—Usaré la sangre, ¿de acuerdo? —dijo Darragh con voz firme—. Y si debo pasar sobre ustedes para hacerlo, lo haré.
Su padre se quedó boquiabierto, ¿era real? Su heredero estaba amenazándolo, ¿cómo era eso posible? ¿Y todo por una omega regalada?
Darragh contempló a ambos; eran fisicamente muy parecidos a él. Su padre también llevaba el cabello largo, su hermano lo usaba corto, pero los tres tenían las hebras plateadas y los ojos grisáceos.
El alfa extendió el brazo para detener a su hijo menor que no medía la fuerza real de Darragh; por el contrario, Leonard sabía que su hijo mayor podía con los dos.
—¿De cuántos te defendió? —inquirió Leonard.
—Ocho atacantes.
—¿Ella sola?
—Sí, mientras me transformaba.
El alfa hizo un asentimiento.
—Ve —ordenó—. Enviaré a algunos lobos a revisar la zona.
Darragh no dudó un segundo más, sino que salió disparado del estudio con la urna de oro entre las manos.
Los invitados seguían aglomerados en la planta baja hablando de lo que sucedió cuando lo vieron descender por las escaleras y reconocieron de inmediato la urna, no tardaron en deducir lo que haría y se preguntaron cómo era posible que fuera a usar la sangre en alguien como Gianna.
—¡Amor mío! —chilló Cornelia y se abrió paso entre la multitud para detener a Darragh, pero éste continuó andando—. ¡Espera! ¡¿Estás bien?! ¡¿Qué pasó?!
—Estoy bien —resumió él—. Quédate aquí.
Darragh no quería verla, estaba confundido. Si Gianna era su Luna tendría que apartar a Cornelia, no quedaba duda.
—¿A dónde llevas la urna?
Cornelia sabía, pero quería escucharlo de sus labios, le parecía inaudito.
Darragh no respondió, sino que tomó el camino del pasillo izquierdo, avanzó hasta el fondo y abrió la última puerta en donde percibió el aroma de la sangre de Gia.
Gia yacía inconsciente sobre la cama con tres mujeres alrededor que le limpiaban la sangre y trataban de contener una hemorragia del vientre.
—Fuera —ordenó Darragh.
Las mujeres eran otras omegas, portaban sus uniformes de empleadas domésticas y ni titubearon cuando Darragh las echó; sin embargo, Cornelia se quedó ahí, estática.
—No pretenderás darle de la sangre a esta basura, ¿o sí?
—No es una basura y te prohibido expresarte así de ella —dijo él y avanzó hacia la cama; Gia tenía el rostro arañado y había perdido parte del labio con un rasguño—. Sal de aquí, Cornelia.
—Tu abuelo consiguió esa sangre, es una leyenda, Darragh, y sabes que jamás volveremos a conseguir algo así.
—Lo sé.
—¿Y la usarás en ésta…?
—En Gianna —interrumpió él y clavó la mirada plateada en su prometida—. Ahora vete.
—Pero…
—¡Vete! —bramó el lobo.
Cornelia retrocedió, dudó unos segundos, pero finalmente se marchó.
Darragh no perdió más el tiempo. Abrió la tapa, que incluía un gotero, y lo llenó con la sangre que contenía la urna.
La sangre de los vampiros era mágica, podía curar cualquier herida o enfermedad; a lo largo de los años la habían usado en batallas donde estuvieron a punto de perder a un lobo importante, pero jamás a un insignificante omega. Quedaba muy poca, apenas unas gotas, y usaría tres de éstas en Gia, quizá hasta cuatro, porque ella lo merecía.
Gianna tenía que vivir. Darragh la necesitaba, no sabía cómo o por qué, pero ya no concebía un mundo sin ella en éste.
—Bebe, Gia —susurró él y entreabrió los labios de la mujer donde vertió las cuatro gotas de sangre—. Vive, Gia.
Gia se movió un poco.
Y Darragh aguardó sin apartar la mirada del rostro maltrecho de la mujer que arriesgó su vida por él.
El lobo jamás imaginó que esa leyenda tan «cursi» podría ser real. Era una historia que había pasado de generación en generación, incluso había llegado a la ficción y existían miles de películas con el tema; pero… parecía real.
Darragh escuchó a Gianna en su cabeza, la sintió tan cerca… y aquello jamás había sucedido. Nadie estaba seguro de qué se debería sentir, pero Darragh estaba seguro de que jamás había hablado mentalmente con alguien más ni experimentado todo lo que vivió esos segundos antes de que fueran atacados.
