Papá y mamá aún no habían salido de la cama, imaginando que siendo sábado y por esa fecha especial, descansarían un poco más. Dejé en la mesa baja de la sala un par de cajas grandes que contenían bambalinas de colores para el árbol navideño, y caminé al patio para saludar al perro.Torto salió de la casita de paredes gruesas para el frío que papá le construyó, y me recibió con esa inocencia especial que alegra el alma de cualquiera.—Hey, compañero, es bueno verte. —Dejé que me abrazara con sus grandes patas.Subí hasta mi antigua habitación para lavarme las manos y ver qué más cosas podría llevarme.Tocaron la puerta. —¿Delu? Me levanté de la cama y giré el picaporte. —Pasa, papá. —Me moví del umbral invitándole a entrar. Allí estaba él, ese hombre sencillo, alto y de cabellos negros que tanto adoro.—¿Cuándo llegaste? —Hace un rato. ¿Ya mamá despertó? —Sí, está en la cocina.—Perfecto.A punto de salir, papá me detuvo.—Hija. Quiero disculparme por no ir a la obra. —Oh, no,
Si me dijeran un año atrás que estaría sentada en esa mesa celebrando el Espíritu de la Navidad con mis padres, mi hermano y mi novio, lo hubiese creído. Pero si me dijeran que mi pareja sería Maël Saravia, la risa sería descomunal.Papá y mamá no dejaban de mirarlo y Danilo no ayudaba con ese amago de sonrisa que estaba a punto de explotar. Mientras, yo conversaba con Maël de cualquier tontería. Sobre el sabor de la comida, sacar a pasear al perro, el estar pendiente de las venideras críticas sobre la obra en los distintos medios, cualquier cosa para llenar el incómodo silencio.—Y dime, Maël, ¿estás estudiando? Él asintió a la pregunta de papá.—Sí, señor. Estudio Administración de Empresas. Ya solo me falta un año para graduarme. —Vaya —esta vez habló mi madre—. Es toda una proeza salir de la universidad a los veinte. Bueno, Danilo está igual que tú. Solo que por su carrera salió a los veintidós. —Medicina siempre es más larga que cualquier otra carrera, mamá —aportó mi hermano
En casa todo es mejor, siempre es mejor; o eso pensaba. Podía asistir a cualquier evento, compartir mi relación con Maël ante el mundo entero, pero estar en nuestro hogar significaba tranquilidad, serenidad, paz, comodidad y compañía; esta última la mejor de todas.Pensando en eso, al día siguiente del encuentro con mis padres, y luego de pasear a Torto por los alrededores, me dirigí al apartamento a esperar a Maël. De camino compré cosas para organizarle una cena, algo que quise darle de sorpresa. Adquirí desde comida hasta lencería, porque deseaba volver a ver aquel rostro sexy e impresionado de cuando me encontró acostada en el mesón de la cocina. Pero claro, en vista de que cuadramos encontrarnos a las 18:00 horas del 22, debía convertir la cena en un almuerzo tardío. Limpié, arreglé la sala, instalé velas en varios rincones de nuestro piso para encenderlas cercanas a la hora de su llegada, aumenté un poco la calefacción y cerré las persianas del gran ventanal para darle un toque
Nikko echó un paso hacia delante y yo uno seco hacia atrás. No solté la manilla de la puerta.—Déjame pasar. —Su voz… Parecía otra persona, una muy distinta a la que acababa de hablar conmigo hace minutos por teléfono asegurándome que estaba a kilómetros de allí.Miré sus brazos. Sostenía su postura con sus manos escondidas detrás de cada muro que bordeaba la puerta. La palma derecha más baja que la izquierda. Algo sostenía con ella y esa certeza hizo que mi piel se erizara.Subí la mirada hacia su sonriente rostro, pero esa vez me anclé a sus ojos dándome cuenta de que llevaba consigo una desquiciada seguridad. No vi antes ojos tan afilados y despiertos. —¿Cómo llegaste aquí? ¿Cómo entraste al edificio? —Mi voz trémula, una que intentaba que sonara firme sin mayor éxito. Acentuó esa sonrisa lobuna que me estaba desesperando. —No fue difícil seguirles y mucho menos entrar. Ahora, ¿me dejarás pasar? Nunca fuiste descortés. Algo me decía que no me moviera.—¿Qué cargas allí? —Señal
