Gia soñaba.
No, recordaba.
Por sus venas recorría la sangre ancestral que encerraba más preguntas que respuestas o al menos ningún ser viviente había podido contestarlas; los vampiros no contaban como criaturas vivas, no propiamente dicho.
En medio de esas imágenes era consciente de la sangre que la estaba curando, pero no podía abrir los ojos; estaba atrapada en sus sueños con escenas que prefería olvidar. Desfilaban rápido frente a ella, como si se tratara de un álbum que alguien más manejaba y, de pronto, se detuvo en la imagen del joven Darragh cuando tenía trece años; Gia lo recordaba muy bien, demasiado bien.
Gia miró sus manos, ¿estaba despierta? No, se recordó, estaba atrapada en sus recuerdos mientras esa sangre cumplía su cometido.
Y sus manos eran pequeñas, llenas de cortes y golpes; maltrechas, el resultado de horas entrenando a solas en medio del bosque a escondidas de los demás. Nadie podía saber que se preparaba para una guerra imaginaria, porque Gia temía que un día la manada la mataría, al menos quería defenderse.
Esos eran los miedos de una niña de doce años.
Gia se arrodilló frente al riachuelo y enjuagó las manos sucias. Entonces contempló su reflejo, su rostro aniñado, sucio y también maltrecho le regresó la mirada triste.
Gianna fue una niña triste y sola.
Una piedra la golpeó en la cabeza. Ella se quejó y miró sobre el hombro; estaba tan agotada que no escuchó a los chicos acercándose en medio de la maleza.
—Eh, muerta de hambre, ¿qué haces? —gritó Mark.
Dos chicas estaban con él, rieron. Una tomó una piedra y se la arrojó a Gia quien apenas pudo esquivarla por unos centímetros.
—Nada —musitó Gia cabizbaja.
—¡Mírame a la cara cuando te hablo! —bramó Mark y avanzó con paso decidido hacia ella, pero se detuvo unos metros antes—. Perra insolente.
Y el chico le arrojó otra piedra de forma imprevista que pegó de lleno en la frente de la chica.
Gia se encorvó, una gota de sangre chorreó por su rostro hasta el suelo. Su cara dolía, su corazón también. A veces sólo quería que todo se terminara rápido, que alguien acabara con su vida y por fin pudiera descansar.
Mark y las chicas rieron a carcajadas.
—¿Qué hacen? —preguntó otro chico.
Gia levantó un poco la mirada, era Darragh.
El miedo de la joven loba aumentó.
Su corazón se aceleró.
—Apestas a miedo —rió Mark y señaló a Gia—. Esta perra sucia no sabe respetar, Dar.
El joven lobo de cabello plateado se acercó más e inspeccionó a la chica que parecía aterrorizada.
—¿Estás bien? —preguntó Darragh a Gia.
Gia asintió y bajó la mirada.
—¡Míralo cuando te habla! —ordenó Mark y pateó en la cara a Gia.
La chica chilló de dolor al tiempo en que cayó sobre el riachuelo y las chicas estallaron en más carcajadas.
Darragh se acercó rápido para intentar sujetarla, pero Gia lo apartó de un manotazo y el joven lobo, al no saber cómo reaccionar frente a una ofensa que jamás había recibido, regresó el golpe en el brazo de la chica.
Gianna apretó la mandíbula y lo enfrentó con la mirada; sus ojos se tornaron ámbar y sus colmillos se asomaron por la boca entreabierta.
Darragh retrocedió, algo que tampoco había hecho antes, porque en esa mirada… encontró odio visceral.
—Creo que… —empezó Darragh, mas no pudo continuar.
Gia se abalanzó sobre él con todas las fuerzas que quedaban en su cuerpo luego de entrenar y lo derribó. Darragh logró meter la pierna entre ambos, patearla en el abdomen y apartarla, pero Gia cayó sobre sus cuatro extremidades y se lanzó de nuevo sobre él.
Darragh jamás había visto algo así. Titubeó en su siguiente movimiento y esa fue su perdición. Gia volvió a derribarlo, lo aprisionó con las piernas, sujetó la cabeza del lobo y la sumergió en el agua, ¡estaba intentando ahogarlo! Pero Darragh tenía mucha más fuerza que ella, pronto logró invertir la posición y esta vez sujetó a Gia por la nuca para sumergirla por debajo del agua.