Pero… si era verdad, ¿cuál sería la tragedia que se cerniría sobre ellos?
Ahí, en esa habitación, Darragh no quiso pensar en nada malo, sólo en que la mujer que yacía en la cama se salvaría.
El lobo se inclinó sobre Gia, recargó su frente en ella y escuchó con todos sus sentidos.
Escuchó… y ahí estaba, ese misterioso canto más antiguo que la humanidad, más real que cualquier cosa que hubiera presenciado antes.
Gia soñaba.No, recordaba.Por sus venas recorría la sangre ancestral que encerraba más preguntas que respuestas o al menos ningún ser viviente había podido contestarlas; los vampiros no contaban como criaturas vivas, no propiamente dicho. En medio de esas imágenes era consciente de la sangre que la estaba curando, pero no podía abrir los ojos; estaba atrapada en sus sueños con escenas que prefería olvidar. Desfilaban rápido frente a ella, como si se tratara de un álbum que alguien más manejaba y, de pronto, se detuvo en la imagen del joven Darragh cuando tenía trece años; Gia lo recordaba muy bien, demasiado bien.Gia miró sus manos, ¿estaba despierta? No, se recordó, estaba atrapada en sus recuerdos mientras esa sangre cumplía su cometido. Y sus manos eran pequeñas, llenas de cortes y golpes; maltrechas, el resultado de horas entrenando a solas en medio del bosque a escondidas de los demás. Nadie podía saber que se preparaba para una guerra imaginaria, porque Gia temía que un día
La Gianna adulta despertó. Sus ojos se abrieron y por un segundo no supo si seguía amarrada a esa madera, a veces tenía esa pesadilla y siempre tardaba en situarse en su presente.Ella levantó las manos, no estaban amarradas. Ya no era una loba indefensa. Y percibió ese aroma, percibió a Darragh; sólo tuvo que mirar hacia la derecha para encontrarlo a unos centímetros observándola. El lobo estaba sentado en la orilla de la cama.—Estás bien —dijo él.Gianna asintió, no le dolía nada, pensó que jamás se había sentido tan bien.—¿Usaste la sangre…?—Sí.—¿Te permitieron usarla?—No exactamente —murmuró Darragh—, pero no iba a permitir que tú…Gia se sentó del otro lado de la cama. Su espalda quedó expuesta para el lobo y éste comprobó que todas las cicatrices de esos latigazos continuaban ahí.—Tu espalda…—¿Apreciando tu obra de arte? —susurró ella y lo miró sobre el hombro—. Me arrojaron tierra, algunas heridas se infectaron, por eso las cicatrices quedaron así.—Lo siento, Gia, yo…
Gianna contempló su espalda desnuda frente al espejo; apenas podía verla sobre el hombro y le encantaba. Ya no recordaba cómo lucía sin todas esas horribles cicatrices, pero ahí frente a ella estaba la piel tersa y saludable.Todo gracias a Darragh.«Pero también él lo causó», se recordó. La imagen del enorme lobo blanco regresó a su mente, no podía sacarla de ahí, era impresionante. Ella no solía convivir con la manada cuando era luna llena; no lograba identificar si había otros lobos tan grandes como Darragh, sospechó que no. Y quería volver a verlo.El recuerdo agitaba su corazón, estremecía sus sentidos y no comprendía por qué, ¿o sí? Ella igual conocía la leyenda, todos lo hacían, ¡pero no tenía sentido!¿Cómo podría ser la Luna de Darragh? Cornelia no lo permitiría, nadie lo haría. Su celular recibió otro mensaje de Beth; su mejor amiga necesitaba saber por ella misma qué había sucedido, pero Gia la estaba evitando. Sólo esperaba que no fuer a verla, aunque probablemente la
—Retráctate —ordenó Darragh.—¡Maldición! ¡¿Qué te pasa?! —gritó Kilian mientras sostenía la muñeca de su hermano—. ¡Siempre dije que era una bruja, por eso la mandaron con nosotros!Gianna no sabía qué hacer. Para su fortuna, Aleksi tomó el control de la situación.—Por favor, Darragh, no vas a matar a Kilian, ¿o sí?—No.—Entonces paren este espectáculo patético —pidió el mediano—, por favor, están asustando a la dama.Gianna jamás había recibido un trato tan amable de Aleksi; de hecho, ni siquiera recordaba hablar con él alguna vez. El lobo prefería ignorar su existencia.Darragh gruñó. Kilian asomó los colmillos y cambió el color de sus ojos, pero su hermano lo soltó y el menor cayó con gracia sobre sus dos piernas. Entonces se sacudió la ropa, suspiró hondo y miró a Gianna.—Perdón, Gina, como te decía…—Es Gianna —interrumpió Darragh—. Gianna Davies.—Gianna. —Se corrigió Kilian con una mueca que parecía que acababan de arrancarle un colmillo.La loba retrocedió.¿Y si sus herma
