Después de un par de horas, Sofía y Estuardo se dirigieron al hospital. Estuardo había mostrado una sorprendente amabilidad con la familia de Sofía, especialmente con Pablo, a quien trataba con una cordialidad que no se había visto antes. Sofía, observando cómo Estuardo estrechaba la mano de su hermano y le deseaba una pronta recuperación, no pudo evitar sentir una mezcla de extrañeza y gratitud. ¿Acaso había juzgado mal a su esposo? ¿Este hombre frío y calculador, capaz de gestos tan nobles?Cuando finalmente subieron al auto para llevar a Pablo a casa de sus padres, Sofía notó que Estuardo estaba más tranquilo que de costumbre. Sin embargo, antes de salir del hospital, decidió ir en busca de Ricardo, quien había estado al tanto de la operación en todo momento. Quería agradecerle por su apoyo y por estar allí para Pablo.—Ricardo, gracias por todo lo que hiciste —le dijo con una sonrisa sincera cuando lo encontró en un pasillo cercano a las habitaciones del hospital.—No me agradezca
Estuardo miraba su teléfono, nervioso e impaciente, mientras conducía en silencio hacia la casa de los padres de Sofía. Le había enviado varios mensajes a Amanda a lo largo del día, pero no había recibido ninguna respuesta. Cada minuto sin una contestación hacía que el nudo en su estómago se apretara más. Finalmente, justo antes de llegar, su teléfono vibró con la notificación que tanto esperaba: "Ven a mi apartamento."Respiró profundamente, sintiendo una mezcla de alivio y ansiedad. Detuvo el auto frente a la casa de los padres de Sofía y la miró brevemente.—Tengo que irme a la empresa un momento —dijo con un tono apresurado—. Quédate aquí. Volveré por ti más tarde, no te preocupes.El trayecto hasta el apartamento de Amanda estuvo envuelto en un silencio denso. Estuardo intentaba enfocarse en lo que debía decir, en cómo abordar la situación con Amanda y, sobre todo, en cómo mantenerla bajo control. Al llegar, subió las escaleras rápidamente y, al tocar la puerta, Amanda lo recibi
—Todo estará bien, Sofía. —Santiago paso su mano por el hombro de Sofía. Ella sintió cerca incomodidad, sobre todo porque minutos antes se había besado con su exnovio. No estuvo mal, pero ella sentía que había sido un error. Al entrar al vestíbulo se encontró con los rostros familiares de la familia Ferreti, todos reunidos, esperando noticias. Fabio la vio primero y fue a su encuentro. Estaba visiblemente agotado, su mirada reflejaba la preocupación que todos compartían.—¿Cómo está don Jan Carlo? —preguntó Sofía, casi sin aliento.Fabio negó con la cabeza, su rostro sombrío.—Aún estamos esperando que Ricardo nos dé alguna respuesta. El equipo médico sigue en evaluación.Sofía respiró hondo, intentando controlar la ansiedad que la envolvía. Mientras buscaba un lugar donde sentarse, notó un rostro que no esperaba ver: Jacobo, de pie junto a una mujer mayor. ¿Qué demonios hacía él allí? Su presencia le provocaba una incomodidad profunda, pero ahora, en medio de la preocupación por don
Sofía despertó y se encontró sola. Su mente inmediatamente se dirigió a Estuardo, sabiendo muy bien que no había llegado a dormir. La imagen de él con Amanda invadió su mente, recordando las palabras de Amanda que aún resonaban en su cabeza: "No importa lo que pase, él siempre regresa conmigo. Siempre me elige a mí."Respiró profundo, intentando contener el nudo de decepción y rabia que se formaba en su pecho, y decidió bajar al comedor para enfrentarse al día. Al entrar al comedor, los murmullos se detuvieron abruptamente. La familia Ferreti estaba reunida, pero las conversaciones parecían cargadas de tensión. Sofía sintió las miradas sobre ella, pero no lograba entender lo que sucedía.—¿Cómo está don Jan Carlo? —preguntó, su voz vacilante, tratando de desviar la atención a lo que suponía era la preocupación principal.—Don Jan Carlo está bien —dijo su suegra con un tono controlado, pero sus ojos reflejaban algo más—. Pero Estuardo... Estuardo no.Sofía frunció el ceño, sin entender.