Gia tragó agua, no podía respirar, pero no tenía miedo.
La joven loba descubrió que ya no tenía nada a qué temer, porque en esos segundos sin oxígeno descubrió que, sin importar si ganaba o perdía esa pelea, ella iba a morir y esa seguridad la hizo libre.
Ella entendió que por fin se terminarían las humillaciones, sería feliz.
Gia fingió desmayarse; Darragh la soltó, aterrado, ¡no quería matarla!
La chica abrió los ojos por debajo del agua, se impulsó con ambos brazos de una piedra en el fondo y golpeó con la nuca en la quijada a Darragh.
La sangre del lobo los bañó a ambos.
Darragh cayó desparramado y saboreó el sabor de su propia sangre.
Fue su momento para comprender que corría un peligro real, ¡esa loba sí quería matarlo! Y, si quedaba alguna duda, esa disipó al verla sacar un pequeño cubierto escondido en un doblez de su ropa. El mango era de madera, pero podía apostar su nombre a que el resto del material era plata lunar.
Mark y las chicas ya no estaban ahí, ¿en dónde se había metido? Fue un error para Darragh perder esos valiosos segundos en buscar a sus amigos, porque Gia corrió hacia él a una velocidad sobrehumana y volvió a derribarlo. Ella levantó el tenedor, pero Darragh la detuvo por la muñeca y logró contenerla; sin embargo, Gia era una chica fuerte para su edad, no era tan sencillo apartarla.
—¡¿Qué m****a te sucede?! —gritó el lobo.
Gia gruñó y clavó las garras en el cuello de Darragh.
El lobo aguantó el dolor, era suficiente. Si esa chica quería morir, él no lo impediría, hasta la ayudaría.
Darragh ejerció más fuerza en la muñeca hasta que escuchó el hueso crujir y Gia, con un grito, soltó el cubierto. Entonces el lobo la golpeó en la cabeza con tal fuerza que la chica perdió la audición un instante; no pudo ubicar al lobo que sujetó sus brazos por la espalda y volvió a sumergirla en el agua.
Gia usó sus piernas para propulsarse y hacerlos caer hacia atrás; entonces extendió la mano hacia el cubierto, lo empuñó y con un rápido movimiento lo enterró en el hombro de Darragh.
El lobo aulló, la sangre emanó y, cuando trató de retirarse el cubierto, Gia ya lo había hecho, pero sólo para apuntar con mayor precisión hacia el cuello y dictar el destino final del futuro de esa manada que la despreció desde que sólo tenía seis años.
Y, entonces, dos hombres apartaron a Gia por la cintura y la arrojaron hacia el otro extremo del riachuelo.
Darragh jadeaba y estaba cubierto de sangre; no podía dar crédito a que esa pequeña chica lo había dejado así, ¡era inaudito!
Gianna supo lo que venía, alcanzó a cubrirse la cabeza antes de recibir una serie de patadas que, de todas formas, la dejaron inconsciente.
El recuerdo finalizó ahí, se desdibujó en el subconsciente de Gianna hasta que se volvió a ver arrodillad y amarrada a un palo de madera frente a los establos. Tenía el cuerpo cubierto de golpes, un ojo hinchado, el labio partido y la piel de la espalda abierta por los latigazos que había recibido; su sangre había formado un pequeño charco.
Los niños corrían a su alrededor, algunos le tiraban piedras, escupían o burlaban. Los más atrevidos orinaron a sus pies.
Gianna se desvanecía por el dolor, pero en esos segundos de lucidez pudo ver a Darragh de pie a unos metros con expresión de horror.
—Este es tu legado, lobo —susurró Gia antes de volver a desvanecerse.