Darragh contempló a Gianna, parecía una loba herida recluida al otro lado del asiento en la camioneta. Él no comprendía todos los sentimientos que despertaban cuando pensaba en Gianna. Ella nunca le fue indiferente, mucho menos después de aquel fatídico evento que los marcó en sus infancias, pero desde la última noche del año todo se había incrementado.—Todavía no sabemos quiénes fueron los atacantes —informó Darragh para romper el silencio sepulcral que los había envuelto.Gia salió de su ensimismamiento.—¿No tenían alguna marca?—No, nada.Ella suspiró.—Sabían pelear, eran buenos.—Fuiste mejor, Gianna Davies.—No demasiado. —Se lamentó ella—. Pero lo intenté.Darragh volvió a mirarla. Gia bajó la mirada.Leonard, su padre, no concebía la idea de que aquella omega pudiera ser la Luna de la leyenda, la eterna compañera de su hijo. Darragh lo comprendía, en parte, pues la familia de Cornelia era casi tan antigua como la de ellos. Su unión era vital para procrear más lobos fuertes
Estaban a las afueras de Preston en Maryland comprobó Gianna desde la ubicación en el mapa en su celular. Darragh fue el primero en bajar de la camioneta cuando se detuvieron. Gianna trató de imitarlo, pero el chofer se apresuró a abrir la puerta para ella.Gia sonrío como agradecimiento, pero el chofer no la miró. Ella sospechó que ya era de conocimiento de muchos que podría ser la Luna de Darragh y por supuesto que no estaban de acuerdo con ello…¿O tenían miedo?Si ella fuera la hembra alfa, ¿los haría pagar por todas las cosas que le hicieron?Gia apretó los labios.—¿Todo en orden? —inquirió Darragh a unos metros de ellos.—Sí —murmuró Gia y rodeó la camioneta por el otro lado para no toparse con el futuro alfa. La loba albergaba la esperanza de que todo fuera un malentendido y que pronto pudiera retornar a su rutina tranquila; aunque recordó que la cafetería ya pertenecía a los Ashbourne y que probablemente eso también comprendía el departamento donde ella vivía.Al parecer, s
—No puedo ser la Luna de Darragh, él es el futuro alfa y yo sólo soy una omega y… —El corazón de Gia latía tan rápido que hablaba a toda velocidad.—Nada de eso importa. —intervino la Oráculo—. La Diosa Luna los ha unido y su vínculo es inquebrantable, pero me temo que todavía es débil…Darragh se aclaró la garganta; para él era difícil hablar de sus sentimientos o intimidades.—Tenemos telepatía, pero sólo funciona cuando estamos cerca…La Oráculo hizo un asentimiento.—Sí, su vínculo es débil —confirmó—. Pronto serán como uno solo, su corazón latirá al mismo ritmo, podrán ver a través de los ojos del otro y sus pensamientos fluirán en la misma sintonía; se convertirán en un solo ser dividido en dos cuerpos.Darragh comenzó a comprender.Gianna quería que todo fuera una mentira.—Eso significa que… al pelear… —empezó él.—Su contrincante se enfrentará a un hombre lobo dividido en dos cuerpos que piensan igual, se comunican con sólo respirar, sí… serán contrincantes formidables.—¿Y c
La mansión principal de los Ashbourne se encontraba en Harrison, Nueva York, era una enorme propiedad rodeada de bosque y grandes muros que resguardaban a los habitantes de los curiosos.Sin embargo, los hermanos no vivían ahí. Cada uno poseía diversas propiedades por el país —y el mundo—, pero pasaban más tiempo en sus respectivos condominios de lujo en Manhattan. Darragh sabía muy bien lo que estaba haciendo. En la mansión continuaban viviendo sus padres y poseían a todo un ejército de seguridad para mantenerlos seguros, mucho más después del ataque en Año Nuevo.Él no iba tan seguido, eso tendría que cambiar; con Gianna viviendo ahí tendría que ir todos los días para intentar fortalecer su vínculo… significara lo que significara eso. Darragh gruñó.Gianna lo miró de soslayo. Se encontraban a solas en la elegante sala de paredes beige, obras de arte originales y candelabros que cubrían todo de una agradable luz amarilla. Pronto anochecería y una ligera llovizna cubría los enormes