CAPÍTULO 31

Los dedos de Sofía temblaban mientras abrochaba el último botón de su blusa. La luz temprana de la mañana se filtraba a través de las cortinas, bañando su rostro con un cálido resplandor, pero no lograba aliviar el nudo de ansiedad en su estómago.

Al bajar la gran escalera de la mansión Ferreti, sus ojos esmeralda se abrieron con sorpresa al ver a Estuardo esperándola al pie de la escalera.

—Buenos días, Sofía —dijo él, su voz suave como la seda—. Pensé que podríamos desayunar juntos antes de ir al hospital.

Ella vaciló, sorprendida por su inesperado gesto.

—Yo... eso es muy amable de tu parte, Estuardo. Pero realmente debería ir con Pablo lo antes posible.

—Por favor —insistió él, sus ojos grises intensos—. Solo un bocado rápido. Prometo que no tardará mucho.

Sofía buscó en su rostro, tratando de discernir sus motivos. A pesar de sus reservas, se encontró asintiendo.

—Está bien, gracias.

Mientras descendían juntos por las escaleras, la imponente figura de Don Jan Carlo apareció en e
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