La Gianna adulta despertó. Sus ojos se abrieron y por un segundo no supo si seguía amarrada a esa madera, a veces tenía esa pesadilla y siempre tardaba en situarse en su presente.
Ella levantó las manos, no estaban amarradas.
Ya no era una loba indefensa.
Y percibió ese aroma, percibió a Darragh; sólo tuvo que mirar hacia la derecha para encontrarlo a unos centímetros observándola. El lobo estaba sentado en la orilla de la cama.
—Estás bien —dijo él.
Gianna asintió, no le dolía nada, pensó que jamás se había sentido tan bien.
—¿Usaste la sangre…?
—Sí.
—¿Te permitieron usarla?
—No exactamente —murmuró Darragh—, pero no iba a permitir que tú…
Gia se sentó del otro lado de la cama. Su espalda quedó expuesta para el lobo y éste comprobó que todas las cicatrices de esos latigazos continuaban ahí.
—Tu espalda…
—¿Apreciando tu obra de arte? —susurró ella y lo miró sobre el hombro—. Me arrojaron tierra, algunas heridas se infectaron, por eso las cicatrices quedaron así.
—Lo siento, Gia, yo…
Ella negó, se incorporó y un mareo la invadió; Darragh se apresuró hasta su lado.
Él la sostuvo por la cintura, sus rostros quedaron muy cerca, pero Gia se apartó y volvió a sentarse.
—Tu cuerpo sigue adaptándose a la sangre ancestral —dijo Darragh.
—¿No me convertiré en vampiro? —burló ella—. Odiaría ser inmortal.
—No, nadie sabe cómo es el proceso, sólo ellos, pero no te pasará nada por la sangre.
—Entiendo —musitó Gia—. ¿Y tú? ¿Estás bien?
—Sí —reconoció él—. Gracias a ti, Gianna.
Ella asintió.
—Sólo cumplí con mi deber, defenderte con la vida —recordó ella—. ¿Ya puedo marcharme?
—¿A dónde irás?
—A casa —sonrió Gia—. Tengo un hogar, un trabajo, una vida.
—¿Con alguien de la manada?
—No, gracias a Diosa Luna, no.
Él esbozó una sonrisa melancólica.
—Te hemos hecho mucho daño, ¿no es así?
Gia encogió los hombros.
—Quizá en su posición yo habría hecho lo mismo —mintió. Gia sabía que jamás podría haber hecho semejantes humillaciones a nadie—. Debo irme.
—Espera —pidió él.
—¿Qué?
Darragh regresó al otro lado de la cama y tomó la urna.
—Siéntate, por favor.
Gia frunció el entrecejo, pero obedeció.
Darragh se sentó a su lado y le pidió que se gire un poco, ella lo hizo; su espalda quedó expuesta con el vestido algo desgarrado por la pelea.
»¿Puedo abrirte el vestido?
—¿Para qué?
—Quiero enmendar mis errores —contestó él.
Gia lo miró por encima del hombro, asintió. Llevó su mano a su espalda y deslizó la pequeña cremallera que reveló más cicatrices.
Darragh contuvo el aliento, era un triste espectáculo. Ninguna persona o lobo debería pasar por todo lo que su manada obligó a Gia.
Él volvió a abrir la urna, tomó el gotero y vertió un par de gotas arriba de la primera cicatriz. No sabía si tendría éxito, eran heridas muy viejas, pero mientras pensaba en ello notó cómo la piel comenzaba a regenerarse.
Gianna sintió un ligero cosquilleo en la espalda.
Darragh, apresurado, vertió más gotas de sangre en cada herida hasta que pronto la espalda de Gianna estaba intacta y la urna completamente vacía. Incluso desvaneció otras cicatrices como la que le hizo Mark.
—Gracias —musitó Gia y cerró la cremallera de su vestido.
Su corazón latía muy rápido, lo peor es que sabía que Darragh podía escucharlo.
Todos esos años sintió vergüenza por su espalda cubierta de cicatrices y ya no estaban. Darragh causó la mayoría y también las borró.
»Ahora sí, debo irme.
—¿Te volveré a ver?
—No lo sé.
Gianna se incorporó, Darragh la imitó.
—Debemos hablar, lo sabes.
—No, no lo sé —mintió ella y se encaminó a la puerta de la habitación—. Y creo que deberías olvidarlo.
—Gia…
—Olvídalo, Darragh —pidió ella y tomó el picaporte de la puerta—. Olvídame.
Gia abrió la puerta y se encontró a Cornelia, mas no se amedrentó, sino que pasó a su lado y se marchó con la frente en alto. Era consciente de las miradas de todos al pasar y, por primera vez, sintió que le temían.
