CAPÍTULO 38
Sofía se sentía confundida, no sabía como tomarse la declaración de Estuardo, si como una amenaza o declaración de amor.

De pronto sus pasos se detuvieron al chocar con un cuerpo.

—¡Fabio! —exclamó, estabilizándose apoyada en su brazo. Sus mejillas se ruborizaron de vergüenza—. Lo siento mucho.

—No se preocupe, señora Sofía —respondió Fabio—. Debí haber estado más atento.

—¿Cómo está don Jan Carlo? —preguntó, con preocupación en sus palabras—. He estado preocupada por él.

—Está mejorando —la tranquilizó Fabio, asintiendo con seguridad—. Pronto estará de vuelta en casa. Pero hay algo que necesito de usted... si me permite ser tan atrevido.

—Por supuesto —dijo ella, con la curiosidad despertada por su tono formal.

—Unas firmas, para los estudios de mi hermana —explicó, sacando un montón de papeles del bolsillo interior de su chaqueta a medida—. ¿Me acompañaría al despacho?

—Claro —accedió Sofía, intrigada por esta tarea inesperada.

Sofía tomó la pluma que Fabio le ofrecía, su mano roz
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