La mansión principal de los Ashbourne se encontraba en Harrison, Nueva York, era una enorme propiedad rodeada de bosque y grandes muros que resguardaban a los habitantes de los curiosos.Sin embargo, los hermanos no vivían ahí. Cada uno poseía diversas propiedades por el país —y el mundo—, pero pasaban más tiempo en sus respectivos condominios de lujo en Manhattan. Darragh sabía muy bien lo que estaba haciendo. En la mansión continuaban viviendo sus padres y poseían a todo un ejército de seguridad para mantenerlos seguros, mucho más después del ataque en Año Nuevo.Él no iba tan seguido, eso tendría que cambiar; con Gianna viviendo ahí tendría que ir todos los días para intentar fortalecer su vínculo… significara lo que significara eso. Darragh gruñó.Gianna lo miró de soslayo. Se encontraban a solas en la elegante sala de paredes beige, obras de arte originales y candelabros que cubrían todo de una agradable luz amarilla. Pronto anochecería y una ligera llovizna cubría los enormes
Gianna reconoció la hermosura que poseía Cornelia. Su cuerpo era delgado y esbelto, la piel era color canela y su cabello caía como una cascada de ondas negras hasta la cintura. Portaba un elegante y sobrio vestido dorado que la hacía lucir como una actriz de Hollywood.Y, sobre todo, no poseía una sola cicatriz.Gia escondió sus manos debajo de sus muslos mientras permanecía sentada en el sofá.—Tus padres me avisaron —murmuró Cornelia.Darragh se incorporó y, a grandes pasos, llegó pronto frente a su todavía prometida.—Cornelia… Debemos hablar.La realidad era que Darragh no esperó encontrarla ahí. Creyó que tendría algunos días más para saber qué decirle, aunque igual sabía que no existía forma amable de terminar con un compromiso.—Sí, así es —aceptó él.Cornelia tomó las manos de Darragh, levantó la mirada y abrió la boca, pero se vio interrumpida por un ligero movimiento de Gianna.La pelirroja capturó toda la atención de la morena.—¿Es ella…? —preguntó Cornelia.Gianna quiso
—Nerea —llamó Leonard—. Ella puede hablar si lo desea, es la Luna de nuestro…—¡Es lo que dice! —interrumpió la hembra elfa con un grito—. ¡¿Cómo podemos estar seguros?! ¡¿Y si lo hipnotizó o qué se yo?!—¡Yo no sé hacer nada de eso! —exclamó Gianna, abrumada por las acusaciones—. ¡Estoy tan confundida como todos ustedes!Nerea la señaló:—¡Mentira! ¡Nunca has pertenecido a la Luna Susurrante! ¡Algo estás tramando!Gianna contuvo la respiración. Era verdad, ella nunca había pertenecido a la manada, no de verdad, pero… ¿planear algo? ¡Todo eso era mentira!»Probablemente sólo estás planeando tu venganza, pero te advierto algo, Gianna Davies, te estaré vigilando y cuando descubra cómo estás manipulando a mi hijo, conseguiré que retome su compromiso con Cornelia, una loba que sí lo merece o dime, ¿en qué eres mejor tú que nuestra querida Cornelia?Gianna se quedó boquiabierta.—Yo… La Oráculo dijo…—Otra bruja —soltó Nerea—. No, no quiero cuentos de hadas, quiero realidad, así que dinos,
Gianna abrió los ojos y se topó con las cortinas del techo de su cama; nunca creyó que dormiría en una de esas camas que parecían de princesa. Pese a que estaba abrumada por todo lo que sucedía, se durmió cuando su cabeza tocó la almohada. Entre sueños recordaba que la empleada doméstica le preguntó si quería cenar, pero se sintió tan agotada que ni respondió y siguió durmiendo.Además, ir a cenar significaría convivir con sus «suegros» y era algo para lo que todavía no estaba lista; no después de aquella incómoda conversaciónEl anochecer prevalecía y la lluvia continuaba golpeando las ventanas de la mansión. Gianna se asomó y un relámpago iluminó el jardín.Un enorme lobo blanco estaba sentado a mitad del jardín sin inmutarse con la lluvia que lo cubría. Era extraño. No era que los lobos odiaran el agua o algo similar, pero ese lobo parecía agradecer la lluvia fría que lo estaba cubriendo.¿Sería Darragh?Quiso buscarlo con la mente, pero sólo encontró silencio. Estaban lejos, su v