Cornelia miró a Gianna partir, luego entró a la habitación y encontró a su prometido con expresión derrotada. La futura alfa tomó la urna, que estaba sobre la mesa al lado de la cama, y comprobó que estaba vacía.
—¿Qué has hecho, Darragh? —musitó Cornelia.
Darragh no respondió, no lo sabía. Lo único de lo que estaba seguro era de que necesitaba ver de nuevo a Gianna tanto como el aire que respiraba.
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Gianna contempló su espalda desnuda frente al espejo; apenas podía verla sobre el hombro y le encantaba. Ya no recordaba cómo lucía sin todas esas horribles cicatrices, pero ahí frente a ella estaba la piel tersa y saludable.Todo gracias a Darragh.«Pero también él lo causó», se recordó. La imagen del enorme lobo blanco regresó a su mente, no podía sacarla de ahí, era impresionante. Ella no solía convivir con la manada cuando era luna llena; no lograba identificar si había otros lobos tan grandes como Darragh, sospechó que no. Y quería volver a verlo.El recuerdo agitaba su corazón, estremecía sus sentidos y no comprendía por qué, ¿o sí? Ella igual conocía la leyenda, todos lo hacían, ¡pero no tenía sentido!¿Cómo podría ser la Luna de Darragh? Cornelia no lo permitiría, nadie lo haría. Su celular recibió otro mensaje de Beth; su mejor amiga necesitaba saber por ella misma qué había sucedido, pero Gia la estaba evitando. Sólo esperaba que no fuer a verla, aunque probablemente la
—Retráctate —ordenó Darragh.—¡Maldición! ¡¿Qué te pasa?! —gritó Kilian mientras sostenía la muñeca de su hermano—. ¡Siempre dije que era una bruja, por eso la mandaron con nosotros!Gianna no sabía qué hacer. Para su fortuna, Aleksi tomó el control de la situación.—Por favor, Darragh, no vas a matar a Kilian, ¿o sí?—No.—Entonces paren este espectáculo patético —pidió el mediano—, por favor, están asustando a la dama.Gianna jamás había recibido un trato tan amable de Aleksi; de hecho, ni siquiera recordaba hablar con él alguna vez. El lobo prefería ignorar su existencia.Darragh gruñó. Kilian asomó los colmillos y cambió el color de sus ojos, pero su hermano lo soltó y el menor cayó con gracia sobre sus dos piernas. Entonces se sacudió la ropa, suspiró hondo y miró a Gianna.—Perdón, Gina, como te decía…—Es Gianna —interrumpió Darragh—. Gianna Davies.—Gianna. —Se corrigió Kilian con una mueca que parecía que acababan de arrancarle un colmillo.La loba retrocedió.¿Y si sus herma
Darragh contempló a Gianna, parecía una loba herida recluida al otro lado del asiento en la camioneta. Él no comprendía todos los sentimientos que despertaban cuando pensaba en Gianna. Ella nunca le fue indiferente, mucho menos después de aquel fatídico evento que los marcó en sus infancias, pero desde la última noche del año todo se había incrementado.—Todavía no sabemos quiénes fueron los atacantes —informó Darragh para romper el silencio sepulcral que los había envuelto.Gia salió de su ensimismamiento.—¿No tenían alguna marca?—No, nada.Ella suspiró.—Sabían pelear, eran buenos.—Fuiste mejor, Gianna Davies.—No demasiado. —Se lamentó ella—. Pero lo intenté.Darragh volvió a mirarla. Gia bajó la mirada.Leonard, su padre, no concebía la idea de que aquella omega pudiera ser la Luna de la leyenda, la eterna compañera de su hijo. Darragh lo comprendía, en parte, pues la familia de Cornelia era casi tan antigua como la de ellos. Su unión era vital para procrear más lobos fuertes
Estaban a las afueras de Preston en Maryland comprobó Gianna desde la ubicación en el mapa en su celular. Darragh fue el primero en bajar de la camioneta cuando se detuvieron. Gianna trató de imitarlo, pero el chofer se apresuró a abrir la puerta para ella.Gia sonrío como agradecimiento, pero el chofer no la miró. Ella sospechó que ya era de conocimiento de muchos que podría ser la Luna de Darragh y por supuesto que no estaban de acuerdo con ello…¿O tenían miedo?Si ella fuera la hembra alfa, ¿los haría pagar por todas las cosas que le hicieron?Gia apretó los labios.—¿Todo en orden? —inquirió Darragh a unos metros de ellos.—Sí —murmuró Gia y rodeó la camioneta por el otro lado para no toparse con el futuro alfa. La loba albergaba la esperanza de que todo fuera un malentendido y que pronto pudiera retornar a su rutina tranquila; aunque recordó que la cafetería ya pertenecía a los Ashbourne y que probablemente eso también comprendía el departamento donde ella vivía.Al parecer, s
