CAPÍTULO 53

Sentada en el asiento trasero del auto, Sofía miraba las calles pasar en silencio, perdida en sus pensamientos. La última semana había sido una prueba constante; la distancia entre ella y Estuardo parecía insalvable.

Apenas cruzaban palabra, y cuando lo hacían, era solo para intercambiar frases triviales o cortantes. Estuardo evitaba su presencia, llegando tarde a casa, y cuando finalmente se dignaba a aparecer, se quedaba dormido en el sillón de la sala o se iba al amanecer antes de que ella despertara. Las dudas sobre su matrimonio se acumulaban, llenándola de incertidumbre y dolor.

El auto se detuvo frente a la casa de Carlota, su madrastra. Santiago, quien había permanecido en silencio respetuoso, salió del auto y se apresuró a abrirle la puerta trasera. Sofía bajó, y ambos comenzaron a sacar las bolsas de comida que había comprado para Carlota y su hermano.

—Gracias, Santiago —le dijo, mientras él acomodaba las bolsas en sus brazos con cuidado—. Te aviso cuando termine la visita
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