Me pegué en una esquina sintiendo terror y la respiración desbocada. Ya mis lágrimas se mostraban con alevosía. Tomó mi rostro y temblé. Apretó mis mejillas acercando su cara a la mía y pude constatar algo terrible: ese hombre no olía a alcohol, no olía a nada más que perfume, exhalaba un aliento pulcro y caliente. Darme cuenta de eso me dio náuseas. Entendí que Nikko estaba motivado por la más pura rabia, por nada más. El temor creció en mí como si eso fuese posible. Sus cabales me cagaron de verdad, no podría explicarlo de otra forma, es la verdad.—Suéltame —le dije con los labios apretados por sus dedos, sintiendo cómo las lágrimas me empapaban.Él entrecerró la mirada, ladeó la cabeza, mordió sus labios y desde esa posición, extremadamente pegada a mí, logró mirar mi cuerpo de arriba abajo.—Apártate de mí, Nikko, ya está bueno, ¡apártate! —Forcejeé girando mi cabeza de un lado al otro hasta zafarme del agarre.Colocó el tubo entre sus piernas pegando la punta en contra de las mí
Nikko arrastró las manos por su cabello, limpió de su boca aquellos abundantes rastros de sangre y se levantó con mucha dificultad, tratando de ocultar que le dolía todo y que Maël le dejó mareado. —¡¿QUÉ PASÓ AQUÍ?! —Ninguno de nosotros le respondió al conserje y tampoco nos dedicamos a verle llegar o entrar.Nuestras respiraciones al unísono, nuestras miradas enredadas entre sí bajo el reto de ver quién bajaba la guardia primero. Al parecer, el casero entendió la situación porque no habló más. —¿Quieres que dejemos de pelear? —me preguntó Nikko con su voz áspera, manteniendo esa cara retorcida. Después de tantas heridas, no comprendía cómo aún llevaba fuerza en su discurso—. Si quieres que paremos, dile a tu novio que te cuente cómo fue que llegamos a esto. Dile. Aprovecha que ahora eres tú la que carga la batuta.Arrugué la cara, pero no confié en él. —Si hay algo que deba saber, pues lo sabré tarde o temprano. Pero tú te vas de aquí. —Alcé el tubo todo lo que pude—. ¡Vete ya!—
Pestañé ante aquella absurdez y comencé a negar, sin parar de escucharle.—Al principio no le creí. ¿Que aquello fuese una confesión? ¡Ni de coña! De seguro estaba rejodiéndome la vida diciendo estupideces. Pero fueron pasando los meses y empezó a hacer cosas que me confirmaron que sí habló en serio. Primero, el pedirle a Carlos que le alquilara la casa donde yo me estaba quedando a vivir. Segundo, varias veces me engañó pidiéndome que le buscara cualquier cosa en mi habitación y justo después, se encerraba contigo para hacerte el amor en la habitación de al lado, para que los escuchara. Tercero, me restregaba que estaban mejor que nunca, pero a la vez me empujaba a que te viera, a que estuviera presente en tu vida. Comenzó a jugar, Delu, a jugar duro, y no me di cuenta de inmediato.Se restregó la cara desesperado.—Entonces, comenzamos las discusiones, pero nunca delante de ti. Delante de ti éramos los mejores primos de la familia. Y confieso que yo sí colaboré en eso, porque no que
Año 2020, Braga.Mis dedos entrelazados bien en alto, brazos estirados, movimientos sensuales. La música, desde hace horas pintaba mi piel de sensaciones álgidas, cada punto más despierto que el otro. Las potentes notas de Mike Mago con Dog Collective y su impresionante canción titulada Always On My Mind retumbaban en los parlantes del lugar. Aquellas notas, esa melodía espectacular provocaba todos mis movimientos, que elevara mis hombros, llevara mis manos a la cabeza junto a mi bolso clutch bien sujeto en mi mano y atado a la muñeca.Seguía moviendo las caderas con ese compás sabroso, enérgico, que me volvía loca, que borraba cualquier rastro de pensamiento coherente. Mi minifalda bien corta de color blanco junto a la blusa tejida de tiras ocre y perla, se alzaban y se removían mostrando pedazos de mi sudado cuerpo cada vez que mis caderas rotaban, cada vez que mis piernas danzaban. Mis sandalias de tacón alto y grueso resistiéndose a mis constantes saltos y el licor… Bueno, el lico