La Gianna adulta despertó. Sus ojos se abrieron y por un segundo no supo si seguía amarrada a esa madera, a veces tenía esa pesadilla y siempre tardaba en situarse en su presente.Ella levantó las manos, no estaban amarradas. Ya no era una loba indefensa. Y percibió ese aroma, percibió a Darragh; sólo tuvo que mirar hacia la derecha para encontrarlo a unos centímetros observándola. El lobo estaba sentado en la orilla de la cama.—Estás bien —dijo él.Gianna asintió, no le dolía nada, pensó que jamás se había sentido tan bien.—¿Usaste la sangre…?—Sí.—¿Te permitieron usarla?—No exactamente —murmuró Darragh—, pero no iba a permitir que tú…Gia se sentó del otro lado de la cama. Su espalda quedó expuesta para el lobo y éste comprobó que todas las cicatrices de esos latigazos continuaban ahí.—Tu espalda…—¿Apreciando tu obra de arte? —susurró ella y lo miró sobre el hombro—. Me arrojaron tierra, algunas heridas se infectaron, por eso las cicatrices quedaron así.—Lo siento, Gia, yo…
Gianna contempló su espalda desnuda frente al espejo; apenas podía verla sobre el hombro y le encantaba. Ya no recordaba cómo lucía sin todas esas horribles cicatrices, pero ahí frente a ella estaba la piel tersa y saludable.Todo gracias a Darragh.«Pero también él lo causó», se recordó. La imagen del enorme lobo blanco regresó a su mente, no podía sacarla de ahí, era impresionante. Ella no solía convivir con la manada cuando era luna llena; no lograba identificar si había otros lobos tan grandes como Darragh, sospechó que no. Y quería volver a verlo.El recuerdo agitaba su corazón, estremecía sus sentidos y no comprendía por qué, ¿o sí? Ella igual conocía la leyenda, todos lo hacían, ¡pero no tenía sentido!¿Cómo podría ser la Luna de Darragh? Cornelia no lo permitiría, nadie lo haría. Su celular recibió otro mensaje de Beth; su mejor amiga necesitaba saber por ella misma qué había sucedido, pero Gia la estaba evitando. Sólo esperaba que no fuer a verla, aunque probablemente la
—Retráctate —ordenó Darragh.—¡Maldición! ¡¿Qué te pasa?! —gritó Kilian mientras sostenía la muñeca de su hermano—. ¡Siempre dije que era una bruja, por eso la mandaron con nosotros!Gianna no sabía qué hacer. Para su fortuna, Aleksi tomó el control de la situación.—Por favor, Darragh, no vas a matar a Kilian, ¿o sí?—No.—Entonces paren este espectáculo patético —pidió el mediano—, por favor, están asustando a la dama.Gianna jamás había recibido un trato tan amable de Aleksi; de hecho, ni siquiera recordaba hablar con él alguna vez. El lobo prefería ignorar su existencia.Darragh gruñó. Kilian asomó los colmillos y cambió el color de sus ojos, pero su hermano lo soltó y el menor cayó con gracia sobre sus dos piernas. Entonces se sacudió la ropa, suspiró hondo y miró a Gianna.—Perdón, Gina, como te decía…—Es Gianna —interrumpió Darragh—. Gianna Davies.—Gianna. —Se corrigió Kilian con una mueca que parecía que acababan de arrancarle un colmillo.La loba retrocedió.¿Y si sus herma
Darragh contempló a Gianna, parecía una loba herida recluida al otro lado del asiento en la camioneta. Él no comprendía todos los sentimientos que despertaban cuando pensaba en Gianna. Ella nunca le fue indiferente, mucho menos después de aquel fatídico evento que los marcó en sus infancias, pero desde la última noche del año todo se había incrementado.—Todavía no sabemos quiénes fueron los atacantes —informó Darragh para romper el silencio sepulcral que los había envuelto.Gia salió de su ensimismamiento.—¿No tenían alguna marca?—No, nada.Ella suspiró.—Sabían pelear, eran buenos.—Fuiste mejor, Gianna Davies.—No demasiado. —Se lamentó ella—. Pero lo intenté.Darragh volvió a mirarla. Gia bajó la mirada.Leonard, su padre, no concebía la idea de que aquella omega pudiera ser la Luna de la leyenda, la eterna compañera de su hijo. Darragh lo comprendía, en parte, pues la familia de Cornelia era casi tan antigua como la de ellos. Su unión era vital para procrear más lobos fuertes
