CAPÍTULO 73

La sala de mi apartamento… Corrijo. La sala de nuestro apartamento convirtió en el área de entretenimiento para las únicas personas que conocían dicho espacio: Joao, Danilo, Maël y yo. No solamente se trataba de juegos, fiestas o de (como solía llamarlo el moreno) encuentros tecnológicos. Sino de un sin fin de horas gastadas en mí, escenificando personajes en los cuales había trabajado sobre las tablas o detrás de ellas. Es decir, YO era el entretenimiento y por mucho que adorara esa profesión, esperaba que esa obsesión por verme actuar terminara algún día. ¡Y todo por culpa de mi hermano! Quien les advirtió que antes de morir, debían verme actuar. Qué exagerado. "Es algo así como una imitadora nata, pero imita lo que ella misma invienta”, llegó a decirles. Pero no fue allí cuando realmente quise matarlo. Aprovechó la oportunidad para informarles que en el vano mundo de la Internet, mi cuerpecito aparecía en videos: actuando, ensayando, dando clases y otras grabaciones más profesional
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