CAPÍTULO 95

Nikko arrastró las manos por su cabello, limpió de su boca aquellos abundantes rastros de sangre y se levantó con mucha dificultad, tratando de ocultar que le dolía todo y que Maël le dejó mareado.

—¡¿QUÉ PASÓ AQUÍ?! —Ninguno de nosotros le respondió al conserje y tampoco nos dedicamos a verle llegar o entrar.

Nuestras respiraciones al unísono, nuestras miradas enredadas entre sí bajo el reto de ver quién bajaba la guardia primero. Al parecer, el casero entendió la situación porque no habló más.

—¿Quieres que dejemos de pelear? —me preguntó Nikko con su voz áspera, manteniendo esa cara retorcida. Después de tantas heridas, no comprendía cómo aún llevaba fuerza en su discurso—. Si quieres que paremos, dile a tu novio que te cuente cómo fue que llegamos a esto. Dile. Aprovecha que ahora eres tú la que carga la batuta.

Arrugué la cara, pero no confié en él.

—Si hay algo que deba saber, pues lo sabré tarde o temprano. Pero tú te vas de aquí. —Alcé el tubo todo lo que pude—. ¡Vete ya!

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