CAPÍTULO 23

Sofía caminaba por los pasillos de la casa con pasos lentos y una sensación de vacío en el pecho. Estuardo no había regresado a la habitación desde que la dejó sola, lo cual, aunque debería haberle causado alivio, solo profundizaba la herida que ella misma se había negado a admitir por tanto tiempo.

Sacó su teléfono y le escribió un mensaje a su hermana Carla, pidiéndole que se encontraran afuera. Necesitaba hablar con alguien, necesitaba aire, y sobre todo, necesitaba escapar de la opresión que sentía en esa casa.

Mientras caminaba, observaba el jardín a través de los amplios ventanales, sin embargo, algo llamó su atención entre los árboles, en un rincón semioculto del jardín. Allí, entre las sombras verdes, estaban Estuardo y Amanda, demasiado cerca, demasiado íntimos.

Los labios de Estuardo estaban sobre los de Amanda, sus cuerpos entrelazados en una postura que no dejaba lugar a dudas. Se quedó quieta, paralizada, sin saber cómo reaccionar,

—Son unos pervertidos. —dijo así misma
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