Nikko echó un paso hacia delante y yo uno seco hacia atrás. No solté la manilla de la puerta.—Déjame pasar. —Su voz… Parecía otra persona, una muy distinta a la que acababa de hablar conmigo hace minutos por teléfono asegurándome que estaba a kilómetros de allí.Miré sus brazos. Sostenía su postura con sus manos escondidas detrás de cada muro que bordeaba la puerta. La palma derecha más baja que la izquierda. Algo sostenía con ella y esa certeza hizo que mi piel se erizara.Subí la mirada hacia su sonriente rostro, pero esa vez me anclé a sus ojos dándome cuenta de que llevaba consigo una desquiciada seguridad. No vi antes ojos tan afilados y despiertos. —¿Cómo llegaste aquí? ¿Cómo entraste al edificio? —Mi voz trémula, una que intentaba que sonara firme sin mayor éxito. Acentuó esa sonrisa lobuna que me estaba desesperando. —No fue difícil seguirles y mucho menos entrar. Ahora, ¿me dejarás pasar? Nunca fuiste descortés. Algo me decía que no me moviera.—¿Qué cargas allí? —Señal
Me pegué en una esquina sintiendo terror y la respiración desbocada. Ya mis lágrimas se mostraban con alevosía. Tomó mi rostro y temblé. Apretó mis mejillas acercando su cara a la mía y pude constatar algo terrible: ese hombre no olía a alcohol, no olía a nada más que perfume, exhalaba un aliento pulcro y caliente. Darme cuenta de eso me dio náuseas. Entendí que Nikko estaba motivado por la más pura rabia, por nada más. El temor creció en mí como si eso fuese posible. Sus cabales me cagaron de verdad, no podría explicarlo de otra forma, es la verdad.—Suéltame —le dije con los labios apretados por sus dedos, sintiendo cómo las lágrimas me empapaban.Él entrecerró la mirada, ladeó la cabeza, mordió sus labios y desde esa posición, extremadamente pegada a mí, logró mirar mi cuerpo de arriba abajo.—Apártate de mí, Nikko, ya está bueno, ¡apártate! —Forcejeé girando mi cabeza de un lado al otro hasta zafarme del agarre.Colocó el tubo entre sus piernas pegando la punta en contra de las mí
Nikko arrastró las manos por su cabello, limpió de su boca aquellos abundantes rastros de sangre y se levantó con mucha dificultad, tratando de ocultar que le dolía todo y que Maël le dejó mareado. —¡¿QUÉ PASÓ AQUÍ?! —Ninguno de nosotros le respondió al conserje y tampoco nos dedicamos a verle llegar o entrar.Nuestras respiraciones al unísono, nuestras miradas enredadas entre sí bajo el reto de ver quién bajaba la guardia primero. Al parecer, el casero entendió la situación porque no habló más. —¿Quieres que dejemos de pelear? —me preguntó Nikko con su voz áspera, manteniendo esa cara retorcida. Después de tantas heridas, no comprendía cómo aún llevaba fuerza en su discurso—. Si quieres que paremos, dile a tu novio que te cuente cómo fue que llegamos a esto. Dile. Aprovecha que ahora eres tú la que carga la batuta.Arrugué la cara, pero no confié en él. —Si hay algo que deba saber, pues lo sabré tarde o temprano. Pero tú te vas de aquí. —Alcé el tubo todo lo que pude—. ¡Vete ya!—
Pestañé ante aquella absurdez y comencé a negar, sin parar de escucharle.—Al principio no le creí. ¿Que aquello fuese una confesión? ¡Ni de coña! De seguro estaba rejodiéndome la vida diciendo estupideces. Pero fueron pasando los meses y empezó a hacer cosas que me confirmaron que sí habló en serio. Primero, el pedirle a Carlos que le alquilara la casa donde yo me estaba quedando a vivir. Segundo, varias veces me engañó pidiéndome que le buscara cualquier cosa en mi habitación y justo después, se encerraba contigo para hacerte el amor en la habitación de al lado, para que los escuchara. Tercero, me restregaba que estaban mejor que nunca, pero a la vez me empujaba a que te viera, a que estuviera presente en tu vida. Comenzó a jugar, Delu, a jugar duro, y no me di cuenta de inmediato.Se restregó la cara desesperado.—Entonces, comenzamos las discusiones, pero nunca delante de ti. Delante de ti éramos los mejores primos de la familia. Y confieso que yo sí colaboré en eso, porque no que