—¿Qué sucede, Gianna Davies? —La sonrisa de Darragh sólo curvó la mitad de sus labios—. Parece que viste a un lobo bajo la lluvia.Gianna se recompuso y tomó la taza. Por un instante se había permitido flaquear y olvidó de quién se trataba su mate.—¿Te tocaba baño? —bromeó ella y se sirvió del café—. ¿Ya te pusieron la vacuna contra la rabia?Darragh rió con esa voz ronca que también llenaba el pecho de Gianna de otro sentimiento confuso.—Sólo salí a caminar.Gianna se apartó, prefería poner distancia entre ambos, y recargó la cadera en la mesa.Darragh la recorrió con la mirada y tensó la mandíbula. Gianna escuchó el repentino incremento en los latidos de su corazón.La loba vestía con un pantalón corto y viejo de mezclilla y una blusa blanca, nada provocador o bonito; sin embargo, Darragh la hizo sentir como si llevara un revelador conjunto de lencería rojo.—¿Estás preocupado? —inquirió ella—. Te ves… inquieto.Darragh asintió y también se sirvió café; luego abrió uno de los cajo
Cornelia barrió con la mirada a Gia, una vez, dos veces, y luego entrecerró los ojos porque no le gustó lo que vio. La Luna de su ex prometido era guapa y, con la poca luz que entraba por los relámpagos, no podías distinguir las cicatrices que cubrían algunas partes de su cuerpo.Gianna había conseguido su cuerpo ejercitado por sus extenuantes horarios de entrenamiento. Cornelia a base de pilates, un entrenador personal para el gimnasio y una estricta dieta con un nutriólogo profesional. —Buenas noches —murmuró Gianna.La pelirroja no tenía motivos para repeler a Cornelia. La loba morena pertenecía a la parte de la manada que simplemente preferían fingir que ella no existía.Sin embargo, Cornelia no respondió el saludo, sino que preguntó:—¿Y Darragh? Lo escuché aquí.—Se acaba de marchar…Y el ruido de la puerta principal anunció que era posible que el futuro alfa acabara de abandonar la mansión sin importar la lluvia.Cornelia volvió a examinar a Gianna y dijo:—No creas que no sé
—Entonces… ¿tienes chofer? —preguntó Beth con sus enormes ojos verdes examinando la lujosa sala de la mansión de los Ashbourne—. ¿Una asistente?—Tengo chofer —corrigió Gia—, aunque creo que mi chofer me odia y prefería verme amarrada y recibiendo latigazos, no llevándome a comprar ropa.Beth silbó y alisó su falda amarilla sobre su regazo; estaba sentada en el único sillón individual mientras que Gianna observaba a través de la ventana que daba al jardín.—Todo esto parece irreal —sentenció Beth—. No puedo creer que exista una Luna, ¡no puedo creer que seas la Luna de Darragh!—Créeme que yo tampoco…Beth señaló la puerta, no era seguro hablar ahí.Gianna asintió, así que ambas salieron de la sala y luego de la mansión. Una lujosa camioneta negra aguardaba por ambas. El chofer, el mismo omega que los había llevado con la Oráculo, abrió la puerta trasera para permitirles subir.Gianna había desayunado en la habitación. No quiso bajar al comedor con sus «suegros» porque Darragh no esta
—¿Sucede algo? —inquirió Beth y agitó sus largas pestañas.—Creí sentir a Darragh, pero me equivoqué…No, Gianna sabía que no se equivocó, lo sintió, pero él no estaba ahí, ¿cómo podía explicar eso cuando ni ella tenía idea de cómo funcionaba?La rubia suspiró con tono ilusionado.—Ya sé que probablemente no es lo que quieres oír, pero me parece de lo más romántico todo lo que les dijo la Oráculo…¿Romántico? Gianna opinaba diferente.—Si la situación fuera otra, quizá pensaría igual, pero para nada es agradable que un lobo como Darragh entre en tu cerebro y lea tus pensamientos.Beth, aun así, volvió a suspirar.—¿Y crees que encuentre a mi mate? La Oráculo dijo que habrían más.Gianna no quería pensar en ello, temía que fuera verdad. Podía imaginar el desastre que se avecinaba si lobos con pareja descubrían que su mate era alguien más, ¿qué sucedería con todas esas uniones consagradas frente a la Diosa Luna?—Espero que sea un lobo que te merezca —dijo Gia—. Porque el amor no surge