Darragh miró a los músicos quienes de inmediato retomaron los violines, aunque fallaron un poco para lograr recuperar la armonía. Entonces el futuro alfa continuó andando de la mano de su Luna hasta la mesa principal donde se encontraban sus padres. Nerea relamió sus labios, sujetó bien la corona de piedras preciosas que llevaba en la cabeza y que combinaba con su elegante vestido dorado; no tenían una monarquía, pero le gustaba sentirse la reina y se rehusaba a dejarle ese puesto a alguien tan poquita cosa como Gianna. Leonard, por su parte, trató de sonreír con amabilidad a su hijo y su Luna, aunque no le salió muy bien, sino como si tuviera un fuerte cólico.—Qué bueno que llegaste, hijo.—Sí, por un momento pensamos que quizá tu Luna quiso terminar lo que empezó hace tantos años —soltó Nerea con una sonrisa venenosa—. No me mires así, Gia, ¡sólo estoy bromeando!Gianna apretó los labios, mas no respondió.—Gianna me estaba ayudando con unas cosas —resumió él, aunque sonó peor de
—No me asustan —bramó Darragh. Gianna no se había equivocado—. Puedo contra todos ustedes.—Hijo, no… Pero los ojos grises de Darragh comenzaron a volverse ámbar y eso hizo callar a su padre; ¿pretendía pelear contra decenas de lobos? —El compromiso se mantendrá —sentenció la madre de Cornelia—. O habrán consecuencias. La luz parpadeó. Darragh desprendía un aura de ferocidad que hizo a todos retroceder un paso. ¿En serio lucharía contra todos ellos para mantener su unión con Gianna?, se preguntaban los presentes.—Calma —pidió Gia en un susurro—. Son muchos…Ella sabía que aquello no se terminaría con los que estaban en la sala, afuera habían muchos más que tampoco la querían; no podrían contra todos. —Sólo tiene que dar la orden, señor —le recordó la madre de Cornelia a Leonard—. Su hijo tiene que obedecerlo. Leonard miró a su hijo, supo que Darragh lo desafiaría y… ganaría. Él, a diferencia de su hijo, nunca fue un guerrero y sólo continuó con la línea de sucesión que dejó su
Gianna no quería ir a esa fiesta, detestaba la simple idea de ver a los lobos de aquella manada que tanto daño le causaron desde que era una niña, pero, sobretodo, no deseaba ver a Darragh Ashbourne por nada del mundo.Que la Diosa Luna la protegiera de ver esos ojos plateados que parecían atravesarte el alma. La joven loba había logrado labrarse un humilde camino lejos de la manada de «La luna susurrante», la más antigua y poderosa del mundo, y no pensaba arrojarlo por la borda. Era como si ellos se hubieran olvidado de su existencia y no quería que eso cambiara. Gianna era feliz con su modesto trabajo en la cafetería que estaba debajo de su humilde departamento en Queens, Nueva York, ¿por qué arriesgar todo eso?Los recuerdos de aquellos tormentos continuaban adheridos en su memoria, así como en su piel; todavía poseía cicatrices de aquellas injusticias por las que tuvo que atravesar.«Darragh Ashbourne», pensó y su corazón se aceleró, pero no por la emoción, sino por la incertidu
Beth extendió los brazos para saludar a una de las chicas de la fiesta; esta chica respondió con efusividad a la rubia, pero dirigió una mirada despectiva a Gianna.—¿Qué hace «esa» aquí? —susurró la chica a Beth.—Darragh la invitó —contestó Beth con autosuficiencia.La mujer soltó un respingo y repasó con la mirada a Gianna, ¿cómo era posible que esa insignificante consiguiera una invitación personal del futuro líder de la manada?Gianna fingió no escuchar, estaba acostumbrada a los comentarios despectivos y que cuando se encontraba con la manada debía bajar la cabeza y aceptarlo; era su sitio. Si se atrevía a responderle podría terminar mal, muy mal; ya le había sucedido. Gia sabía pelear, pero ella sola contra diez o más lobos sería una masacre de la que no saldría viva.—Me asombra su buen corazón —agregó la joven—. Siempre pensando en los más necesitados.Gia escondió su sonrisa sarcástica con una copa de champagne. Darragh era un hijo de puta, ella lo sabía; Gia sabía muchas c
