CAPÍTULO 68

—¿Cuánto le debemos? —preguntó Maël.

Ella lo miró y por un momento percibí un sonrojo en sus mejillas. Ahí estaba, el efecto Maël causando estragos en otra mujer.

—Nada —respondió ella—. Lo cierto es que ella se merece un premio po… po… por haberlo salvado.

Maël sonrió y giró su cara hacia mí. Me miró a los ojos de una forma intensa, una mirada nueva.

De nuevo en la recepción, Beatriz nos pidió que nos quedáramos con el perro, porque de alguna forma aseguraba que no tenía dueño.

—Nos lo quedamos —sentencié—. ¿Cuándo crees que podemos llevárnoslo?

—Eh… —intervino Maël—. Discúlpanos un momento, Beatriz —le pidió a la veterinaria llevándome delicadamente a un lado de la recepción.

Me tomó de los hombros y alineó su mirada con la mía.

—Delu.

—Me lo voy a quedar.

—¿Y dónde lo vas a meter?

Mi respiración quedó suspendida en el aire.

—¿En el apartamento? —sugerí con cara de circunstancias.

—No.

—Puedo hablar con el conserje, todo tiene solución.

—No.

—¿Por qué no?

—Delu, en esos apartamentos
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