—No puedo ser la Luna de Darragh, él es el futuro alfa y yo sólo soy una omega y… —El corazón de Gia latía tan rápido que hablaba a toda velocidad.—Nada de eso importa. —intervino la Oráculo—. La Diosa Luna los ha unido y su vínculo es inquebrantable, pero me temo que todavía es débil…Darragh se aclaró la garganta; para él era difícil hablar de sus sentimientos o intimidades.—Tenemos telepatía, pero sólo funciona cuando estamos cerca…La Oráculo hizo un asentimiento.—Sí, su vínculo es débil —confirmó—. Pronto serán como uno solo, su corazón latirá al mismo ritmo, podrán ver a través de los ojos del otro y sus pensamientos fluirán en la misma sintonía; se convertirán en un solo ser dividido en dos cuerpos.Darragh comenzó a comprender.Gianna quería que todo fuera una mentira.—Eso significa que… al pelear… —empezó él.—Su contrincante se enfrentará a un hombre lobo dividido en dos cuerpos que piensan igual, se comunican con sólo respirar, sí… serán contrincantes formidables.—¿Y c
La mansión principal de los Ashbourne se encontraba en Harrison, Nueva York, era una enorme propiedad rodeada de bosque y grandes muros que resguardaban a los habitantes de los curiosos.Sin embargo, los hermanos no vivían ahí. Cada uno poseía diversas propiedades por el país —y el mundo—, pero pasaban más tiempo en sus respectivos condominios de lujo en Manhattan. Darragh sabía muy bien lo que estaba haciendo. En la mansión continuaban viviendo sus padres y poseían a todo un ejército de seguridad para mantenerlos seguros, mucho más después del ataque en Año Nuevo.Él no iba tan seguido, eso tendría que cambiar; con Gianna viviendo ahí tendría que ir todos los días para intentar fortalecer su vínculo… significara lo que significara eso. Darragh gruñó.Gianna lo miró de soslayo. Se encontraban a solas en la elegante sala de paredes beige, obras de arte originales y candelabros que cubrían todo de una agradable luz amarilla. Pronto anochecería y una ligera llovizna cubría los enormes
Gianna reconoció la hermosura que poseía Cornelia. Su cuerpo era delgado y esbelto, la piel era color canela y su cabello caía como una cascada de ondas negras hasta la cintura. Portaba un elegante y sobrio vestido dorado que la hacía lucir como una actriz de Hollywood.Y, sobre todo, no poseía una sola cicatriz.Gia escondió sus manos debajo de sus muslos mientras permanecía sentada en el sofá.—Tus padres me avisaron —murmuró Cornelia.Darragh se incorporó y, a grandes pasos, llegó pronto frente a su todavía prometida.—Cornelia… Debemos hablar.La realidad era que Darragh no esperó encontrarla ahí. Creyó que tendría algunos días más para saber qué decirle, aunque igual sabía que no existía forma amable de terminar con un compromiso.—Sí, así es —aceptó él.Cornelia tomó las manos de Darragh, levantó la mirada y abrió la boca, pero se vio interrumpida por un ligero movimiento de Gianna.La pelirroja capturó toda la atención de la morena.—¿Es ella…? —preguntó Cornelia.Gianna quiso
—Nerea —llamó Leonard—. Ella puede hablar si lo desea, es la Luna de nuestro…—¡Es lo que dice! —interrumpió la hembra elfa con un grito—. ¡¿Cómo podemos estar seguros?! ¡¿Y si lo hipnotizó o qué se yo?!—¡Yo no sé hacer nada de eso! —exclamó Gianna, abrumada por las acusaciones—. ¡Estoy tan confundida como todos ustedes!Nerea la señaló:—¡Mentira! ¡Nunca has pertenecido a la Luna Susurrante! ¡Algo estás tramando!Gianna contuvo la respiración. Era verdad, ella nunca había pertenecido a la manada, no de verdad, pero… ¿planear algo? ¡Todo eso era mentira!»Probablemente sólo estás planeando tu venganza, pero te advierto algo, Gianna Davies, te estaré vigilando y cuando descubra cómo estás manipulando a mi hijo, conseguiré que retome su compromiso con Cornelia, una loba que sí lo merece o dime, ¿en qué eres mejor tú que nuestra querida Cornelia?Gianna se quedó boquiabierta.—Yo… La Oráculo dijo…—Otra bruja —soltó Nerea—. No, no quiero cuentos de hadas, quiero realidad, así que dinos,