CAPÍTULO 48

Sofía se encontraba en el salón principal de la casa de su madrastra Carlota, contemplando una fotografía enmarcada de su padre. Sus ojos se detuvieron en la imagen, recordando el amor y la calidez con los que él siempre la había arropado. La herida de su partida seguía abierta, y, aunque intentaba ser fuerte, las olas de tristeza la embargaban de vez en cuando.

Carlota entró en la habitación y, al notar la expresión de Sofía, le habló con suavidad.

—Sofía, hija, he estado pensando… —empezó, con voz mesurada—. Tal vez podrías hablar con Estuardo y pedirle que me permitan irme contigo a la casa. Sería una gran ayuda para mí y, bueno, para ustedes también.

Sofía suspiró, apartando la mirada de la fotografía y girándose hacia Carlota.

—No puedo hacer eso, Carlota. Don Jan Carlo ya ha hecho demasiado por nuestra familia. Pagó la operación de Pablo, los estudios de Carla… incluso el funeral de papá. No quiero seguir pidiendo favores, especialmente cuando ya nos han dado tanto.

Carlota la m
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