si debo pasar sobre ustedes para hacerlo, lo haré.Su padre se quedó boquiabierto, ¿era real? Su heredero estaba amenazándolo, ¿cómo era eso posible? ¿Y todo por una omega regalada?Darragh contempló a ambos; eran fisicamente muy parecidos a él. Su padre también llevaba el cabello largo, su hermano lo usaba corto, pero los tres tenían las hebras plateadas y los ojos grisáceos. El alfa extendió el brazo para detener a su hijo menor que no medía la fuerza real de Darragh; por el contrario, Leonard sabía que su hijo mayor podía con los dos.—¿De cuántos te defendió? —inquirió Leonard.—Ocho atacantes.—¿Ella sola?—Sí, mientras me transformaba. El alfa hizo un asentimiento.—Ve —ordenó—. Enviaré a algunos lobos a revisar la zona.Darragh no dudó un segundo más, sino que salió disparado del estudio con la urna de oro entre las manos.Los invitados seguían aglomerados en la planta baja hablando de lo que sucedió cuando lo vie
Gia soñaba.No, recordaba.Por sus venas recorría la sangre ancestral que encerraba más preguntas que respuestas o al menos ningún ser viviente había podido contestarlas; los vampiros no contaban como criaturas vivas, no propiamente dicho. En medio de esas imágenes era consciente de la sangre que la estaba curando, pero no podía abrir los ojos; estaba atrapada en sus sueños con escenas que prefería olvidar. Desfilaban rápido frente a ella, como si se tratara de un álbum que alguien más manejaba y, de pronto, se detuvo en la imagen del joven Darragh cuando tenía trece años; Gia lo recordaba muy bien, demasiado bien.Gia miró sus manos, ¿estaba despierta? No, se recordó, estaba atrapada en sus recuerdos mientras esa sangre cumplía su cometido. Y sus manos eran pequeñas, llenas de cortes y golpes; maltrechas, el resultado de horas entrenando a solas en medio del bosque a escondidas de los demás. Nadie podía saber que se preparaba para una guerra imaginaria, porque Gia temía que un día
La Gianna adulta despertó. Sus ojos se abrieron y por un segundo no supo si seguía amarrada a esa madera, a veces tenía esa pesadilla y siempre tardaba en situarse en su presente.Ella levantó las manos, no estaban amarradas. Ya no era una loba indefensa. Y percibió ese aroma, percibió a Darragh; sólo tuvo que mirar hacia la derecha para encontrarlo a unos centímetros observándola. El lobo estaba sentado en la orilla de la cama.—Estás bien —dijo él.Gianna asintió, no le dolía nada, pensó que jamás se había sentido tan bien.—¿Usaste la sangre…?—Sí.—¿Te permitieron usarla?—No exactamente —murmuró Darragh—, pero no iba a permitir que tú…Gia se sentó del otro lado de la cama. Su espalda quedó expuesta para el lobo y éste comprobó que todas las cicatrices de esos latigazos continuaban ahí.—Tu espalda…—¿Apreciando tu obra de arte? —susurró ella y lo miró sobre el hombro—. Me arrojaron tierra, algunas heridas se infectaron, por eso las cicatrices quedaron así.—Lo siento, Gia, yo…
Gianna contempló su espalda desnuda frente al espejo; apenas podía verla sobre el hombro y le encantaba. Ya no recordaba cómo lucía sin todas esas horribles cicatrices, pero ahí frente a ella estaba la piel tersa y saludable.Todo gracias a Darragh.«Pero también él lo causó», se recordó. La imagen del enorme lobo blanco regresó a su mente, no podía sacarla de ahí, era impresionante. Ella no solía convivir con la manada cuando era luna llena; no lograba identificar si había otros lobos tan grandes como Darragh, sospechó que no. Y quería volver a verlo.El recuerdo agitaba su corazón, estremecía sus sentidos y no comprendía por qué, ¿o sí? Ella igual conocía la leyenda, todos lo hacían, ¡pero no tenía sentido!¿Cómo podría ser la Luna de Darragh? Cornelia no lo permitiría, nadie lo haría. Su celular recibió otro mensaje de Beth; su mejor amiga necesitaba saber por ella misma qué había sucedido, pero Gia la estaba evitando. Sólo esperaba que no fuer a verla, aunque probablemente la
—Retráctate —ordenó Darragh.—¡Maldición! ¡¿Qué te pasa?! —gritó Kilian mientras sostenía la muñeca de su hermano—. ¡Siempre dije que era una bruja, por eso la mandaron con nosotros!Gianna no sabía qué hacer. Para su fortuna, Aleksi tomó el control de la situación.—Por favor, Darragh, no vas a matar a Kilian, ¿o sí?—No.—Entonces paren este espectáculo patético —pidió el mediano—, por favor, están asustando a la dama.Gianna jamás había recibido un trato tan amable de Aleksi; de hecho, ni siquiera recordaba hablar con él alguna vez. El lobo prefería ignorar su existencia.Darragh gruñó. Kilian asomó los colmillos y cambió el color de sus ojos, pero su hermano lo soltó y el menor cayó con gracia sobre sus dos piernas. Entonces se sacudió la ropa, suspiró hondo y miró a Gianna.—Perdón, Gina, como te decía…—Es Gianna —interrumpió Darragh—. Gianna Davies.—Gianna. —Se corrigió Kilian con una mueca que parecía que acababan de arrancarle un colmillo.La loba retrocedió.¿Y si sus herma