Capítulo 40

Darragh miró a los músicos quienes de inmediato retomaron los violines, aunque fallaron un poco para lograr recuperar la armonía. Entonces el futuro alfa continuó andando de la mano de su Luna hasta la mesa principal donde se encontraban sus padres.

Nerea relamió sus labios, sujetó bien la corona de piedras preciosas que llevaba en la cabeza y que combinaba con su elegante vestido dorado; no tenían una monarquía, pero le gustaba sentirse la reina y se rehusaba a dejarle ese puesto a alguien tan poquita cosa como Gianna.

Leonard, por su parte, trató de sonreír con amabilidad a su hijo y su Luna, aunque no le salió muy bien, sino como si tuviera un fuerte cólico.

—Qué bueno que llegaste, hijo.

—Sí, por un momento pensamos que quizá tu Luna quiso terminar lo que empezó hace tantos años —soltó Nerea con una sonrisa venenosa—. No me mires así, Gia, ¡sólo estoy bromeando!

Gianna apretó los labios, mas no respondió.

—Gianna me estaba ayudando con unas cosas —resumió él, aunque sonó peor de
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