Año 2020, Braga.Mis dedos entrelazados bien en alto, brazos estirados, movimientos sensuales. La música, desde hace horas pintaba mi piel de sensaciones álgidas, cada punto más despierto que el otro. Las potentes notas de Mike Mago con Dog Collective y su impresionante canción titulada Always On My Mind retumbaban en los parlantes del lugar. Aquellas notas, esa melodía espectacular provocaba todos mis movimientos, que elevara mis hombros, llevara mis manos a la cabeza junto a mi bolso clutch bien sujeto en mi mano y atado a la muñeca.Seguía moviendo las caderas con ese compás sabroso, enérgico, que me volvía loca, que borraba cualquier rastro de pensamiento coherente. Mi minifalda bien corta de color blanco junto a la blusa tejida de tiras ocre y perla, se alzaban y se removían mostrando pedazos de mi sudado cuerpo cada vez que mis caderas rotaban, cada vez que mis piernas danzaban. Mis sandalias de tacón alto y grueso resistiéndose a mis constantes saltos y el licor… Bueno, el lico
Mis sentidos entraron en alerta, aunque algo descoordinados.—¿Con quién hablas? —Hasta allí mis risas. Mis sospechas me catapultaron a la realidad y no quería que eso sucediera—. ¿Es Maël? ¿Estabas con él? ¡Fran! —Toqué su brazo.Guardó su celular dentro del bolsillo de su chaqueta, la cual apenas notaba que era blanca y parecía costosa. ¿Me había metido en una disco temática que todos vestíamos de blanco? ¿O tan solo era la luz al final del túnel?—¿Crees que si él estuviese allí estarías a esta hora en mi carro?—¿Entonces a quien le informaste que era yo?—A una amiga.Arrugué la cara.—¿Y cómo es que esa amiga me conoce?—No sabía que te conocía hasta hace un segundo que me preguntó si tú eras Delu.Dejé caer mi cabeza en el respaldo del asiento.—Joder —bufé, barriendo las palmas contra mi cara—. ¿Cómo es eso posible?—¿Qué te preocupa?—Si me conoce, de seguro conoce a Maël. Porque te conoce a ti y tú lo conoces a él… —Arrugó su cara—. Me preocupa que le diga que me vio.—¿Y es
Febrero 01, año 2020, Braga. Quinta da Mafalaia.—Aquí está el café que me pediste. —Sandra se sentó de nuevo frente a mí y le di los primeros sorbos. Primero cerveza, luego café. Una buena combinación.—¿Y el tuyo? —pregunté.—Aún tengo cerveza. —Sandra seguía molesta.Hicimos silencio y le vi negar.—¿Qué?—Es… No me creo por qué no me contaste todo esto antes.Otro sorbo al café y un asentimiento.—Si te incluía en mis escondidas, te haría daño, porque serías cómplice. Y una de las mejores cosas que tengo en este mundo es la amistad contigo.—Pero incluiste a tu hermano.—Lo de él no fue planeado, ya te lo dije.—Ay Delu… —Arrugó el rostro con pesar—. No te veo bien. Luces delgada, pálida, ¿dónde estuviste desde lo que sucedió? ¿Qué hiciste? ¿Dónde pasaste las navidades? Ni siquiera me respondiste los mensajes. Danilo tampoco quiso decirme nada y ya sospechaba que algo había sucedido.Mis ojos se humedecieron y el desgraciado nudo de garganta quiso hacer de las suyas.—No recuerdo
MAËL 4. Año 2025, Braga.Ese agosto acabaría conmigo, demasiado trabajo para una sola tarima. Lo que me emocionaba de seguir en ese rollo no solo era la música o los euros, sino que esa vez se presentarían con nosotros un número de artistas de reconocida trayectoria mundial, como pocas veces sucedía en tal magnitud y gracias a un festival de electrónica dentro de mi país. ¡Dentro de mi país! Lo que convertía a nuestra empresa en precursora de ese tipo de eventos en Braga, como dije, así de grandes.Lo mejor de todo era el regresar. Pasé un año terrible yendo de Portugal a Londres y viceversa. En 2020, el proyecto con ID&T se retrasó demasiados meses y Joao y yo tuvimos que seguir buscando patrocinio, obligándonos a regresar en lo de siempre: yo en el término de mi carrera de Administración de Empresas, y Joao con su trabajo junto a su padre en la política, haciendo colaboraciones con mi hermano en Lisboa. Necesitábamos mucha pasta que no poseíamos. El estrés y un poco la decepción po