Sofía se sentía confundida, no sabía como tomarse la declaración de Estuardo, si como una amenaza o declaración de amor. De pronto sus pasos se detuvieron al chocar con un cuerpo. —¡Fabio! —exclamó, estabilizándose apoyada en su brazo. Sus mejillas se ruborizaron de vergüenza—. Lo siento mucho.—No se preocupe, señora Sofía —respondió Fabio—. Debí haber estado más atento.—¿Cómo está don Jan Carlo? —preguntó, con preocupación en sus palabras—. He estado preocupada por él.—Está mejorando —la tranquilizó Fabio, asintiendo con seguridad—. Pronto estará de vuelta en casa. Pero hay algo que necesito de usted... si me permite ser tan atrevido.—Por supuesto —dijo ella, con la curiosidad despertada por su tono formal.—Unas firmas, para los estudios de mi hermana —explicó, sacando un montón de papeles del bolsillo interior de su chaqueta a medida—. ¿Me acompañaría al despacho?—Claro —accedió Sofía, intrigada por esta tarea inesperada. Sofía tomó la pluma que Fabio le ofrecía, su mano roz
—¡¿Qué?! —gritó Carla, casi saltando de la silla—. ¡Te lo dijo! ¡Estuardo te dijo que está loco por ti! ¡No lo puedo creer! ¡Sabía que ese hombre sentía algo más por ti!Sofía la miraba, tratando de esbozar una sonrisa, pero el conflicto interno seguía latiendo dentro de ella.—Sí... me lo dijo. Pero no es tan simple, Carla —dijo en voz baja, desviando la mirada al suelo.Carla se detuvo en seco, notando que algo no estaba bien.—¿Qué pasa? —preguntó con un tono más serio, acercándose a su hermana—. ¿No es lo que querías?Sofía tomó aire, el nudo en su pecho creciendo con cada segundo que pasaba. Entonces decidió contarle lo que había estado guardando en su mente.—Me besé con Santiago —soltó de repente, sin poder sostener la mirada de Carla—. Y ahora... no sé qué pensar.El silencio en la habitación era tan espeso que se podía cortar con un cuchillo. Carla, que un momento antes estaba llena de emoción, la miraba incrédula.—¿Qué? —preguntó Carla con un tono de sorpresa—. ¿Santiago? ¿
—¿Esto es una especie de broma? —preguntó, intentando mantener la calma. Aún no podía entender cómo había terminado en esa situación, completamente aislada en la casa de campo con Estuardo, sin una explicación clara de lo que él pretendía.Estuardo negó lentamente con la cabeza, su mirada seria, pero sin perder ese toque de suavidad que le dedicaba a ella en momentos como este.—No, Sofía. No es una broma —dijo, acercándose un poco más—. Programé estos días para nosotros. Necesitaba alejarme de todo, de todos, y aclarar las dudas que tengo. De lo que siento por ti.Sofía sintió un nudo en el estómago, una mezcla de nerviosismo y desconcierto. Estaba enfadada, frustrada por la manera en que Estuardo había manejado todo, pero al mismo tiempo, una parte de ella no podía evitar sentirse intrigada.—No estoy segura de que esto sea lo correcto, Estuardo... —comenzó a decir, pero él la interrumpió con una leve sonrisa.—No tienes que decidir ahora. Solo quiero que caminemos juntos, hablemos,
A la mañana siguiente, Sofía se despertó sintiendo un extraño olor en el aire. Se incorporó lentamente en la cama, sus sentidos aún adormilados, pero el aroma a quemado la hizo fruncir el ceño. Saltó de la cama y, sin pensarlo mucho, se dirigió a la cocina, temiendo lo peor.Cuando llegó, se encontró con una escena de caos. Estuardo, descalzo y con una expresión de pánico, estaba batallando con un sartén del que salía humo. Intentaba apagar el fuego con movimientos torpes, una toalla en mano, mientras el humo se esparcía por la habitación.—¡Estuardo! —gritó Sofía, corriendo hacia él.Juntos, lograron apagar el fuego, moviendo el sartén hacia un lado y cerrando el gas. El silencio que quedó tras la pequeña crisis estaba acompañado solo por el ligero olor a quemado que aún flotaba en el aire. Estuardo la miró, con la cara cubierta de hollín, pero con una sonrisa de disculpa en los labios.—Quería darte una sorpresa —dijo, su tono ligero a pesar de la situación—. Pero parece que fui yo