CAPÍTULO 94

Me pegué en una esquina sintiendo terror y la respiración desbocada. Ya mis lágrimas se mostraban con alevosía. Tomó mi rostro y temblé. Apretó mis mejillas acercando su cara a la mía y pude constatar algo terrible: ese hombre no olía a alcohol, no olía a nada más que perfume, exhalaba un aliento pulcro y caliente. Darme cuenta de eso me dio náuseas. Entendí que Nikko estaba motivado por la más pura rabia, por nada más. El temor creció en mí como si eso fuese posible. Sus cabales me cagaron de verdad, no podría explicarlo de otra forma, es la verdad.

—Suéltame —le dije con los labios apretados por sus dedos, sintiendo cómo las lágrimas me empapaban.

Él entrecerró la mirada, ladeó la cabeza, mordió sus labios y desde esa posición, extremadamente pegada a mí, logró mirar mi cuerpo de arriba abajo.

—Apártate de mí, Nikko, ya está bueno, ¡apártate! —Forcejeé girando mi cabeza de un lado al otro hasta zafarme del agarre.

Colocó el tubo entre sus piernas pegando la punta en contra de las mí
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