Gianna escapó del salón y se refugió en el jardín de la mansión donde su única compañía era una fuente de sirena.Ella bebió de otro champagne e ignoró los mensajes en el celular, adivinaba que debía ser Beth tratando de saber sobre su breve encuentro con Darragh.Pensar en el futuro líder de la manada la hizo tocar la mancuernilla que llevaba enredada en el tirante del vestido, la retiró de ahí y la observó en la palma de su mano. Tenía la forma de una luna menguante en color plata, pero sabía que no era de ese material o su piel se estaría quemando; era acero.¿En qué estaba pensando Darragh cuando hizo semejante cosa? Frente a él la respetarían, pero ¿y cuando estuviera sola?Quiso arrojar la mancuernilla en la fuente, pero la guardó en su bolso y apuró el champagne. Se disponía a marcharse cuando la voz de un hombre la detuvo:—Pero si es la sucia comadreja.Gia se detuvo y contuvo el aliento; su espalda ardió.Ella no sólo poseía cicatrices de latigazos, sino de «juegos» en los q
Mark soltó a Gia; ella se sujetó el cuello y miró al lobo que acababa de llegar.—¿Qué pretendías hacer, Mark? —cuestionó Darragh.—Ella me retó, sólo la estaba poniendo en su lugar y…Gia no terminó de escuchar, sino que se apuró a salir de ahí sin importarle dejar a Darragh con la palabra en la boca. La loba entró de nuevo a la enorme mansión, se mezcló entre las personas, recogió su abrigo en la entrada principal y salió de ahí.«No puedo quedarme un minuto más aquí», pensó mientras se colocaba la prenda y recorría la parte delantera repleta de automóviles lujosos. Ella sabía que cualquier pequeño error podía poner en peligro su vida.Gianna había abandonado aquella vieja casa de campo cuando cumplió la mayoría de edad; desde entonces comenzó a trabajar en lugar pequeñitos y a vivir en albergues hasta que logró rentar un cuarto. La manada se olvidó de ella… o eso creyó.Gianna tenía el coraje atorado en la garganta en forma de nudo. Quería llorar, mucho, dejarse caer sobre las ro
—¡Corre! —gritó Gia.Darragh pensó que esa mujer estaba loca, ¿cómo iba a escapar y dejarla ahí?La siguiente flecha rozó la mejilla del lobo. Él no se quedaría ahí a esperar que lo atacaran desde el refugio de los árboles, sino que se precipitó hacia las sombras y corrió a una velocidad sobrehumana hasta sumergirse en la maleza.»¡Darragh, no!Era su oportunidad para escapar. Si Darragh quería morir, era su problema, ¿no? Sin embargo, toda su vida la aleccionaran para proteger a la familia Ashbourne. Y, además, no se perdonaría que algo le sucediera porque… ¿por qué?No había tiempo para pensar en eso.Gia subió su falda, desenfundó la navaja que llevaba firmemente sujeta en la pierna y corrió detrás de Darragh. Su aroma fue lo primero que la guió en medio de las sombras y el silencio abrumador de los árboles; no necesitó ni esforzarse para seguir el rastro del lobo que se encontraba escondido detrás de un árbol.Gia se movía con gracia y sigilo; Darragh sólo supo que se acercaba por
Darragh brincó el muro de la mansión y cayó en medio del jardín; algunos habían percibido el aroma de la sangre segundos antes, mas no tuvieron tiempo de reaccionar rápido.El enorme lobo blanco aterrizó con Gia en su lomo; su pelaje estaba bañado en sangre y permanecía alerta en medio de gruñidos.Darragh se inclinó y Gia bajó del lomo, mas no logró mantenerse en pie y cayó. El lobo blanco aulló; no tuvo que hacer nada más para que se movilizaran y auxiliaran a Gia sin detenerse a preguntar por qué esa «regalada» se encontraba en tan malas condiciones. —¡¿Qué está sucediendo?!Leonard, el alfa y padre de Darragh se abrió paso entre la multitud que ya corría de un lado a otro para auxiliar a Gia.Un par de mujeres corrieron hacia Darragh con una bata de satín y la dejaron caer sobre el lomo del lobo; éste empezó a regresar a su forma humana con el mismo espectáculo escalofriante que unos momentos atrás Gia fue capaz de presenciar.En esta ocasión el pelaje cayó en trozos sobre el ja