Estaban a las afueras de Preston en Maryland comprobó Gianna desde la ubicación en el mapa en su celular. Darragh fue el primero en bajar de la camioneta cuando se detuvieron. Gianna trató de imitarlo, pero el chofer se apresuró a abrir la puerta para ella.Gia sonrío como agradecimiento, pero el chofer no la miró. Ella sospechó que ya era de conocimiento de muchos que podría ser la Luna de Darragh y por supuesto que no estaban de acuerdo con ello…¿O tenían miedo?Si ella fuera la hembra alfa, ¿los haría pagar por todas las cosas que le hicieron?Gia apretó los labios.—¿Todo en orden? —inquirió Darragh a unos metros de ellos.—Sí —murmuró Gia y rodeó la camioneta por el otro lado para no toparse con el futuro alfa. La loba albergaba la esperanza de que todo fuera un malentendido y que pronto pudiera retornar a su rutina tranquila; aunque recordó que la cafetería ya pertenecía a los Ashbourne y que probablemente eso también comprendía el departamento donde ella vivía.Al parecer, s
—No puedo ser la Luna de Darragh, él es el futuro alfa y yo sólo soy una omega y… —El corazón de Gia latía tan rápido que hablaba a toda velocidad.—Nada de eso importa. —intervino la Oráculo—. La Diosa Luna los ha unido y su vínculo es inquebrantable, pero me temo que todavía es débil…Darragh se aclaró la garganta; para él era difícil hablar de sus sentimientos o intimidades.—Tenemos telepatía, pero sólo funciona cuando estamos cerca…La Oráculo hizo un asentimiento.—Sí, su vínculo es débil —confirmó—. Pronto serán como uno solo, su corazón latirá al mismo ritmo, podrán ver a través de los ojos del otro y sus pensamientos fluirán en la misma sintonía; se convertirán en un solo ser dividido en dos cuerpos.Darragh comenzó a comprender.Gianna quería que todo fuera una mentira.—Eso significa que… al pelear… —empezó él.—Su contrincante se enfrentará a un hombre lobo dividido en dos cuerpos que piensan igual, se comunican con sólo respirar, sí… serán contrincantes formidables.—¿Y c
La mansión principal de los Ashbourne se encontraba en Harrison, Nueva York, era una enorme propiedad rodeada de bosque y grandes muros que resguardaban a los habitantes de los curiosos.Sin embargo, los hermanos no vivían ahí. Cada uno poseía diversas propiedades por el país —y el mundo—, pero pasaban más tiempo en sus respectivos condominios de lujo en Manhattan. Darragh sabía muy bien lo que estaba haciendo. En la mansión continuaban viviendo sus padres y poseían a todo un ejército de seguridad para mantenerlos seguros, mucho más después del ataque en Año Nuevo.Él no iba tan seguido, eso tendría que cambiar; con Gianna viviendo ahí tendría que ir todos los días para intentar fortalecer su vínculo… significara lo que significara eso. Darragh gruñó.Gianna lo miró de soslayo. Se encontraban a solas en la elegante sala de paredes beige, obras de arte originales y candelabros que cubrían todo de una agradable luz amarilla. Pronto anochecería y una ligera llovizna cubría los enormes
Gianna reconoció la hermosura que poseía Cornelia. Su cuerpo era delgado y esbelto, la piel era color canela y su cabello caía como una cascada de ondas negras hasta la cintura. Portaba un elegante y sobrio vestido dorado que la hacía lucir como una actriz de Hollywood.Y, sobre todo, no poseía una sola cicatriz.Gia escondió sus manos debajo de sus muslos mientras permanecía sentada en el sofá.—Tus padres me avisaron —murmuró Cornelia.Darragh se incorporó y, a grandes pasos, llegó pronto frente a su todavía prometida.—Cornelia… Debemos hablar.La realidad era que Darragh no esperó encontrarla ahí. Creyó que tendría algunos días más para saber qué decirle, aunque igual sabía que no existía forma amable de terminar con un compromiso.—Sí, así es —aceptó él.Cornelia tomó las manos de Darragh, levantó la mirada y abrió la boca, pero se vio interrumpida por un ligero movimiento de Gianna.La pelirroja capturó toda la atención de la morena.—¿Es ella…? —preguntó Cornelia.Gianna quiso